lunes, 19 de noviembre de 2018

Boicot al "Black Friday"



El Black Friday o Viernes Negro es una jornada de... ¿descuentos? en las cadenas y grandes establecimientos con gran tradición en los Estados Unidos. Desde hace unos años está siendo importado a otros países como España, a pesar de representar como ningún otro día, el modelo de consumo que nos llevó a la crisis: despilfarro acrítico y enormes impactos sociales y medioambientales.

El consumo, la piedra angular del capitalismo, tiene un cita anormal el próximo viernes. Una moda que, como tantas, transmite el gigante norteamericano y que origina situaciones dantescas en las entradas de algunos establecimientos. El ser humano convertido en mero consumidor se hace realidad.

En los últimos años, las grandes cadenas intentan extender el fenómeno a otros países, y en España algunos sectores ya se frotan las manos. Por ejemplo, la distribución comercial por internet espera esos días un super crecimiento de ventas. El Corte Inglés y Media Markt extienden el viernes varios días más, en algo así como un "weekend friday". Y con el resacón, todavía más con el "Cybermonday", otra jornada de descuentos online. Y esto nada más empezar la campaña de consumo navideño.

Pero este modelo de ofertas, a pesar del explosivo crecimiento, beneficia básicamente a las grandes compañías, oligopolios del descuento, los horarios ininterrumpidos y los sueldos precarios. Antes bien, es un modelo de incentivos de compra a impulsos que desajusta los ciclos del pequeño comercio y zarandea sus posibilidades de subsistencia. 


Pero además, es un modelo que se aleja del consumo consciente e informado, y del objetivo esencial de conocer la trazabilidad del producto, porque las ofertas esconden todavía más si cabe, ante la idea de oportunidad única irresistible, sus impactos sociales y medioambientales. Tras los grandes descuentos se escuentra la encarnizada lucha por los precios y las promociones, guía que señala el camino de un modelo productivo globalizado donde la necesidad de reducir costes presiona hasta límites vergonzosos la mano de obra barata.

Algo más de un cuarto de la población mundial, forma parte de una sociedad de consumo para clases medias que pone a prueba cada día, en millones de supermercados, tiendas y centros comerciales, el mayor sistema productivo jamás conocido. Aunque se presenta como eficaz, es un sistema incapaz de resolver necesidades básicas como la alimentación mundial, con uno de cada ocho habitantes del planeta sufriendo hambre crónica, mientras un tercio de los alimentos que se producen cada año terminan en la basura, dice la FAO.

El modelo de producción y consumo low cost y la estructura oligopolística de las grandes multinacionales no sólo ha traído una crisis que castiga la pobreza, sino que ha puesto en jaque la viabilidad de su propia materia prima: el planeta Tierra.

Un Día Sin Compras como respuesta 

 
Sin embargo, colectivos sociales de todo el mundo se unen el viernes negro para celebrar una jornada de propuestas alternativas que alumbren un nuevo modelo de consumo. El Día Sin Compras reivindica desde hace años que la solución no es consumir a base de ofertones y descuentos sorprendentes, sino construir día a día otro modelo de consumo más equitativo y menos despilfarrador.

Así, los objetivos de un día sin compras comienzan por evidenciar los límites de un modelo de consumo capaz de arrastrarnos hasta esta crisis, pero contínuan, además, dando a conocer un gran abanico de alternativas que piden paso: las cooperativas de trabajo, los grupos de consumo autogestionado, el comercio justo, la banca ética, los bancos de tiempo, los proyectos de consumo colaborativo horizontal, las monedas sociales, los huertos comunales, los proyectos de soberanía alimentaria rural... Son alternativas que ponen el acento en lo local, la cercanía y las personas, pero también son alternativas que hacen economía. Y hasta números negros.