Ante las próximas elecciones generales del 29 de abril, desde El Miliciano, iremos publicando entradas explicando que l@s anarquistas no votamos y lo que significa esa opción. Incidimos siempre en la inutilidad de desalojar del poder a un@s para que se encaramen otr@s, por muy "progres", izquierdistas y demás que se autoproclamen. Reproducimos un texto editado en su día por Juventudes Libertarias de Madrid donde se exponen en cinco puntos, más o menos sintéticamente, los motivos por los que l@s anarquistas defendemos la abstención activa en el día a día y de cara a cualquier tipo de proceso electoral o discurso democrático, en un tiempo en el que incluso desde algunos sectores o ámbitos del movimiento anarquista se pueden ver ciertos cuestionamientos de la defensa pública de la postura abstencionista del anarquismo :
NOSOTROS Y NOSOTRAS, ANARQUISTAS ABSTENCIONISTAS
Cinco Tesis en defensa del abstencionismo anarquista
Juventudes Libertarias de Madrid
Cinco Tesis en defensa del abstencionismo anarquista
Juventudes Libertarias de Madrid
"Se dice que la situación presente muestra la bancarrota de “nuestras formulas”—es decir,de nuestro principios—y que será necesario revisarles.Hablando en términos generales, cada fórmula debe ser revisada siempre que ella se muestra insuficiente al ponerse en contacto con el hecho; pero no es el caso de estos días, cuando la bancarrota no es derivada de la deficiencia de nuestras fórmulas, sino del hecho de que éstas han sido olvidadas y son traicionadas." Errico Malatesta
1.- La Democracia como sistema político es también una forma de pensar política y socialmente hablando, más allá de ser una fórmula bajo la cual presentar a una determinada estructura estatal. Por lo tanto, es una fórmula que establece un modo determinado de relaciones entre los agentes, las personas, los grupos, colectivos…etc. Y esta relación se entiende en las conocidas claves del consenso, la tolerancia, la pluralidad y en general, la integración de un mismo proyecto pese a las distintas diferencias o las posiciones de dominio de unas sobre otras. Mientras ninguna de las partes cuestione la democracia en sí misma y pretenda superar esta fórmula de integración en la dominación, todo tiene cabida. El contenido, la coherencia interna en los discursos y sus prácticas, el enfrentamiento, la ruptura por intereses contrapuestos y, en general, el conflicto que la convivencia de, por ejemplo, clases sociales con intereses antagónicos queda reconducido al redil democrático y la gestión institucional que se ofrece para superar estos choques de intereses.
2.- Este pensamiento democrático, llevado a terreno de las luchas sociales, ha conllevado funcionar en base a parámetros, en principios contradictorios, pero unidos por no sabemos muy bien que objetivos que se han pretendido buscar como comunes. Y una parte significativa del movimiento anarquista creemos, no ha sido ajeno a este proceso (fuertemente acelerado con la irrupción del 15M en el mapa político, pero no iniciador, desde luego).
De la misma manera que Podemos o sus marcas blancas municipalistas han elaborado un discurso que primaba la forma sobre el contenido, el eslogan rompedor, la evocación a valores a abstractos como la “ilusión” y otra serie de golpes emotivos, todo ello para confluir en la lucha por conquistar el número, la “mayoría” (otro pilar democrático) los movimientos sociales parecen haber intentado algo similar a menor escala.
Muchas y muchos anarquistas reconocidos, obsesionados con la idea de ser masa, pero sin base, y de intentar reproducir las quimeras de unxs cuantxs profesores de universidad y sus seguidores de partido, han caído en la busca de resultados inmediatos, dejándose guiar por lo mediático y buscando que cale un discurso tibio y descafeinado, que reniega de puntos esenciales del anarquismo para transformarlo en un mezcla de guiños a sectores afines a la “nueva política” podemita y un reciclaje de expresiones y conceptos propios del ciudadanismo: democracia, participación, confluencia, tolerancia…
Por lo tanto, ya no se aspira a transmitir que la lucha del aquí y ahora, en los centros de estudio y de trabajo, en los barrios y pueblos debe tener una correlación que una aspiración a la liquidación definitiva de la sociedad autoritaria, del Estado y el Capital. Si en la Universidad luchamos y nos organizamos mediante la asamblea, da igual que votemos en las elecciones municipales o en los mecanismos democráticos de la universidad. Se busca crear sujetos que fragmenten su experiencia de lucha, que la horizontalidad y la acción directa se puedan combinar con la delegación y la colaboración institucional, en sus luchas y en otros ámbitos de sus vidas. Convertir el anarquismo en un objeto vendible y asumible por la sociedad de masas, de la posmodernidad y del pensamiento democrático, implica, irremediablemente, reducirlo a un objeto maleable y mutable donde solo prime lo pragmático sobre el fondo, lo que venda sobre sus prácticas y su teoría.
