En estos tiempos de confusión generalizada y manipulación informativa (lavadora de cerebros), hemos creído conveniente rescatar un trabajo aparecido hace más de 130 años en una revista obrera de la época y que nos puede dar un pequeño indicio de cómo las clases dirigentes a través de la psicología aplicada han conseguido modular el pensamiento de la clase obrera hasta conseguir que tenga una visión de lo que deben ser las relaciones sociales, laborales y económicas en la forma y medida que ellos necesitan para seguir detentando el poder y los privilegios que conlleva:
"Hoy día todos se llaman trabajadores y lo son, efectivamente, si el trabajo consiste, según algunos, simplemente en el ejercicio de las facultades físicas o intelectuales; pero creemos que esos ejercicios deben tender a realizar el bien común para que constituyan un trabajo propiamente dicho.Uno saca agua de un pozo para regar un campo cuyos productos se destinan a la manutención de una o varias familias; o con este mismo objeto, estudia un plan de regadío que una vez realizado fertilizará una comarca. En este caso, mecánicamente o por medio de la inteligencia, se realiza un trabajo verdadero, un trabajo productivo. Si el agua que saca la vuelve a arrojar al pozo sin hacer ningún uso de ella o sus trabajos intelectuales se encaminan sólo a pasar el tiempo, aquellos ejercicios pueden tal vez personalmente ser útiles para dar expansión a sus facultades, pero jamás servirán de nada al resto de los individuos. Ese trabajo, pues, puede denominarse improductivo.Pero si los ejercicios en la explotación de aguas se dirigen, por ejemplo, a la inundación de plantas o sembrados para causarles daño o destruirlos, entonces se realiza un trabajo que no dudamos en denominar destructivo.Muchos, de los que a sí mismos se llaman trabajadores u obreros, se apoyan en la definición genérica que dan los diccionarios, y se apoyan bien en su manera de discurrir; todo es ejercicio, todo es trabajo y, por consiguiente, todos son trabajadores, todos son obreros, lo cual guiados por esta misma tesis, nos dá el resultado siguiente: es obrero, el labrador, el minero, el marino y todos los que se ocupan en la fabricación de toda clase de productos y explotación de todos los dones de la naturaleza; es obrero el juez en su juzgado, el abogado en su bufete, el comerciante en su negocio; y siguiendo de eslabón en eslabón y de tramo en tramo toda la escala social tendremos que el policía, el militar, el cura, el juzgador y el verdugo, son también obreros, son también trabajadores.
Aquí vendrá de molde, pues, distinguir y clasificar los obreros de la manera que anteriormente hemos insinuado, pues de lo contrario la razón, la lógica, el sentido común nos privarían el colocar a un agricultor junto a un militar y denominar a ambos clases productoras, como entremezclar al tejedor y al albañil entre el cura, el político, etc., y llamar a todos obreros.
Es necesario siempre, que los trabajos o la ocupación de una clase o corporación determinada convenga, moral o materialmente hablando, al mayor número de individuos de la especie humana. Cuando la mayoría de las personas digan llana y espontáneamente, y sea cierto, que la sociedad está bien organizada, que no necesita reformas ni cambios en el orden social y económico, entonces no habrá inconveniente en contar como a obreros y, por consiguiente, como a clases productoras, a todos los hombres, porque estaremos emancipados. Pero hoy, la conciencia mundial de todos los pueblos sensatos clama por la abolición del privilegio, por la igualdad de deberes y derechos y por la implantación de una justicia social verdadera para los seres humanos de todos los pueblos y nacionalidades, sin distinción de color ni creencia; hoy, repetimos, es necesaria la clasificación de categorías entre los hombres de este modo: productores, improductores y destructores.No se crean que al presentar esta cuestión y estudiarla bajo distintos puntos de vista, abrigamos la pretensión de pronunciar el fallo sobre la verdadera clasificación de los trabajos productivos e improductivos.
Si la farsa y la destrucción son justas, son legales y convenientes para la humanidad, adelante, engáñese a todo el mundo y gocen de ello los farsantes y destructores; nosotros, entretanto, simples obreros, podemos exclamar con la frente erguida: Todo lo producimos, hasta el hierro que nos aprisiona y el yugo que nos oprime.
