El nacionalismo es un llamamiento a los instintos mas primarios del ser humano: la tierra y la sangre; es decir, la tribu. Por lo que se refiere a la sangre, lo dijo bien claro aquel inefable presidente del PNV que habló del RH negativo de los vascos, por citar sólo un ejemplo. Y por lo que respecta a la tierra, un trabajador, si es nacionalista, puede sentirse más afín a un compatriota explotador que a un explotado del otro lado de la frontera. Sólo así puede entenderse que haya independentistas que afirmen que el territorio a cuya independencia aspiran es un marco autónomo de lucha de clases, cuando, por el contrario, fue siempre axiomático, históricamente, que la única patria del obrero es su propia clase. Más asombroso es aún, si cabe, que se hable de nacionalismo de izquierdas, cuando la izquierda es internacionalista por definición. En cualquier caso, parece evidente que nacionalismo y anarcosindicalismo son conceptos antagónicos, y ello por muchas razones: dejando a un lado que los intereses de los trabajadores son económicos y no políticos, lo cual ya sería una razón de peso, habría que tener en cuenta que la insolidaridad y el egoísmo son consustanciales con el nacionalismo, lo cual choca frontalmente con el concepto de solidaridad, principio fundamental de la ética libertaria. Además, los libertarios –que siempre hemos pretendido la máxima difusión de la cultura verdaderamente popular- vemos cómo las diferencias culturales (y muy especialmente la lengua) son utilizadas no para el mutuo enriquecimiento cultural, sino como arma arrojadiza contra el otro, e incluso como instrumento de opresión, en perfecta coherencia con el expansionismo y el anexionismo que están en la base de todo auténtico nacionalismo. Y para ello, si es preciso, se falsifica la Historia. Últimamente está de actualidad en Europa el debate sobre la conveniencia o no de la independencia de Kosovo. Por un lado, Serbia, y su aliado ruso, se oponen a ella, mientras que muchos países de la UE se declaran a favor y el gobierno español se mantiene en una postura ambigua, temiendo que ello siente un precedente que aleguen, a no tardar, Cataluña y Euskadi, las cuales (podía ser de otro modo) se han mostrado a favor de la independencia de los kosovares. Pero, si recordamos un poco la Historia, no sólo veremos que los conflictos de intereses entre naciones han causado las guerras (en las que los trabajadores somos los perdedores seguros), sino que podremos comprobar también el comportamiento absolutamente reaccionario de los nacionalistas: desde la colaboración descarada con el nazismo de no pocos movimientos independentistas (por ejemplo, los bretones y los flamencos), hasta la vergonzosa traición de los gudaris, que se rindieron cobardemente en Santoña (Cantabria) en 1937, facilitando así el derrumbamiento de todo el frente norte. Pero es que antes ya había intentado el PNV pactar con los fascistas por mediación del Vaticano. Y así hasta el infinito. Pero que quede claro que nuestra critica al nacionalismo es una critica TODOS los nacionalismos. En el enfrentamiento entre el Estado español y los movimientos que pretenden la construcción de otros Estados en la Península Ibérica, nos declaramos completamente neutrales. No estamos dispuestos a tomar partido por ninguno de los bandos, porque esa no es nuestra lucha, ya que nuestra meta irrenunciable es la desaparición del Estado (de todos los Estados) y, por supuesto, de toda forma de autoridad. En ocasiones se habla de anarcoindependentismo, pero eso no puede existir en el sentido político que se le da, y parece que el nacionalismo – el independentismo, en suma- está siendo utilizado como maniobra de distracción que desvíe a algunos incautos de sus verdaderos intereses, del mismo modo que fue utilizado hace ya un siglo el anticlericalismo que propagaba Alejandro Lerroux. Nosotros pretendemos -por utilizar la expresión clásica- la libre federación de libres asociaciones de trabajadores libres. Luchamos por el Comunismo Libertario. Esa es nuestra finalidad.