'Los vencidos que no mueren' es un texto escrito por la poeta y anarquista italiana Virgilia D'Andrea en el año 1932. El texto ha sido traducido por Rebeldealegre y fue incluido en Arpillera N° 3.
Anarquía significa la destrucción de la miseria, el odio, la superstición, y la abolición de la opresión del hombre por el hombre; es decir, la abolición del gobierno y el monopolio de la propiedad.
La individualidad humana es un mundo profundo y misterioso que puede encerrar en sí toda visión de nuevos horizontes de variados y distintos sentimientos y afectos; por lo tanto el individuo, esta parte vital de la vasta armonía universal, debe poder dar libre escape a sus propias inspiraciones, debe tener la oportunidad de intentar toda vía que vea plena de luz y promesa. Debe ser libre de desarrollar sus actividades, inclinaciones y capacidades, sus energías a veces esotéricas, que siente palpitar en sí, todas ellas mutables en el espacio y el tiempo. Debe sentirse árbitro de su propio destino y dirigir el timón de su propia existencia hacia el puerto que sea el supremo sueño de su vida.
Los gobiernos, las religiones, las patrias, la moralidad, en sus propios intereses, no solo no reconocen aspiración individual alguna, sino que las violan y sacrifican. Los gobiernos oprimen al individuo. Las religiones obstruyen sus facultades racionales. Las patrias le empujan hacia el cataclismo y vórtice de la guerra. La moral le sofoca con imposiciones y deberes que están en contraste directo con sus necesidades e inclinaciones naturales. Estamos convencidos de que el ser humano jamás será liberado si está atado espiritualmente a los prejuicios de dioses, moralidades o cualquier forma de dominación o subyugación. Por ende, nuestra lucha es por liberarle de las garras de estas terribles restricciones intelectuales y económicas. Nos rebelamos contra la sociedad que despóticamente clama el derecho criminal de disponer de sus miembros.
El ser humano debe cambiar radicalmente las nociones que han sido clavadas en su cerebro con el martillo del hábito y de siglos de esclavitud, tales como: “Sin jefes nadie trabajaría,” “Nada florece sin Dios,” y “La vida social es imposible sin gobierno.”
Todo lo que es bello y grandioso es logrado por la peligrosa marcha de la humanidad, y siempre contra Dios, amos y gobierno.
La llama del pensamiento, la magnificencia del arte, los descubrimientos maravillosos, la audacia de las invenciones pertenecen a períodos revolucionarios, cuando la humanidad, cansada de las cadenas de sus restricciones, las destroza, y se detiene ebria para respirar la brisa del más vasto y libre horizonte.
A quienes afirman que sin gobierno, legislación y represión, necesarios para que la ley se respete y los transgresores sean castigados, habrá desorden y delincuencia, les contesto: Miren a su alrededor, ¿no pueden ver el temible desorden en todo dominio de la vida social. Desorden que reina a pesar de la autoridad que gobierna y de la ley que reprime? ¿No pueden ver que el incremento de regulaciones hace a la legislación más severa, el dominio de la represión se extiende, y la inmoralidad, la humillación, los crímenes y las faltas se multiplican? Y el espectáculo de injusticias, tan repugnantes, está ante nosotros, torturando nuestra alma y nuestra vida.
La toma del poder, el contacto con él, el apoyarlo, bajo cualquier pretexto de bandera, celebridad, homenaje a un espejismo o principio, a pesar de toda apariencia, a pesar de las trilladas y repetidas fórmulas, traen degeneración en todo tiempo y lugar, a personas, grupos y partidos. Lejos de ser estímulo del progreso, se vuelven fuerzas del conservadurismo. Y pronto, puesto que el mundo marcha independiente de éstos, se tornan en causas de reacción. El poder usa lo peor en el ser humano y lo peor entre los seres humanos; eleva, premia y exalta al vil y al servil, y odia y castiga la independencia y dignidad personal.
Nos preguntan: ¿Cuándo dominarán los anarquistas? Dominaremos nunca. Hasta el momento (su lejanía depende de cuán distantes estén vosotros de nosotros) de la realización de una sociedad basada en contratos libres y voluntarios, en la que nadie pueda imponer su voluntad sobre otros porque la asociación será libre y ocupada en el crecimiento y desarrollo en vez de en el sacrificio del individuo, estaremos siempre en nuestro lugar, junto a quienes, como nosotros, no quieren ser oprimidos, ni oprimir, y quienes quieren hacer avanzar a quienes son oprimidos. Seguiremos fuera de todo gobierno y contra todo gobierno para indicarle a las personas la vía a su propia liberación, donde tomarán en sus propias manos su propio bien y felicidad.
Nos preguntan nuevamente: ¿No serán entonces siempre vencidos? No! Es sólo que no nos engañamos con que para vencer debamos tomar el lugar del dominador vencido. Aún si la Anarquía no puede realizarse hoy, mañana, o tras siglos, lo esencial para nosotros es marchar hacia la anarquía hoy, mañana y siempre. Todo golpe a la institución de la propiedad privada o al gobierno; toda exposición de sus mentiras, toda actividad humana que pueda quitársele al control de la autoridad, todo esfuerzo por elevar la consciencia de las personas incrementando el espíritu de iniciativa y solidaridad, es un paso hacia la anarquía.
Requerimos discriminar entre progreso real hacia nuestro ideal y no confundirlo con reformas legales hipócritas, que, bajo el pretexto de la mejora inmediata, distrae a las personas de la lucha contra la autoridad y tiende a paralizar sus actividades, con la esperanza de que algo puede lograrse con la bondad de amos y gobiernos.
Virgilia D’Andrea, anarquista y poeta italiana.