sábado, 16 de mayo de 2020

Disponible número 7 de “La Safor Llibertària”. Artículo "Las paradojas de la sociedad del S. XXI"




Ya está disponible el número siete de la publicación “La Safor Llibertària”, órgano de expresión del SOV de la CNT-AIT de La Safor, en formato PDF y en formato revista para poder imprimirlo. Podéis hacerlo en los siguientes enlaces:
Por otra parte compartimos un artículo aparecido en este número de La Safor Llibertària bajo el título de "Les paradoxes de la societat del S.XXI" y que aquí presentamos traducido al castellano.

LAS PARADOJAS DE LA SOCIEDAD DEL SIGLO XXI


La intervención social en los Estados de Bienestar y el sistema neoliberal


La idea de Estado del Bienestar a menudo va ligada a la idea de Democracia moderna. Es la idea de una democracia cada vez más participativa que satisface todas las necesidades de sus conciudadanos mediante la construcción social, económica y política de un modelo de sociedad paternalista y benévolo llamado " Estado de Bienestar ". ¿Pero realmente es eficaz este modelo de vertebración social? ¿Consigue satisfacer las necesidades de la clase trabajadora y atender a los intereses de los sectores más desfavorecidos? ¿Es, en definitiva, la consecución del Estado de Bienestar lo más deseable, pudiendo considerarlo el punto más álgido del progreso social?

Desde una visión historiográfica y oficial, si la aparición de las democracias fue quizás lo más destacable a lo largo del siglo XX, en las sociedades contemporáneas del siglo XXI los avances científicos y tecnológicos y la hiperinformación tratan de modernizar las democracias del siglo anterior para reforzar y consolidar el nuevo tesoro: el Estado de Bienestar

Sin embargo, ¿hemos obtenido los resultados esperados? La mayor participación del conjunto de la sociedad y la existencia de relaciones de cooperación entre distintos países y organismos debería haber asegurado la creación de sociedades igualitarias donde todos y cada uno de sus miembros tienen cubiertas sus necesidades básicas y vitales. Pero pese a todo, parece que los objetivos no acaban de lograrse. Probablemente incluso muchas veces ni siquiera se contemplan objetivos a alcanzar y, por tanto, no existe ninguna actuación ni intervención de ningún organismo. 

Las sociedades modernas del siglo XXI, muchas de las cuales ya cuentan con más de un siglo tratando de mejorar sus democracias, no han conseguido todavía eliminar las desigualdades que acogen en su seno. Aunque puede que hayan democratizado las instituciones y las estructuras estatales, no han conseguido aún democratizar la sociedad, no han conseguido extender la igualdad a todos los ámbitos: el educativo, el laboral, el sanitario, etc.

Entonces aparece la primera paradoja, una contradicción en pleno siglo XXI y en la que una sociedad modernizada industrial y tecnológicamente sigue dividiéndose en dos sectores: los ciudadanos y los desheredados, es decir, aquellos que pueden mantener su vida pública e individual de acuerdo con el entorno social, y aquellos que no pueden acceder a este entorno social, a una alimentación y educación adecuadas, a posibilidades laborales dignas y lejos de la precariedad... en pocas palabras, aquellos a quienes les es negada la condición plena de ciudadanos. Son la mano de obra barata y no cualificada que necesitan los estados neoliberales, cuyos intereses se contraponen directamente a los objetivos de los supuestos Estados de Bienestar. Y mientras no desaparezca esta dualidad que caracteriza a los sistemas democráticos, nuestras sociedades no estarán nunca a la altura de la historia que nos ha tocado vivir.

El futuro del Estado de Bienestar

¿Hacia dónde debería caminar el Estado de Bienestar? Pues hacia la disolución de sí mismo, hacia su desaparición en tanto que se han eliminado las desigualdades sociales y las funciones de este Estado de Bienestar quedan ya obsoletas y sin sentido. Esta debería ser la verdadera tarea del Estado de Bienestar: la desaparición de todas las desigualdades en una sociedad y la participación activa en la organización de todos los ámbitos de la vida social e individual. En el momento en el que este objetivo se haya alcanzado, en el momento en el que una misma sociedad, per se, asegure la igualdad plena de sus miembros, el Estado de Bienestar y todas las actuaciones que se derivan serán innecesarias. 

