Este jueves tendremos en nuestro local a Elena Pedrosa hablando de gentrificación. Los compañeros del “Fanzine de crítica lugareña” Malpaís definen la calle como un elemento dinámico, “potencialmente creativa, en origen creadora y germen de vida en la ciudad” que ha sido “desplazada paulatinamente de su centralidad, borrada de los planes, expulsada de los relatos que dicen y construyen ciudad.”
Quienes dicen y construyen ciudad, quienes deciden de manera totalitaria sin contar con los procesos sociales (con los vecinos), atendiendo sólo a la forma física y dúctil que manejan con todo su ingenio como demiurgos enamorados de sí mismos y de su creación, no han surgido por casualidad, proceden de una evolución político-social que hay que conocer. Es un signo de la modernidad, en torno a los conceptos de eficacia, avance tecnológico y transformación, que no permite la coexistencia de una ciudad vieja y abigarrada, “un crisol demasiado humano, inaceptablemente conflictivo y problemático.”
Como dice Manuel Delgado, del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano de Barcelona, con respecto al conflicto de los manteros: “El espacio público no es para él, puesto que el espacio público debe permanecer ordenado, previsible, libre de sobresaltos, sin fealdad”, observando la comparativa social que se produce entre el comercio “de calidad” y aquel que parece urgente excluir. Pero la calle no es eso. La calle es “ese escenario donde acaba emergiendo todo lo que conforma lo maravilloso y lo arbitrario; también la pobreza.”
“Queda -dice David Harvey- para la teoría revolucionaria explorar el camino que va de un urbanismo basado en la explotación a un urbanismo apropiado para la especie humana. Queda para la práctica revolucionaria llevar a cabo tal transformación.”
Quienes dicen y construyen ciudad, quienes deciden de manera totalitaria sin contar con los procesos sociales (con los vecinos), atendiendo sólo a la forma física y dúctil que manejan con todo su ingenio como demiurgos enamorados de sí mismos y de su creación, no han surgido por casualidad, proceden de una evolución político-social que hay que conocer. Es un signo de la modernidad, en torno a los conceptos de eficacia, avance tecnológico y transformación, que no permite la coexistencia de una ciudad vieja y abigarrada, “un crisol demasiado humano, inaceptablemente conflictivo y problemático.”
Como dice Manuel Delgado, del Observatorio de Antropología del Conflicto Urbano de Barcelona, con respecto al conflicto de los manteros: “El espacio público no es para él, puesto que el espacio público debe permanecer ordenado, previsible, libre de sobresaltos, sin fealdad”, observando la comparativa social que se produce entre el comercio “de calidad” y aquel que parece urgente excluir. Pero la calle no es eso. La calle es “ese escenario donde acaba emergiendo todo lo que conforma lo maravilloso y lo arbitrario; también la pobreza.”
“Queda -dice David Harvey- para la teoría revolucionaria explorar el camino que va de un urbanismo basado en la explotación a un urbanismo apropiado para la especie humana. Queda para la práctica revolucionaria llevar a cabo tal transformación.”
Posteriormente tendremos cenador a precios populares.