El histórico anarquista acaba de publicar en varios poemarios sus experiencias vitales y políticas en las ciudades en las que residió
José Luis García Rúa es uno de los últimos históricos del anarquismo español. Fallecida Federica Montseny, García Rúa mantiene el idealismo libertario y permanece fiel a la CNT en unos tiempos en los que esta militancia se presenta como una especie de acto 'quijotesco'. «Los sindicatos y los partidos han aceptado el envite de la patronal y del Estado a través de las subvenciones y se ha creado una nueva clase social», comenta García Rúa.
-¿El recuerdo de la República y la Guerra Civil está ofreciendo una buena imagen del anarquismo español?
-El anarquismo es una teoría o actitud vital inconfesable, porque nunca tuvo buena prensa. El anarquismo es la negación de lo oficial, de ahí que el mal juicio al anarquismo esté justificado. A Grimau lo fusilan, pero a los líderes anarquistas les dan garrote vil, con lo que la negación a los anarquistas llega hasta la indignidad.
-¿Por qué tiene tan escasa presencia social y política el anarquismo en la actualidad?
-La historia siempre la escriben los vencedores y el anarquismo ha sido el gran enemigo. La única revolución que se hizo en el mundo, desde el punto de vista humano y de la justicia, fue la española. Hasta tal punto fue buena que cuando el conde de Romanones sale de la cárcel y ve el estado de sus tierras de Cuenca, se las encuentra muy mejoradas. Lo hizo una comuna libertaria. Romanones fue en busca de su líder a la cárcel para que fuera capataz en la finca. El anarquista le contestó que las tierras las mejoró para el pueblo, pero no para el conde de Romanones, y se quedó en la cárcel.
-¿Y qué ocurrió con el anarquismo durante la transición?
-La mayor fuerza represiva contra la CNT se produce tras la muerte de Franco. Nos acusaron del incendio de la discoteca Scala de Madrid, cuando fue un confidente de la policía, y se conocen nombres y apellidos. A partir de ahí, todo fue represión mediática, sindical y policial.
-¿No es paradójico que la izquierda también reprimiera a la CNT?
-La izquierda y la derecha se diferencian en muy pocas cosas. La izquierda intentó asimilar a la CNT, pero no lo consiguió. Prieto decía que a la CNT no se la puede combatir desde fuera, porque se la hace más fuerte, y que se hace desde dentro. En la CNT no se piden referencias y cualquiera que entra tiene un cargo en dos semanas. Pero ni por un medio ni por otro han acabado con la CNT. Cualquier otra organización habría desaparecido de haber sufrido la represión a la que fue sometida la CNT. Sin ir más lejos, el pasado primero de mayo el alcalde de Granada nos prohibió celebrar un acto. Fuimos allí y celebramos nuestro acto, donde había trescientas personas que abuchearon a la policía. Eso no ocurre con otras organizaciones, porque hay algo en la CNT contra lo que no pueden.
-¿Cuál es su opinión sobre la actual situación sindical?
-Se ha practicado una baja política. El régimen de Franco no tenía salida, debido a su asfixia en todos los órdenes, y la buscaron en la transición. Era el momento en el que los partidos políticos podrían haberse mantenido firmes, pero tuvieron que transigir con una Constitución que fue un toma y daca. Se dio un certificado democrático para que persistiera la España franquista. Es paradójico ver a aquellos que fueron anticonstitucionalistas defendiendo la Constitución. Una democracia en la que el pueblo soberano no pinta lo que debe no es una democracia. A los sindicatos se les ha dado un área de poder y ese área la justifican con dinero al permitirles tener liberados, estructuras y propiedades gracias al dinero del Estado, y esa es la situación de los partidos y sindicatos. Hoy no existen sindicatos sino estructuras administrativas que colaboran con el régimen. Son apagafuegos, porque su política cuando se produce una estampida consiste en rodearla y esperar a que se cansen las reses.
-¿Como anarquista, qué se puede hacer?
-La historia sin el Hombre no camina, aunque a veces tengamos la sensación interna del desánimo. Tenemos el convencimiento racional de que el mundo no puede tener una única salida neoliberal. Sabemos que nunca se hace nada en vano y que todo lo que hacemos tiene su consecuencia, que una acción lleva a otra. El liberalismo tiene un término y debemos estar en él. Lo importante no son las personas sino el fracaso del pueblo, y en eso estamos, aunque sabemos que Zamora no se tomó en una hora. Nosotros no somos como Carrillo y muchos otros, que abandonaron sus creencias y consiguieron ser 'honoris causa'. Una de las cosas que más me preocupan es que la gente ha olvidado quien era Franco y mantiene una gran ignorancia del pasado.