Posiblemente este sea uno de los motivos por los que sabemos que el Estado del Bienestar se organiza para perpetuar el sistema de desigualdades, pues sin estos no tendría ningún sentido la acción tutora y paternalista de ningún Estado. Es por ello, entonces, que ningún Estado nunca acabará con las desigualdades sociales y económicas, por lo que toda figura de Estado deberá ser eliminada, puesto que ante una nueva sociedad donde sus miembros organizan la respuesta a sus propias necesidades, la acción tutora del Estado, sea del tipo que sea, es completamente irrelevante y prescindible.

Pero el Estado se nos aparece como la gran alma mater de la humanidad, como el salvador que nos evitará todo sufrimiento y desgracia, y por eso nos envía a su redentor: el Estado de Bienestar. Con el fin de combatir las deficiencias que muestran los sistemas neoliberales, los Estados se nos presentan mediante varios tipos de intervenciones, tanto institucionales como no institucionales y tanto estatales como no estatales (ya que también cuentan con las iniciativas privadas afines a su funcionamiento). Hay que prestar especial atención, nos dicen, a aquel sector que hemos definido como los desheredados. Entonces, tal es la función de los Estados de Bienestar: una función, la de asistencia, paliativa y preventiva respecto de las desigualdades, que mejor tendría que huir de convertirse en el objetivo para conformar un instrumento más hacia a la erradicación completa de estas desigualdades al entender que el objetivo del Estado del Bienestar debería ser éste: no prevenir ni paliar, sino erradicar.

En consecuencia, prevenir y paliar deben convertirse en medios para alcanzar el objetivo de erradicar, objetivo que necesita también de otras estrategias que puedan constituir una acción global y no fragmentada hacia la realidad sobre la que actúa y que al tiempo que refleje todos y cada uno de los conflictos de manera general, también sea capaz de ofrecer una perfecta visión diferenciada e interrelacionada del problema social. Sin embargo, repetimos, la idea de Estado de Bienestar es paliativa y no resolutiva. Y en tanto que es paliativa, se demuestra y se acepta que el Estado es creador y mantenedor de desigualdades y que se necesita de un monstruo caritativo llamado Estado de Bienestar, de carácter compensatorio, para ofrecer una imagen equilibrada sobre uno de los sistemas más desequilibrados que podrían existir.

Esto nos conduce a la afirmación rotunda de que el Estado no funciona. Y no funciona porque no actúa sobre la génesis de los problemas, ya que una intervención eficaz sobre las debilidades de las sociedades modernas debería conseguir relacionar todos los conflictos y problemas particulares y concretos bajo una gran visión global que no perjudique la identificación de estos conflictos sino que contribuya a su solución a partir de su relación con el resto de problemáticas.

Estado, Sociedad e Individuo

Esta perspectiva más global que conforma el Estado de Bienestar se construye, entonces, a partir de otras visiones menos vastas y más concretas, visiones que toman forma con las diferentes políticas y programas dirigidos tanto a problemáticas más generales -los roles de género, el acceso universal a la educación o una alimentación básica garantizada- como también a problemáticas concretas -la violencia machista o la defensa de los derechos de una etnia o cultura determinada , la intervención en grupos de población en riesgo de exclusión social, etc.- .

En este punto llegamos a una segunda paradoja: cuando debería ser el Estado de Bienestar quien, con sus propios mecanismos, garantizara el bienestar -valga la redundancia- de la sociedad y la protección de los desheredados, la realidad nos muestra que es la sociedad con las diferentes iniciativas y programas quien realmente garantiza el mantenimiento del Estado de Bienestar e intenta poner solución a las carencias de éste: no es el Estado de Bienestar quien cuida de la sociedad sino a la inversa. La reciprocidad entre Estado, Sociedad e Individuo se produce de una manera tan intensa e interactiva que a menudo da lugar a serias confusiones que nos llevan a invertir los papeles y las funciones de cada uno.