1.- La Democracia como sistema político es también una forma de pensar política y socialmente hablando, más allá de ser una fórmula bajo la cual presentar a una determinada estructura estatal. Por lo tanto, es una fórmula que establece un modo determinado de relaciones entre los agentes, las personas, los grupos, colectivos…etc. Y esta relación se entiende en las conocidas claves del consenso, la tolerancia, la pluralidad y en general, la integración de un mismo proyecto pese a las distintas diferencias o las posiciones de dominio de unas sobre otras. Mientras ninguna de las partes cuestione la democracia en sí misma y pretenda superar esta fórmula de integración en la dominación, todo tiene cabida. El contenido, la coherencia interna en los discursos y sus prácticas, el enfrentamiento, la ruptura por intereses contrapuestos y, en general, el conflicto que la convivencia de, por ejemplo, clases sociales con intereses antagónicos queda reconducido al redil democrático y la gestión institucional que se ofrece para superar estos choques de intereses.
2.- Este pensamiento democrático, llevado a terreno de las luchas sociales, ha conllevado funcionar en base a parámetros, en principios contradictorios, pero unidos por no sabemos muy bien que objetivos que se han pretendido buscar como comunes. Y una parte significativa del movimiento anarquista creemos, no ha sido ajeno a este proceso (fuertemente acelerado con la irrupción del 15M en el mapa político, pero no iniciador, desde luego).
De la misma manera que Podemos o sus marcas blancas municipalistas han elaborado un discurso que primaba la forma sobre el contenido, el eslogan rompedor, la evocación a valores a abstractos como la “ilusión” y otra serie de golpes emotivos, todo ello para confluir en la lucha por conquistar el número, la “mayoría” (otro pilar democrático) los movimientos sociales parecen haber intentado algo similar a menor escala.
Muchas y muchos anarquistas reconocidos, obsesionados con la idea de ser masa, pero sin base, y de intentar reproducir las quimeras de unxs cuantxs profesores de universidad y sus seguidores de partido, han caído en la busca de resultados inmediatos, dejándose guiar por lo mediático y buscando que cale un discurso tibio y descafeinado, que reniega de puntos esenciales del anarquismo para transformarlo en un mezcla de guiños a sectores afines a la “nueva política” podemita y un reciclaje de expresiones y conceptos propios del ciudadanismo: democracia, participación, confluencia, tolerancia…
Por lo tanto, ya no se aspira a transmitir que la lucha del aquí y ahora, en los centros de estudio y de trabajo, en los barrios y pueblos debe tener una correlación que una aspiración a la liquidación definitiva de la sociedad autoritaria, del Estado y el Capital. Si en la Universidad luchamos y nos organizamos mediante la asamblea, da igual que votemos en las elecciones municipales o en los mecanismos democráticos de la universidad. Se busca crear sujetos que fragmenten su experiencia de lucha, que la horizontalidad y la acción directa se puedan combinar con la delegación y la colaboración institucional, en sus luchas y en otros ámbitos de sus vidas. Convertir el anarquismo en un objeto vendible y asumible por la sociedad de masas, de la posmodernidad y del pensamiento democrático, implica, irremediablemente, reducirlo a un objeto maleable y mutable donde solo prime lo pragmático sobre el fondo, lo que venda sobre sus prácticas y su teoría.
3.- Insertos en esta lógica, cíclicamente, nos encontramos con anarquistas o personas cercanas al ideal libertario que pretenden presentarnos como novedoso el viejo debate sobre la utilidad de la llamada a la abstención activa. Su planteamiento es sencillo: la abstención activa como táctica, es una táctica caduca. Algunos sencillamente han dejado de ser anarquistas defendiendo la confluencia en procesos electorales, ya sea pidiendo el voto para alguna fuerza política obien directamente participando directamente en algún partido. Sin embargo, existe una postura que podríamos denominar como intermedia, que viene en consonancia con lo anteriormente comentado. De forma y breve resumida, observan que la llamada a no votar es una pérdida de tiempo, que lo importante es que la gente, vote o no vote, participe en los movimientos sociales y luche. La abstención activa no funciona, pues simplemente, esta postura, en el corto plazo, no supone ningún daño al sistema ni a su legitimidad. Esto último en principio es algo obvio, dado que la abstención activa no computa y es fácilmente asumible por el sistema. Sin embargo, esto es una falacia. O bien hay desconocimiento o bien hay manipulación intencionada de lo que realmente implica el abstencionismo anarquista.