José Luis García Rúa es uno de los últimos históricos del anarquismo español. Fallecida Federica Montseny, García Rúa mantiene el idealismo libertario y permanece fiel a la CNT en unos tiempos en los que esta militancia se presenta como una especie de acto 'quijotesco'. «Los sindicatos y los partidos han aceptado el envite de la patronal y del Estado a través de las subvenciones y se ha creado una nueva clase social», comenta García Rúa.
-¿El recuerdo de la República y la Guerra Civil está ofreciendo una buena imagen del anarquismo español?
-El anarquismo es una teoría o actitud vital inconfesable, porque nunca tuvo buena prensa. El anarquismo es la negación de lo oficial, de ahí que el mal juicio al anarquismo esté justificado. A Grimau lo fusilan, pero a los líderes anarquistas les dan garrote vil, con lo que la negación a los anarquistas llega hasta la indignidad.
-¿Por qué tiene tan escasa presencia social y política el anarquismo en la actualidad?
-La historia siempre la escriben los vencedores y el anarquismo ha sido el gran enemigo. La única revolución que se hizo en el mundo, desde el punto de vista humano y de la justicia, fue la española. Hasta tal punto fue buena que cuando el conde de Romanones sale de la cárcel y ve el estado de sus tierras de Cuenca, se las encuentra muy mejoradas. Lo hizo una comuna libertaria. Romanones fue en busca de su líder a la cárcel para que fuera capataz en la finca. El anarquista le contestó que las tierras las mejoró para el pueblo, pero no para el conde de Romanones, y se quedó en la cárcel.
-¿Y qué ocurrió con el anarquismo durante la transición?
-La mayor fuerza represiva contra la CNT se produce tras la muerte de Franco. Nos acusaron del incendio de la discoteca Scala de Madrid, cuando fue un confidente de la policía, y se conocen nombres y apellidos. A partir de ahí, todo fue represión mediática, sindical y policial.
-¿No es paradójico que la izquierda también reprimiera a la CNT?
-La izquierda y la derecha se diferencian en muy pocas cosas. La izquierda intentó asimilar a la CNT, pero no lo consiguió. Prieto decía que a la CNT no se la puede combatir desde fuera, porque se la hace más fuerte, y que se hace desde dentro. En la CNT no se piden referencias y cualquiera que entra tiene un cargo en dos semanas. Pero ni por un medio ni por otro han acabado con la CNT. Cualquier otra organización habría desaparecido de haber sufrido la represión a la que fue sometida la CNT. Sin ir más lejos, el pasado primero de mayo el alcalde de Granada nos prohibió celebrar un acto. Fuimos allí y celebramos nuestro acto, donde había trescientas personas que abuchearon a la policía. Eso no ocurre con otras organizaciones, porque hay algo en la CNT contra lo que no pueden.
-¿Cuál es su opinión sobre la actual situación sindical?
-Se ha practicado una baja política. El régimen de Franco no tenía salida, debido a su asfixia en todos los órdenes, y la buscaron en la transición. Era el momento en el que los partidos políticos podrían haberse mantenido firmes, pero tuvieron que transigir con una Constitución que fue un toma y daca. Se dio un certificado democrático para que persistiera la España franquista. Es paradójico ver a aquellos que fueron anticonstitucionalistas defendiendo la Constitución. Una democracia en la que el pueblo soberano no pinta lo que debe no es una democracia. A los sindicatos se les ha dado un área de poder y ese área la justifican con dinero al permitirles tener liberados, estructuras y propiedades gracias al dinero del Estado, y esa es la situación de los partidos y sindicatos. Hoy no existen sindicatos sino estructuras administrativas que colaboran con el régimen. Son apagafuegos, porque su política cuando se produce una estampida consiste en rodearla y esperar a que se cansen las reses.
-¿Como anarquista, qué se puede hacer?
-La historia sin el Hombre no camina, aunque a veces tengamos la sensación interna del desánimo. Tenemos el convencimiento racional de que el mundo no puede tener una única salida neoliberal. Sabemos que nunca se hace nada en vano y que todo lo que hacemos tiene su consecuencia, que una acción lleva a otra. El liberalismo tiene un término y debemos estar en él. Lo importante no son las personas sino el fracaso del pueblo, y en eso estamos, aunque sabemos que Zamora no se tomó en una hora. Nosotros no somos como Carrillo y muchos otros, que abandonaron sus creencias y consiguieron ser 'honoris causa'. Una de las cosas que más me preocupan es que la gente ha olvidado quien era Franco y mantiene una gran ignorancia del pasado.