Dicho de otro modo: el Estado debe garantizar el cumplimiento de los derechos que pregona, pero como no lo puede hacer surgen iniciativas populares y/o privadas -organizaciones, asociaciones, etc.- para hacer efectivo el cumplimiento de estos derechos. De esta manera es el individuo quien mantiene una lucha diaria contra las desigualdades, pero siempre dentro de las reglas impuestas por el Estado y por el capital, por lo que la inmensa mayoría de intervenciones se convierten en asistenciales y difícilmente actúan sobre la causa de los problemas. Y sin darse cuenta de ello, los únicos derechos que estamos garantizando no son ni los del individuo ni los de la sociedad, sino los del Estado y su autoridad.

Las iniciativas locales

Posiblemente las pequeñas iniciativas de carácter localizado sean las intervenciones más eficaces en tanto que surgen en el mismo foco del conflicto y se desarrollan en un contacto permanente con esta misma problemática. Este hecho nos demuestra una vez más que las sociedades deben construirse desde las bases y nunca de manera vertical, descendente y ajena a estas bases que son los individuos. Son las comunidades organizadas de manera horizontal quienes nos conducirá hacia el verdadero punto álgido del progreso humano.

Por otra parte, a menudo al problema social que se quiere atender se deben añadir las problemáticas de los recursos y de la financiación, lo que frecuentemente provoca serios desequilibrios entre los conflictos presentes y la capacidad de las intervenciones existentes, confirmando así la contradictoria dualidad entre estado neoliberal y estado de bienestar dentro de un mismo sistema y sociedad.

Un ejemplo lo tenemos en la atención a la infancia. De hecho, uno de los sectores de población más críticos y que más urgentemente reclama la atención de los diferentes organismos que trabajan por la defensa y cumplimiento de los Derechos Humanos es el sector infantil. La infancia se encuentra totalmente desprotegida y falta de recursos físicos, psicológicos e intelectuales para defender sus propios derechos, quedando a merced de las intenciones o necesidades del mundo adulto y de la sociedad que les rodea. Es un sector de población dependiente por naturaleza, y su biología impide cualquier intervención dirigida a su emancipación o autosuficiencia temprana por razones obvias.
Pero además, y es lo más importante, la infancia de hoy es la sociedad del mañana, son las personas que establecerán la sociedad futura mediante sus relaciones psico-afectivas y sociales y resulta imprescindible y primordial conseguir una infancia sana, educada, libre y feliz. Muchas de las acciones encaminadas a la protección a la infancia a nivel europeo se engloban bajo un conjunto programático, totalmente estructurado y normativizado, que llamamos "políticas de Atención y Educación de y la Primera Infancia".

Esta atención temprana ha cobrado tanta importancia que las acciones llevadas a cabo proceden tanto desde las diferentes administraciones e instituciones como desde iniciativas de asociaciones de carácter local y con recursos mucho más modestos. Sin embargo y atendiendo a la importancia de la etapa infantil en el desarrollo humano, sobre todo desde perspectivas pedagógicas, estas intervenciones no se encuentran a la altura del conflicto.

Realmente la atención a la infancia no es nada coherente con lo que reflejan los currículos educativos, los informes de diferentes organismos médicos o sociales, o las investigaciones psicopedagógicas y científicas más a la vanguardia, como las realizadas por el neuropsiquiatra infantil Jorge Barudy y que demuestran la relación directa entre el desarrollo neuronal y el afecto, el vínculo o la crianza de apego.

Las necesidades que muestra la población infantil sobrepasan de manera alarmante los recursos que ofrecen las administraciones e incluso otras organizaciones como las de carácter no gubernamental, y en consecuencia encontramos iniciativas más modestas que aparecen desde la convivencia con el conflicto cuyas humildes actuaciones desprenden una humanidad que difícilmente se podrá encontrar reflejada en leyes y decretos. Esta humanidad, esta disposición plena de la afectividad como una herramienta positiva más, se convierte en un contacto directo de los afectados y afectadas con la sociedad que los tendría que acoger y proteger. No son ayudas económicas ni teorías igualitarias hacia los desheredados, sino que se trata de una mano cálida y fraternal extendida a aquellas personas que lo necesitan.

Así, con esta tarea que podríamos calificar de socioafectiva, aparecen nuevas iniciativas que pretenden devolver a la sociedad el carácter humano que no debería haber perdido nunca. Se reivindican los espacios físicos y temporales destinados a la familia, entendiendo la familia no desde una perspectiva tradicional sino percibiéndola como el primero y más cercano espacio de protección y desarrollo del niño. Más que de "familia", deberíamos hablar de "comunidad afectiva". Su objetivo es buscar espacios o puntos de encuentro que favorezcan la comunicación desde el afecto, el respeto, el diálogo y la solidaridad, combatiendo la alienación a la que nos vemos sometidos como individuos en provecho de la sociedad. 