4.- La abstención anarquista no es un simple y llana táctica, que pueda ser revisada según los intereses del momento (tal y como hace el marxismo leninismo, que su concurrencia a procesos electorales lo determina la validez o no estratégica). No queremos sacar mano de los libros de historia para mostrar lo ocurrido cuando el anarquismo ha tratado la abstención como mera táctica y estrategia. Para el anarquismo, es una cuestión de principios. Como alguien dijo alguna vez: la abstención de los anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los republicanos. Para éstos, la abstención es una simple cuestión de táctica: se abstienen cuando creen inminente la revolución y no quieren distraer fuerzas de la preparación revolucionaria; votan cuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo mejor es el trabajo minoritario, dado que rehuyen, por razones de clase, las agitaciones que pueden destruir el orden social. En realidad, están siempre en el buen camino: quieren un gobierno parlamentario y los electores que conquistan ahora les servirán para mandarlos un día a la constituyente.
Para nosotros, en cambio, la abstención está estrechamente ligada con las finalidades de nuestro partido. Cuando llegue la revolución nos negaremos a reconocer los nuevos gobiernos que traten de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandato legislativo; por tanto, tenemos la necesidad de que el pueblo tenga repugnancia a las elecciones, se niegue a delegar en otros la organización del nuevo estado de cosas, y que, más bien, se encuentre en la necesidad de actuar por sí mismo.
Debemos hacer que los obreros se habitúen desde ahora -en la medida de lo posible, en las asociaciones de todo género- a regular por sí mismos sus propios asuntos y no sigan con su tendencia a delegarlos en otros.
Por lo tanto, está íntimamente ligado a una cuestión básica de coherencia entre fines y medios. Negarse a elegir a nuestros amxs, negarse a delegar en otrxs para que solucionen nuestros problemas es la esencia misma de las ideas antiaturitarias. Aspiramos desde ya a subvertir el orden democrático, el cual naturalmente necesita de especialistas que dirijan la vida de los demás en cada vez ámbitos, y que tal y como se ha demostrado, la gestión democrática ha demostrado ser la más eficaz a la hora de potenciar la explotación, la desigualdad y la dominación. Y es de esta aspiración por la que empezamos ya y en el ahora a combatir la democracia y sus formas. No lo dejamos para el mañana, ni entendemos que pueda haber caminos dispares en los medios y los fines.
De igual modo, negamos a aquellxs que, siguiendo la moda imperante, consideran que la lucha electoral es un frente más, que no debe restar fuerza a la calle. Para nostrxs, todo acto delegativo, toda confianza en la institución y en poner nuestras esperanzas en cualquier profesional de la política, conlleva necesariamente a un acomodamiento, más tarde o más temprano. Las inquietudes y la responsabilidad de tomar las riendas de nuestras vidas en y luchas cotidianas no son compatibles con la delegación y la Fé en las instituciones del Estado (como si estas, por cierto, fueran neutrales). Una acaba imponiéndose a la otra.
Y, por supuesto, lo mismo tenemos que decirles a aquellxs anarquistas que entienden que lo importante no es votar o no votar, sino luchar. Cabría preguntarse qué labor estamos realizando si aquellas personas con las que compartimos luchas y espacios, son capaces de organizarse horizontalmente y a las pocas horas plantearse caer en el juego democrático de las elecciones en cualquier ámbito. La lucha debe ser un medio para generar conciencia antiautoritaria, sino, la horizontalidad y otros medios son solo eso, medios tan válidos como pudiera ser el voto u otra forma de delegación y jerarquía, perdiendo así toda la razón de ser. Nos negamos a convertir los principios y prácticas anarquistas en una mera aplicación segmentarizada, propia de una identidad voluble y líquida de los tiempos que corren, donde en cada ámbito de nuestra vida tenemos que adoptar una ética diferenciada y contradictoria.
