sábado, 4 de agosto de 2018

Sí, ya sabemos que no es navidad, pero las personas que viven en la calle también sufren durante la ola de calor


A las temperaturas extremas que trae la ola de calor, se les suman la dificultad para conseguir agua y resguardarse del sol, la mayor exposición a ataques y robos y los inconvenientes de salubridad que traen algunos insectos. Aunque los Ayuntamientos activan operaciones por el calor extremo, las ONG destacan que el sinhogarismo es un problema estructural y que la calle es “dura de por sí en cualquier momento del año”.

En España hay 31.000 personas que sufren sinhogarismo. Elijo utilizar este término -en lugar del tradicional de "personas sin hogar"- porque permite una mirada más ajustada de este problema social: al contrario de lo que muchas personas creen, el sinhogarismo no es nunca una elección personal y tampoco es sólo un camino de malas decisiones individuales. Las personas que viven en la calle sufren para hidratarse y resguardarse del sol durante la ola de calor.

La gente tiene la sensación de que el calor no es un problema para las personas que viven en la calle. Pero el verano es igual de duro que cualquier época del año. La exposición continua al sol puede causar insolaciones, quemaduras y deshidratación a las personas que duermen a la intemperie la situación higiénica es aún peor. El calor es mortal, te asfixia.

El verano en la calle se pasa muy mal. El cansancio se hace más difícil de soportar para personas que pasan muchas horas caminando por la ciudad. Y la falta de un domicilio complica la posibilidad de encontrar sitios donde puedan descansar y asearse.

Desde la Fundación RAIS, que se dedica a ayudar a las personas sin hogar, explican: “El calor afecta a las personas que viven en la calle del mismo modo que a cualquiera y encima tienen el agravante de no tener las soluciones a mano”. Rechazan que se trate el sinhogarismo como una emergencia meteorológica. “Es una vulneración de un derecho fundamental. El principal problema es la falta de una vivienda digna, un espacio seguro”, sostiene. Para RAIS, el sistema de atención intenta solucionar el problema con “parches”.
 
Algunos Ayuntamientos, como el de Madrid, Barcelona o Murcia, activan en verano protocolos especiales de información y asistencia, ya que es en verano cuando se intensifican las tareas de atención e insisten en que las situaciones más graves son las de las personas con problemas de drogadicción, alcoholismo o de salud mental, porque pueden no ser conscientes de los riesgos.

No todos los centros de asistencia, sin embargo, se mantienen abiertos durante el verano y las personas que los usan con frecuencia lo notan. El centro Santiago Masarnau, de Madrid, es uno de los que frena su actividad en agosto por las vacaciones del personal voluntario. Puede llegar a atender a unas 200 personas, que durante ese mes son dirigidos a otras instalaciones. Un trabajador del centro señala, sin embargo, que en esta temporada algunas personas en situación de riesgo se marchan a otras ciudades en busca de trabajo o para visitar a sus familias. También las ONG reducen su actividad en agosto, cuando muchos voluntarios se van de vacaciones o vuelven a sus casas por el verano.

En verano las personas que viven en la calle se exponen a más delitos de odio. Están más expuestos porque duermen menos resguardados y además la gente sale más de fiesta. A veces intentan robarles, grabarlos con el móvil y les tiran botellas.

Según los datos del Observatorio Hatento de Delitos de Odio contra las Personas sin Hogar, las agresiones aumentan cuando comienza el buen tiempo: en los meses de primavera y verano de 2016 registró 713, frente a los 559 en otoño e invierno. Hatento señala que casi la mitad de las personas sin hogar manifiesta haber sufrido algún delito de odio.