sábado, 29 de mayo de 2010

Clandestinos en sus propias fábricas


Corría el año 1870. Las ideas anarquistas empezaban a extenderse. Puerto Real no era ajeno. Ya entonces había una delegación de la Asociación Internacional del Trabajo, compuesta por salineros y campesinos. Como explica Pepe Gómez, histórico de la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), las fechas casan con un germinal Congreso Obrero en Barcelona, lo que da valor pionero a nuestros antepasados.
En 1910 nace la CNT. Un año después ya se tiene constancia de una huelga de carboneros y, en 1919, otra en Matagorda, lugar que décadas después se convertiría en un escenario en el que la CNT-AIT ocuparía un lugar preponderante, como recogen los últimos libros sobre la época de la reconversión naval.

Como muestra de la preeminencia de la mujer en la CNT-AIT, Paco Aragón, otro local, desvela un motín del mismo 1919 en el mercado, por la carestía y el «robo» en el peso. Allí destacó Anita Cabello, quien pariría a su primer hijo en el Penal de El Puerto y fue de las que firmó, con María Sierra, el convenio de las costureras en abril de 1936.
El aldabonazo de Casas Viejas se había hecho notar. Casi 400 jornaleros ('Del Pedroso a Las Canteras', recorre Gómez) se levantarían en diciembre de 1933. Luego detendrían a Pedro Alarcón, su secretario, y a José Carrasco, entre otros. El documento oficial que describía todo, con nombres , fue funesto. «Luego en la Guerra Civil lo aprovecharon para identificar a los que llevaron a fusilar», desvela Aragón.

Al paredón

Para entonces la causa ya sumaba también a panaderos, trabajadores de Matagorda y la Constructora, a las Juventudes Libertarias y a las 'Mujeres Libres', algunas torturadas en la cárcel, como la hermana del apreciado Juan Alarcón.
Hubo quien no llegó al paredón pero quedó sumido en la oscuridad más literal. Como Juan Sierra, último secretario antes de la contienda, quien como relata Pepe Gómez, «se pasó quince años oculto en el fondo de una panadería de Jerez».
La realidad de hoy del sindicato queda más fresca. Sus premisas les siguen llevado a un estatus particular: «Somos clandestinos en las propias fábricas», describe Gómez, quien más allá del patrón, ve al enemigo cerca: «Así lo siguen pensando en muchas contratas, y los mismos sindicatos, que se han opuesto siempre», estampa y firma.