4.- La abstención anarquista no es un simple y llana táctica, que pueda ser revisada según los intereses del momento (tal y como hace el marxismo leninismo, que su concurrencia a procesos electorales lo determina la validez o no estratégica). No queremos sacar mano de los libros de historia para mostrar lo ocurrido cuando el anarquismo ha tratado la abstención como mera táctica y estrategia. Para el anarquismo, es una cuestión de principios. Como alguien dijo alguna vez: la abstención de los anarquistas no debe confrontarse con la de, por ejemplo, los republicanos. Para éstos, la abstención es una simple cuestión de táctica: se abstienen cuando creen inminente la revolución y no quieren distraer fuerzas de la preparación revolucionaria; votan cuando no tienen nada mejor que hacer y para ellos lo mejor es el trabajo minoritario, dado que rehuyen, por razones de clase, las agitaciones que pueden destruir el orden social. En realidad, están siempre en el buen camino: quieren un gobierno parlamentario y los electores que conquistan ahora les servirán para mandarlos un día a la constituyente.
Para nosotros, en cambio, la abstención está estrechamente ligada con las finalidades de nuestro partido. Cuando llegue la revolución nos negaremos a reconocer los nuevos gobiernos que traten de implantarse, no queremos darle a ninguno un mandato legislativo; por tanto, tenemos la necesidad de que el pueblo tenga repugnancia a las elecciones, se niegue a delegar en otros la organización del nuevo estado de cosas, y que, más bien, se encuentre en la necesidad de actuar por sí mismo.
Debemos hacer que los obreros se habitúen desde ahora -en la medida de lo posible, en las asociaciones de todo género- a regular por sí mismos sus propios asuntos y no sigan con su tendencia a delegarlos en otros.
Por lo tanto, está íntimamente ligado a una cuestión básica de coherencia entre fines y medios. Negarse a elegir a nuestros amxs, negarse a delegar en otrxs para que solucionen nuestros problemas es la esencia misma de las ideas antiaturitarias. Aspiramos desde ya a subvertir el orden democrático, el cual naturalmente necesita de especialistas que dirijan la vida de los demás en cada vez ámbitos, y que tal y como se ha demostrado, la gestión democrática ha demostrado ser la más eficaz a la hora de potenciar la explotación, la desigualdad y la dominación. Y es de esta aspiración por la que empezamos ya y en el ahora a combatir la democracia y sus formas. No lo dejamos para el mañana, ni entendemos que pueda haber caminos dispares en los medios y los fines.
De igual modo, negamos a aquellxs que, siguiendo la moda imperante, consideran que la lucha electoral es un frente más, que no debe restar fuerza a la calle. Para nostrxs, todo acto delegativo, toda confianza en la institución y en poner nuestras esperanzas en cualquier profesional de la política, conlleva necesariamente a un acomodamiento, más tarde o más temprano. Las inquietudes y la responsabilidad de tomar las riendas de nuestras vidas en y luchas cotidianas no son compatibles con la delegación y la Fé en las instituciones del Estado (como si estas, por cierto, fueran neutrales). Una acaba imponiéndose a la otra.
Y, por supuesto, lo mismo tenemos que decirles a aquellxs anarquistas que entienden que lo importante no es votar o no votar, sino luchar. Cabría preguntarse qué labor estamos realizando si aquellas personas con las que compartimos luchas y espacios, son capaces de organizarse horizontalmente y a las pocas horas plantearse caer en el juego democrático de las elecciones en cualquier ámbito. La lucha debe ser un medio para generar conciencia antiautoritaria, sino, la horizontalidad y otros medios son solo eso, medios tan válidos como pudiera ser el voto u otra forma de delegación y jerarquía, perdiendo así toda la razón de ser. Nos negamos a convertir los principios y prácticas anarquistas en una mera aplicación segmentarizada, propia de una identidad voluble y líquida de los tiempos que corren, donde en cada ámbito de nuestra vida tenemos que adoptar una ética diferenciada y contradictoria.
5.- Pero además, según parece, aquellxs que hablan de caducidad para hablar de la abstención como propuesta anarquista, no dudan en mostrarse a sí mismos como fervientes estrategas y únicos con una línea de acción e intervención en la realidad que nos rodea. Esto, nuevamente, nos parece o una manipulación interesada para mostrar que únicamente solo ellxs son capaces de aportar reflexiones y análisis mínimamente concreuntes o, una falta de miras y estrechez, ciertamente, apabullante.