Millones de trabajadoras y trabajadores llenan los campos, fábricas y talleres en todo el mundo a diario, muchos trabajando en condiciones infrahumanas y en agotadoras jornadas. Sin embargo estas personas tienen la conciencia tranquila y se sienten orgullosos porque el pan que se comen es fruto de su esfuerzo personal.
Estos verdaderos obreros, estos hijos del trabajo, al retirarse a sus casas, agotados tras una laboriosa y larga jornada, no sienten ninguna envidia por el ejército de parásitos sociales, a pesar de que el ruido de sus fiestas y juergas viene a herirles los oídos en mitad de la noche. No tienen envidia, como mantienen las clases privilegiadas, sino que aspiran a todo y muchos de ellos luchan por el advenimiento de una sociedad donde impere la justicia, la igualdad y la libertad y que no medren unos con los sudores de otros.
Por más que quieran los parásitos y explotadores llamarse trabajadores, unos de la inteligencia, de la industria otros, de la política los de acá, de la moral los de allá, no es trabajador sino aquel que con sus fuerzas físicas o intelectuales produce un trabajo útil a la sociedad, de reconocida moralidad social y de verdadero progreso humano.
Pensamos que gran número de ocupaciones, gran número de actividades, son inútiles, es más, son un obstáculo para la justicia y el progreso social, y que sólo tienen razón de ser en la actual sociedad, que debe ser transformada para que esté conforme con la razón, la equidad y el derecho."
Si hoy diésemos a leer este artículo (escrito en abril de 1873) a varios miles de trabajadores y posteriormente les pidiésemos una opinión sobre el mismo, podríamos escuchar adjetivos como: obsoleto, panfletario, desfasado, incomprensible; sólo unos pocos dirían que es notable; sólo unos pocos dirían que es motivo de reflexión y sólo los menos se atreverían a decir que sigue siendo válido actualmente. Pero realmente ¿qué es lo que ha cambiado en el mundo? ¿La relación explotador-explotado o la forma en que el primero ha conseguido que lo vea y acepte el segundo?
Hagamos por un momento un esfuerzo y liberémonos de la influencia de los medios informativos propiedad de los explotadores, miremos a nuestro alrededor, levantemos la vista y miremos un poco más lejos y después
preguntémonos:
¿Verdaderamente qué es lo que ha cambiado?
"Hoy día todos se llaman trabajadores y lo son, efectivamente, si el trabajo consiste, según algunos, simplemente en el ejercicio de las facultades físicas o intelectuales; pero creemos que esos ejercicios deben tender a realizar el bien común para que constituyan un trabajo propiamente dicho.Uno saca agua de un pozo para regar un campo cuyos productos se destinan a la manutención de una o varias familias; o con este mismo objeto, estudia un plan de regadío que una vez realizado fertilizará una comarca. En este caso, mecánicamente o por medio de la inteligencia, se realiza un trabajo verdadero, un trabajo productivo. Si el agua que saca la vuelve a arrojar al pozo sin hacer ningún uso de ella o sus trabajos intelectuales se encaminan sólo a pasar el tiempo, aquellos ejercicios pueden tal vez personalmente ser útiles para dar expansión a sus facultades, pero jamás servirán de nada al resto de los individuos. Ese trabajo, pues, puede denominarse improductivo.Pero si los ejercicios en la explotación de aguas se dirigen, por ejemplo, a la inundación de plantas o sembrados para causarles daño o destruirlos, entonces se realiza un trabajo que no dudamos en denominar destructivo.Muchos, de los que a sí mismos se llaman trabajadores u obreros, se apoyan en la definición genérica que dan los diccionarios, y se apoyan bien en su manera de discurrir; todo es ejercicio, todo es trabajo y, por consiguiente, todos son trabajadores, todos son obreros, lo cual guiados por esta misma tesis, nos dá el resultado siguiente: es obrero, el labrador, el minero, el marino y todos los que se ocupan en la fabricación de toda clase de productos y explotación de todos los dones de la naturaleza; es obrero el juez en su juzgado, el abogado en su bufete, el comerciante en su negocio; y siguiendo de eslabón en eslabón y de tramo en tramo toda la escala social tendremos que el policía, el militar, el cura, el juzgador y el verdugo, son también obreros, son también trabajadores.