Aparece aquí una tercera paradoja que conforma una característica inherente a las sociedades modernas del siglo XXI, y es que si bien debería ser la acción del individuo la que conforme la sociedad siguiendo los intereses y necesidades de los individuos en cada momento, es la sociedad quien construye la esencia de cada individuo, imponiéndoles sus necesidades e intereses como sociedad, en este caso, como sociedades neoliberales.


No, en absoluto funcionan las "políticas de Atención y Educación de y la Primera Infancia " cuando proceden de su idea genérica de Estado de Bienestar. Al Estado sólo le interesa salvarse a sí mismo como institución. Entonces, ¿cómo podría un Estado favorecer políticas que revelarían, de ser efectivas, la inutilidad de su propia existencia? Y por otro lado, si la idea de Estado de Bienestar es capaz de dejar desamparado uno de los sectores más vulnerables y débil, ¿qué no será capaz de hacer con la clase trabajadora adulta?

Del mismo modo que hemos hecho con la infancia, podríamos tratar de analizar todos y cada uno de los sectores vulnerables y agredidos constantemente por los Estados. Los colectivos étnicos o migrantes, por ejemplo, siguen siendo otros grandes afectados en este desequilibrio sistémico y humano, lo que debería provocar un nuevo debate social y que en cambio continúa escondiéndose bajo la alfombra, pisando una y otra vez los derechos de estos colectivos y, por extensión, los derechos humanos. Es la retórica eufemística de los Estados, la misma que traslada el eufemismo de las palabras a los hechos y consigue distorsionar la realidad social. El debate que ha poner en discusión la necesidad de las fronteras y las naciones, que debe discutir el libre tránsito de las personas en todo el mundo… se convierte en inexistente y esconde esta realidad de ciudadanos de primera, ciudadanos de segunda, y no-ciudadanos. Las consecuencias son un mayor esfuerzo social, que no estatal o gubernamental, con el fin de equilibrar el sistema y solucionar estas desigualdades, y las energías que necesita una sociedad para progresar serían dirigidas a curar las heridas que el mismo sistema provoca. En consecuencia, podemos afirmar que el progreso de la sociedad real y participativa es obstaculizado por el modelo de sociedad que impone el Estado de Bienestar -y todo Estado en general- en la medida en que evita intervenir en la raíz de los conflictos.

¿Qué rumbo toma la sociedad del siglo XXI?

La sociedad actual es excesivamente cambiante y esta situación requiere poner en valor estas relaciones afectivas y humanas tan preciadas.

Apenas estamos entrando en el primer cuarto del siglo XXI y nuevo cambia el paradigma. Con él, han de cambiar también nuestras actuaciones: deberíamos ser suficientemente inteligentes y aprovechar estos momentos históricos para consolidar nuevos tejidos sociales basados en relaciones humanas afectivas, respetuosas y solidarias que logren sustituir las relaciones verticales y excluyentes de los sistemas neoliberales.

Es necesaria la colaboración protagonista de todo individuo en la creación global de la nueva comunidad. Estamos presenciando unos momentos de vacío histórico donde el individuo reclama su participación activa y las instituciones cada vez pierden más representación en beneficio de la extensión de la democratización real y no institucional, la que presupone la acción libre de todo individuo y su auto-organización al margen de cualquier tipo de modelo estatal. Son unos momentos extraños en los que el individuo quiere recuperar aquella vertiente humana robada tiempo atrás y que toda la tecnología actual no ha logrado sustituir.

Son los momentos en los que el Estado de Bienestar debe intentar autodestruirse y romperse como el huevo que da lugar al nacimiento de una nueva vida, una vida donde no existan desheredados y donde el individuo por fin llegue a construir su propia sociedad. Cuando ese momento llegue, cuando el individuo y la comunidad forman un todo, no habrá lugar ni espacio para las desigualdades y nos encontraremos en un perfecto y próspero equilibrio de igualdad y libertad.


Traducción al castellano de texto publicado en La Safor Llibertària nº 7