Autor: R.E (desconocido)
Edita: Imprenta Gráficas Valencia. Socializada por la CNT.
Año: 1936-1939
Una de las obras de más éxito en Valencia durante los primeros meses de la Guerra Civil, fué Temple y rebeldía escrita por el militante faísta Ernesto Ordaz Juan, presidente del Sindicato Único de Oficios Varios de la CNT en Valencia. Título melodramático, sin duda, pero no más que Flor de fango de otro faísta, y destacado dirigente de la Columna de Hierro, Vicente Sanchís Palacio "Helios", metido también a autor dramático.
La obra de Ordaz alcanzó, apresurémosnos a decirlo un éxito más que notable y estuvo en cartel en el Teatro Eslava de Valencia entre el 16 de Octubre y el 15 de Noviembre de 1936. Corrió la representación a cargo, precisamente, de la compañía más afamada en la puesta en escena de melodramas de gran aparato, la de Enrique Rambal. Antes, sin embargo, había sido representada por grupos de aficionados al teatro de la CNT-FAI, quienes la estrenaron en el Teatro Ideal de Montcada y más tarde la representaron en Burjassot, localidad cercana a Valencia de donde era natural el autor. La repercusión de esta última representación que tuvo lugar el 22 de setiembre seguida de una posterior el 30 del mismo mes en Castellón, hizo posible que el Comité Ejecutivo de Espectáculos públicos de Valencia gestionase su estreno en Valencia por parte de la prestigiosa compañia de Enrique Rambal.
La importancia concedida a esta obra queda patente en el hecho de que el diario portavoz de los anarquistas valencianos, Fragua Social, dedique la editorial del día siguiente al estreno, a hablar de "El teatro en la revolución". En él, después de declarar que ni el Benavente de "Los intereses creados" y ni siquiera el Alejandro Casona de "Nuestra Natacha" pueden considerarse paradigmas del teatro que la revolución había de hacer nacer, sí lo es la obra de Ordaz,
Sí es cierto que la obra está bien construida, según los principios del melodrama, y se desarrolla de acuerdo con sus leyes, sin incoherencias ni errores de bulto. Incluso algunos de los personajes secundarios, que vendrían a personificar los diferentes niveles de conciencia de los obreros, o la solidaridad innata de los oprimidos entre ellos, van más allá de esta función y se nos revelan como personajes bien trazados y dotados de frescura y vigor.
Hay, en la obra, para muchos, exceso de retórica revolucionaria y de discursividad en los diversos momentos en que su protagonista, alecciona por extenso a los obreros, quienes, de acuerdo con la ideología intrínsecamente optimista del anarquismo, son ganados por el protagonista para la lucha revolucionaria gracias a sus dotes oratorias. Más curioso resulta, sin embargo, que el patrono con el que se enfrenta el protagonista acabe arruinado precisamente a causa de su intransigencia y su negativa a aceptar las demandas sindicales, como demostración precisa de que -también desde la óptica capitalista- resulta un mal negocio buscar el enfrentamiento radical con sus asalariados.
El autor había escrito la obra con anterioridad al estallido de la revolución, con el evidente propósito de que fuese representada por las compañías aficionadas del movimiento anarquista y, tras el 18 de Julio, se convirtió en ejemplo de ese teatro revolucionario del que tanto se hablaba pero que tan difícil resultaba de materializar. Estreno, pues, de circunstancias, de una obra que se inscribía dentro de la corriente de teatro pedagógico que trataba de dramatizar la visión que del mundo tenían los anarquistas españoles de los años treinta.
No hubo lugar, sin embargo, a que Ernesto Ordaz profundizase en la escritura dramática, a que tratase de ir más allá del melodrama, si es que esa fue alguna vez su intención, o a que perfeccionase los recursos expresivos propios de este género. Tras el estreno barcelonés de Temple y rebeldía en Enero de 1937, Ernesto Ordaz desaparece de los escenarios. Incluso de la memoria de sus propios correligionarios: Ricard Blasco cita cómo el mismísimo Sindicato Único de Espectáculos de la CNT se lamentaba en agosto de 1937 de la ausencia de autores revolucionarios verdaderos, y en un artículo publicado en el 9 de enero de 1938 se insistía en que a partir de julio de 1936, estaban los autores dramáticos encerrados en un mutismo extraño y sospechoso, olvidándose de los estrenos de los primeros meses de conflicto. No cabe la menor duda de que, alineados Ordaz como el autor Sanchis Palacios con la FAI y con el sector más puro ideológicamente hablando, de la CNT, resultarían cada vez más incómodos en una República burguesa donde la hegemonía del estalinista PCE era cada día mayor; incluso para sus propios correligionarios. Al fin y al cabo, los conocidos "Hechos de mayo del 37" de Barcelona había tenido una premonitoria anticipación el 30 de Octubre de 1936 en Valencia, con los enfrentamientos entre milicianos de la Columna de Hierro y militantes comunistas con el apoyo de la Guardia Popular Republicana. Enfrentamientos que se saldaron, tras una cobarde emboscada, con un alto número de columnistas muertos y con el triunfo de los comunistas.