Aquí vendrá de molde, pues, distinguir y clasificar los obreros de la manera que anteriormente hemos insinuado, pues de lo contrario la razón, la lógica, el sentido común nos privarían el colocar a un agricultor junto a un militar y denominar a ambos clases productoras, como entremezclar al tejedor y al albañil entre el cura, el político, etc., y llamar a todos obreros.
Es necesario siempre, que los trabajos o la ocupación de una clase o corporación determinada convenga, moral o materialmente hablando, al mayor número de individuos de la especie humana. Cuando la mayoría de las personas digan llana y espontáneamente, y sea cierto, que la sociedad está bien organizada, que no necesita reformas ni cambios en el orden social y económico, entonces no habrá inconveniente en contar como a obreros y, por consiguiente, como a clases productoras, a todos los hombres, porque estaremos emancipados. Pero hoy, la conciencia mundial de todos los pueblos sensatos clama por la abolición del privilegio, por la igualdad de deberes y derechos y por la implantación de una justicia social verdadera para los seres humanos de todos los pueblos y nacionalidades, sin distinción de color ni creencia; hoy, repetimos, es necesaria la clasificación de categorías entre los hombres de este modo: productores, improductores y destructores.No se crean que al presentar esta cuestión y estudiarla bajo distintos puntos de vista, abrigamos la pretensión de pronunciar el fallo sobre la verdadera clasificación de los trabajos productivos e improductivos.
Si la farsa y la destrucción son justas, son legales y convenientes para la humanidad, adelante, engáñese a todo el mundo y gocen de ello los farsantes y destructores; nosotros, entretanto, simples obreros, podemos exclamar con la frente erguida: Todo lo producimos, hasta el hierro que nos aprisiona y el yugo que nos oprime.
Millones de trabajadoras y trabajadores llenan los campos, fábricas y talleres en todo el mundo a diario, muchos trabajando en condiciones infrahumanas y en agotadoras jornadas. Sin embargo estas personas tienen la conciencia tranquila y se sienten orgullosos porque el pan que se comen es fruto de su esfuerzo personal.
Estos verdaderos obreros, estos hijos del trabajo, al retirarse a sus casas, agotados tras una laboriosa y larga jornada, no sienten ninguna envidia por el ejército de parásitos sociales, a pesar de que el ruido de sus fiestas y juergas viene a herirles los oídos en mitad de la noche. No tienen envidia, como mantienen las clases privilegiadas, sino que aspiran a todo y muchos de ellos luchan por el advenimiento de una sociedad donde impere la justicia, la igualdad y la libertad y que no medren unos con los sudores de otros.
Por más que quieran los parásitos y explotadores llamarse trabajadores, unos de la inteligencia, de la industria otros, de la política los de acá, de la moral los de allá, no es trabajador sino aquel que con sus fuerzas físicas o intelectuales produce un trabajo útil a la sociedad, de reconocida moralidad social y de verdadero progreso humano.
Pensamos que gran número de ocupaciones, gran número de actividades, son inútiles, es más, son un obstáculo para la justicia y el progreso social, y que sólo tienen razón de ser en la actual sociedad, que debe ser transformada para que esté conforme con la razón, la equidad y el derecho."
Si hoy diésemos a leer este artículo (escrito en abril de 1873) a varios miles de trabajadores y posteriormente les pidiésemos una opinión sobre el mismo, podríamos escuchar adjetivos como: obsoleto, panfletario, desfasado, incomprensible; sólo unos pocos dirían que es notable; sólo unos pocos dirían que es motivo de reflexión y sólo los menos se atreverían a decir que sigue siendo válido actualmente. Pero realmente ¿qué es lo que ha cambiado en el mundo? ¿La relación explotador-explotado o la forma en que el primero ha conseguido que lo vea y acepte el segundo?
Hagamos por un momento un esfuerzo y liberémonos de la influencia de los medios informativos propiedad de los explotadores, miremos a nuestro alrededor, levantemos la vista y miremos un poco más lejos y después
preguntémonos:
¿Verdaderamente qué es lo que ha cambiado?