Para nosotrxs, la abstención no busca un debilitamiento de las instituciones por falta de legitimidad, mostrada a través de las estadísiticas electorales. No. Eso no sería sino caer nuevamente, en una percepción democrática de la ley del número, de las mayorías y las minorías y reducir la voluntad de las personas a mera estadística. Por no decir que obviamente, el sistema es capaz de gestionar una alta cota de abstención y de nada servir no votar y quedarse en casa.
La abstención busca en primer lugar, aprovechar que es un momento de movilización total del sistema democrático, que empieza en la campaña electoral para finalizar en la fiesta de la democracia del día de las elecciones, donde de forma, en apariencia, voluntaria y libre millones de personas acuden al redil democrático a elegir a sus pastores, para intentar transmitir un mensaje anarquista que rompa totalmente con la mentalidad democrática (donde todo tiene cabida, dentro del pluralismo democrático). Es una oportunidad de la que debemos sacar provecho para difundir las ideas anarquistas y enfrentarlas a la delegación, a los partidos políticos, al Estado y a sus mecanismos. De igual modo, se ofrecen multitud de situaciones donde cualquier forma de intervención (en forma de sabotajes sencillos o más complejos) pueden evidenciar una ruptura y una alteración de la normalidad democrática. Teoría y práctica son perfectamente ejecuta en estos momentos. Solo es cuestión de analizar cómo y en qué medida son más oportunos ponerlos en marcha.
Por último, para nosotrxs y muchas anarquistas, está claro, que la abstención es una táctica revolucionaria en el sentido de que no queremos que la gente se habitúe a delegar en otros, por las consecuencias que ya hemos expresado anteriormente. Si desde el ahora empezamos a sembrar la semilla del delegacionismo y la enajenación de la responsabilidad y la libertad colectiva, estaremos poniendo fin a nuestras luchas y, por supuesto, a cualquier aspiración de ruptura revolucionaria, puesto que en cuanto se den las condiciones propicias, no faltará tiempo para que líderes y jefecillxs de turno aspiren a reconducir cualquier proceso de lucha a la cerca de la delegación democrática. De nosotrxs depende que los oprimidxs y explotadxs estén mal acostumbrados a entregar las riendas de su vida en tiempo elecciones o en cualquier otra circunstancia o posible escenario.
Juventudes Libertarias de Madrid
Para nosotrxs, la abstención no busca un debilitamiento de las instituciones por falta de legitimidad, mostrada a través de las estadísiticas electorales. No. Eso no sería sino caer nuevamente, en una percepción democrática de la ley del número, de las mayorías y las minorías y reducir la voluntad de las personas a mera estadística. Por no decir que obviamente, el sistema es capaz de gestionar una alta cota de abstención y de nada servir no votar y quedarse en casa.
La abstención busca en primer lugar, aprovechar que es un momento de movilización total del sistema democrático, que empieza en la campaña electoral para finalizar en la fiesta de la democracia del día de las elecciones, donde de forma, en apariencia, voluntaria y libre millones de personas acuden al redil democrático a elegir a sus pastores, para intentar transmitir un mensaje anarquista que rompa totalmente con la mentalidad democrática (donde todo tiene cabida, dentro del pluralismo democrático). Es una oportunidad de la que debemos sacar provecho para difundir las ideas anarquistas y enfrentarlas a la delegación, a los partidos políticos, al Estado y a sus mecanismos. De igual modo, se ofrecen multitud de situaciones donde cualquier forma de intervención (en forma de sabotajes sencillos o más complejos) pueden evidenciar una ruptura y una alteración de la normalidad democrática. Teoría y práctica son perfectamente ejecuta en estos momentos. Solo es cuestión de analizar cómo y en qué medida son más oportunos ponerlos en marcha.
Por último, para nosotrxs y muchas anarquistas, está claro, que la abstención es una táctica revolucionaria en el sentido de que no queremos que la gente se habitúe a delegar en otros, por las consecuencias que ya hemos expresado anteriormente. Si desde el ahora empezamos a sembrar la semilla del delegacionismo y la enajenación de la responsabilidad y la libertad colectiva, estaremos poniendo fin a nuestras luchas y, por supuesto, a cualquier aspiración de ruptura revolucionaria, puesto que en cuanto se den las condiciones propicias, no faltará tiempo para que líderes y jefecillxs de turno aspiren a reconducir cualquier proceso de lucha a la cerca de la delegación democrática. De nosotrxs depende que los oprimidxs y explotadxs estén mal acostumbrados a entregar las riendas de su vida en tiempo elecciones o en cualquier otra circunstancia o posible escenario.
Juventudes Libertarias de Madrid