A la edad de 91 años nos ha dejado el compañero Josep Grau, ha tenido que ser la leucemia la que acabara con su vida, nada antes se la había podido arrebatar, ni la guerra, ni la represión franquista y no sería porque él no la arriesgara luchando contra el fascismo y contra el capital.
Josep, o Pepito, que es como se le conocía, nació en 1917 en un pequeño pueblo de la comarca catalana del Priorat, El Molar, hijo de un histórico cenetista de la región, y vivió hasta el estallido de la Guerra Civil en La Torre de l’Espanyol (Ribera d’Ebre, Tarragona). Estudió en un colegio de curas (Hermanos de la Buena Nueva), en el cual pudo entrar con la ayuda del patrón de la casa donde su madre era moza, quien le pagó los estudios. Fue un buen estudiante, aseguraba, pero sus profesores decían que fallaba en una cosa: la conducta.
Sus estudios propiciaron que a la edad de 15 años fuese el tesorero del Sindicato de La Torre, ya que much@s de l@s compañer@s no sabían ni leer, ni escribir. Al día siguiente del estallido revolucionario que había parado los pies a los fascistas sublevados, comenzó a organizar junto a sus compañer@s la Colectividad de su pueblo, en la cual participó la mayoría de la población. Según nos explicó, fue un éxito, el trabajo era más generoso y productivo y muchas familias que se odiaban llegaron a fraternizar, “quien no quiso participar no se le impidió y quien quiso abandonarla tampoco, más tarde volverían a pedir entrar vistos los resultados”. Además, esta colectividad fue un claro ejemplo de colectivización en la cual se llegó a abolir la moneda.
Luego partió hacia el Frente de Teruel y más tarde hacia Madrid, para combatir contra el fascismo con la Columna Durruti. Durante los Hechos de Mayo, la CNT consiguió controlar la situación en la región de Terres de l’Ebre, pero después de abandonar las armas fue detenido por los del ”PocSUC” (así los llamaba; “poc suc” significa en catalán algo así como “poco seso”) y le realizaron un simulacro de fusilamiento, luego fue liberado. Se marchó a Barcelona para pasar más desapercibido.
Una vez militarizadas las Milicias no quiso abandonar la lucha contra los fascistas y se inscribió en la escuela de vuelo del Ejército de la República en Murcia, convirtiéndose en aviador y combatiendo por el aire a la aviación italiana.
Perdida la guerra, llegaron el exilio, los campos de concentración (de los cuales se llegó a fugar) y a continuación, la Segunda Guerra Mundial y la lucha contra la ocupación nazi.
Tras la derrota del nazismo, no se podía abandonar la lucha contra Franco y como tantos otros vuelve a Catalunya y más concretamente, a Barcelona para participar en la guerrilla urbana libertaria. No tenía ningún tipo de documentación. Los compañeros conseguirían encontrarle un trabajo en el sector de la construcción en Sants. La CNT había reorganizado el Sindicato de este ramo y él asumió la tesorería, también distribuía la “Soli”, que en aquel tiempo se editaba en formato más pequeño, y las llevaba en una fiambrera para poder pasarlas más desapercibidamente. También se atrevió a acercarse a su pueblo para ver a la familia, pasando unos días escondido en una masía.
Durante este tiempo de clandestinidad en Barcelona conoció a Montserrat, una gran persona con quien ha compartido su vida hasta el final. Con ella salían a pasear por Barcelona, siempre cauteloso, consciente del peligro que corría si destapaban su identidad. Fue durante un paseo cuando vio que la Guardia Civil se llevaba a un compañero, pudiendo así informar urgentemente a la Organización. En otra ocasión, una procesión pasaba por la calle y un Guardia Civil les obligó a arrodillarse para realizar una ofrenda al Santo. Un buen susto, por suerte no fueron identificados. Pepito siempre decía: “Tuve mucha suerte, fueron muchas las veces que me hubieran podido coger pero tuve suerte”.
En la nochevieja de 1945, Pepito y otros compañeros pasaban la frontera con la nieve hasta las rodillas. Más adelante la cruzarían su compañera y su primer hijo, también clandestinamente. Esta vez cruzaban para quedarse y poder empezar una nueva vida, lejos de su tierra. Él se estableció de pintor, siempre decía que los franceses lo recibieron con hospitalidad, a pesar de las difamaciones que se llegaron a lanzar sobre l@s español@s exiliad@s.
En el año 1981, motivados también por si hijo Enric (el pequeño de sus tres hijos), decidieron volver a Catalunya, y justo cuando estaban llegando al pueblo que los acogería (Miravet, Ribera d’Ebre) escuchan por la radio la noticia del golpe de estado del 23F. Pepito no pudo evitar decir “ya podemos volver a Francia”, pero, claro, no lo hicieron.
Miravet ha sido donde ha pasado el resto de su vida, al lado del río Ebro. Amigo del arte y la cultura, pasaba sus años de jubilado leyendo, escribiendo sobre sus ideas, pintando decenas de cuadros, esculpiendo figuras de barro, o haciéndose cargo, hasta pocos días antes de caer enfermo, de su huerto ecológico.
El 9 de agosto de 2008 no perdimos a un hombre cualquiera, perdimos a uno de tantos militantes de una de las mejores generaciones que ha tenido el proletariado español, un de los que supieron dar la vida por una idea, luchando, huyendo, escondidos o en el campo de batalla cara a cara con la bestia fascista. Esta generación, sin embargo, nos ha dejado la mejor herencia que nos podían dejar, su esfuerzo nunca fue en vano, nos han enseñado como luchar, nos han enseñado que la mejor de las ideas posibles no es imposible, en la península estas ideas triunfaron y se hicieron realidad. Durante el verano de 1936, España fue el centro de atención del proletariado mundial, nosotr@s no lo olvidamos.
Pepito murió convencido de que la Anarquía no sólo es realizable, si no que es la única idea que puede poner orden en este mundo cada vez más deshumanizado y pervertido por el dinero. El cuerpo de Pepito fue incinerado y sus restos esparcidos tal como él quería, bajo las ramas de un olivo de la finca donde residía y que él mismo había plantado, en una ceremonia laica en la cual la CNT estuvo presente, en compañía de sus familiares y amig@s. Pepito, de tus experiencias sacaremos la fuerza para continuar luchando, hasta el triunfo final de la clase trabajadora. Que la tierra te sea leve.
CNT AIT TARRAGONA