A comienzos del 2008, España sigue siendo uno de los países más crueles con los animales. En un año, donde tan sólo Cuba cumple con los Objetivos del Milenio; el gobierno prefiere dedicar más de 500 millones de euros a la tradición más cruel: la tauromaquia, que aumentar sus políticas sociales. Un país donde, según la consultora Gallup, el 72% de sus habitantes rechazan la tauromaquia; y donde todos la subvencionamos por igual.
La Ley 38/2003, de 17 de noviembre, General de Subvenciones, en su artículo 2c dice: “Que el proyecto, la acción, conducta o situación financiada tenga por objeto el fomento de una actividad de utilidad pública o interés social o de promoción de una finalidad pública.”
Por eso, en base a esta Ley, todos nosotros damos generosamente nuestro dinero para la "Fiesta Nacional". No hace falta que nos pregunten, todos estamos encantados, de este espectáculo cultural y artístico de primer nivel.
Estamos ante un asesinato de la propia moral. Como es posible que un ciudadano que acude a una corrida de toros, después se ruborice al ver la muerte de miles de personas por enfermedades como el SIDA. Es el colmo de la inmoralidad. Pero lo más triste es que esto no es una utopía.
Un animal encerrado durante varios días, sin ver la luz del sol, que sale a una plaza circular, donde 10.000 desalmados jalean y piden su muerte no es precisamente una fiesta; como tampoco es de recibo pretender que nos creamos que es un arte, o mejor aún, un deporte
Aquí no se libra ni Dios. La Iglesia Católica no condena la tauromaquia, prefiere atacar a las “peligrosas hordas homosexuales”. Otras instituciones; como Cruz Roja, se benefician de la matanza gracias a las “corridas benéficas”. ¿Acaso defender los derechos de los colectivos más desfavorecidos es incompatible con respetar la vida de un animal? Parece que si. Y para colmo, la tortura benéfica desgrava.
Hubo alguien que dijo que la tauromaquia era una aberración. ¿Sabían quien era? Pablo Iglesias, uno de los fundadores del Partido Socialista Obrero Español. (PSOE). Mal le ha salido la jugada, reconocidos miembros de su propio partido siguen y promocionan la tortura: Carmen Calvo (ministra de [in]cultura), Manuel Chaves (presidente de Andalucia), y un largo etcétera.