domingo, 10 de junio de 2012

Rescatan a los culpables

La petición de ayuda para el sector financiero español responde a un nuevo modelo. No acarrea condiciones adicionales: los fondos que finalmente se aporten, los que el Gobierno de Mariano Rajoy demande, se integrarán en el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), si bien no exigirán contrapartidas distintas a las exigencias ya aplicadas para el cumplimiento de la estabilidad presupuestaria o el plan de reformas. El dinero procederá de la Facilidad de Estabilidad Financiera, hasta que se articule el nuevo Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE).
Todo apunta a que serán tres entidades bancarias españolas nacionalizadas las principales destinatarias del rescate bancario, puesto que precisan reforzar su capital con recursos públicos. Un rescate como el planteado en el marco comunitario puede, además, proporcionar dinero para que otro grupo de instituciones pequeñas o medianas salgan adelante vía apelación a las ayudas del Estado a través del Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) con la contrapartida correspondiente. Se da la circunstancia de que parte de la contribución europea a este saneamiento tiene procedencia española porque el Estado coopera en la dotación a los fondos y concesión de avales.
Además de resultar menos gravosa, esta estrategia de rescate indoloro debiera tranquilizar a los mercados. Pero una torpe gestión de la crisis ha estado a punto de dar al traste con este objetivo. La presión sobre España se intensificó semanas atrás, entre otras razones, porque el rescate de un sistema bancario nacional suele desplazar la atención sobre otros países vulnerables de la zona euro. Italia, sin ir más lejos.
¿Qué cuantía van a necesitar las entidades españolas? Los 100.000 millones mencionados son un techo que seguramente resultará excesivo. Hay cifras conocidas, aunque objeto de polémica. El nuevo equipo gestor de Bankia pide 19.000 millones adicionales. La mitad de esa cifra responde a saneamientos adicionales por el crédito promotor, pero también a futuras 'pérdidas esperadas' por préstamos al resto de clientes, incluidas empresas y familias.
Por otra parte, el responsable del FROB ha modificado las expectativas de los potenciales compradores de entidades nacionalizadas de cara a las correspondientes subastas. Novagalicia y Catalunya Banc precisan un total de 9.000 millones adicionales, desveló Javier Aríztegui, represenante del principal propietario en la subcomisión del Congreso que, a puerta cerrada, ha empezado a debatir la situación del sector.
El resto, excluidos los grandes, que podrán asimilar el esfuerzo con cargo a resultados, tampoco va a salir indemne de los nuevos exámenes de las instituciones ni de los encargados a las auditoras independientes. Por eso se considera probable que a las cifras ya demandadas haya que añadir la necesidad de saneamientos adicionales por parte de aquellas otras entidades que no habían contado hasta el momento con la exigencia de dotar provisiones por otro tipo de créditos, y en particular por los préstamos hipotecarios, los concedidos al consumo y a las pymes. Entre ellas figuran algunas cajas en proceso de integración.
En consecuencia, toda la cartera del negocio nacional de los bancos españoles queda, más o menos, bajo sospecha. Cada vez resulta más difícil deslindar las características diferenciales por institución, porque el efecto contagio está resultando letal para la mayoría. De ahí la cifra tope de 100.000 millones de euros.
 
Un rescate sectorial
 
El rescate del sector financiero español no es más que un préstamo de los socios comunitarios para recapitalizar determinadas entidades que mantienen una fuerte red nacional y no disponen de ingresos compensatorios. Se trata de llevarlo a cabo sin arruinar las cuentas públicas. Puesto que la mayoría de las entidades en dificultades ya han sido nacionalizadas ha sido el Estado quien se ha hecho cargo de su saneamiento, y la factura de la financiación se ha disparado a consecuencia de la desconfianza de los mercados.
Confiada en una supervisión muy cercana, y en el colchón de provisiones atesorado en tiempos de bonanza, la autoridad reguladora hizo que España perdiera el tren de las inyecciones de capital que, en la primera etapa de la crisis financiera, realizaron estados como Alemania y el Reino Unido para reflotar sus bancos. Ahora se percibe que fue un error, porque los activos del ladrillo eran omnipresentes en los balances.
La situación se complicó porque la fortísima depreciación de la cartera de inmuebles de los bancos nacionales fue reconocida tarde y mal, lo que sembró la desconfianza entre unos inversores que, de mejor o peor fe, han encontrado en la deuda de España y por contagio en los títulos de sus empresas, una interesante presa.
¿Veremos nuevos recortes en el cada vez más mermado estado del bienestar como consecuencia de este rescate? El socorro europeo a la banca solo está condicionado a los ajustes sectoriales. Fusiones y adelgazamiento, con cierre de sucursales y recorte de plantillas constituyen la primera asignatura. En el caso concreto de Bankia, se prevé que tendrá que desinvertir en sus participadas.
O saneamiento estricto o liquidación, es la consigna de los supervisores europeos. Para el Gobierno, el dilema es más acuciante. Sin este salvamento bancario, hubiera tenido que ir al rescate puro y duro.