
Lo que no se puede negar es que el Clero  español fué durante siglos uno de los principales aliados de las clases  dominantes. Esto explica por qué, mucho antes del estallido de la Guerra Civil, cualquier  acción revolucionaria de las masas del proletariado urbano y rural comenzaba con  la quema de templos y lugares considerados santos, como sucedió varias veces tras la  proclamación de la República burguesa en 1931. La clase obrera había puesto siempre en un  mismo plano su liberación política y la eliminación del yugo impuesto por la  Iglesia. Ésta, por su parte, respondió al odio del pueblo con el odio al pueblo.  Por eso bendijo el alzamiento militar contra la República calificándolo de  "Cruzada Nacional", en vez de buscar la reconciliación entre los beligerantes,  como hubiera sido su deber cristiano. O como reconocería al salir de Cataluña  un sacerdote salvado por Lluís Companys: "los rojos han destruido nuestras  casas, pero nosotros, los sacerdotes, los hemos destruido antes a ellos". 
Esto es indudablemente cierto, pero no menos  cierto es que matar a monjas y sacerdotes indefensos por grupos oportunistas e incontrolados, constituía todo lo  contrario de un acto revolucionario. Esta innoble manera de obrar  horrorizaba  también a muchos partidarios y protagonistas de la revolución, lo que explica  que en la medida de sus fuerzas acudieran en ayuda de posibles víctimas. Ya hablamos en nuestro blog del cura que fué cobijado al amparo y protección de Durruti en su propia Columna de milicianos. Otros ejemplos fueron Joan  Peiró y Joan Saña quiénes salvaron con su autoridad moral en la CNT de Mataró a  diecisiete monjas de un convento de clausura situado en la calle de la Coma,  donde también vivía Saña. Casos de este tipo se dieron por todas partes, aunque  la historiografía les haya prestado poca atención.
El arzobispo de Tarragona, Francesc Vidal i Barraquer, buscó refugio en casa de Ramon Porté, secretario comarcal de la CNT tarraconense: "Acudo a la CNT", dijo, "en demanda de protección para mi vida, porque si la CNT no me protege y me matan, cosa que ocurrirá fatalmente, en el extranjero utilizarán mi muerte para propaganda difamatoria de la causa republicana en general, y particularmente contra la CNT y la FAI". Cipriano Mera, por su parte, salvó la vida del obispo de Sigüenza tras haber ocupado el palacio episcopal de la ciudad.
El arzobispo de Tarragona, Francesc Vidal i Barraquer, buscó refugio en casa de Ramon Porté, secretario comarcal de la CNT tarraconense: "Acudo a la CNT", dijo, "en demanda de protección para mi vida, porque si la CNT no me protege y me matan, cosa que ocurrirá fatalmente, en el extranjero utilizarán mi muerte para propaganda difamatoria de la causa republicana en general, y particularmente contra la CNT y la FAI". Cipriano Mera, por su parte, salvó la vida del obispo de Sigüenza tras haber ocupado el palacio episcopal de la ciudad.