viernes, 14 de junio de 2013

Presumir de opresión



Hace unos meses, en una comida pseudofamiliar, una señora de 70 y pico años nos decía a las jóvenes poco menos que "nos quejamos del machismo de vicio". Que lo que de verdad era sufrir el machismo había sido lo suyo, que tenía que andar pidiendo permiso a padre o marido para prácticamente cualquier cosa. Y nos lo contaba como si haber sufrido ese tipo de sociedad fuese algo que la dignificara por encima de nosotras y como si nosotras fuéramos despreciables jóvenes "por no haber sufrido en la vida". Yo me quedo perpleja y pienso: entonces, señora, usted cuando se manifestaba contra eso, ¿para qué lo hacía? Yo quisiera pensar que para cambiar algo y que las venideras pudiésemos disfrutar de haber mejorado algunos escalones. Pero por algún motivo eso nos releva a nosotras a un segundo rango en una forma muy extraña de envidia generacional.

El otro día me comentaba un amigo que estaba con un grupo de chavales "muy rebeldes" (muy punks, muy rudeboys y esas cosas) y la conversación se convirtió en una competición por ver quién estaba más jodido en el curro y a quién le pagaban menos. Ganaba el que estaba más jodido, ya que parece ser que le convertía en más "de clase obrera".

Yo he unido estos dos fenómenos en mi cabeza y lo he bautizado como "presumir de opresión". A mí me asusta mucho que la gente presuma de sufrir opresiones, como si eso les dignificara. Pero la dignidad no es algo que pueda serte dada desde fuera, sino que sólo puedes darte o quitarte tú mismo. Por lo tanto, lo que puede dignificarte es cómo te enfrentas a esa opresión, cómo luchas por extinguirla, no el mero hecho de sufrirla. Porque la libertad no vamos a conquistarla presumiendo de sudor de frente ni de ataduras patriarcales.

Deberíamos decidir a qué aspiramos: a que todo siga igual, autoconvenciéndonos de que es mucho más moral partirse el lomo 12 horas diarias (¿el trabajo nos hará libres?), ¿o aspiramos a cambiarlo? Y entonces me pongo a pensar en esas otras amistades que sin embargo podrían tener una conversación para presumir sobre sus luchas y conflictos laborales por mejorar sus condiciones o desde luego por no empeorarlas. Comparando entre ambos grupos, veo la clara diferencia de quién ha entendido bien el concepto de "orgullo de clase" y quién no.

Una cosa es asumir un orgullo de clase, que viene siendo darse cuenta de que lo que mueve el mundo es la llamada Fuerza de Trabajo, que es la que pone esa clase trabajadora; darnos cuenta de nuestro potencial y desmontar la mentira que nos han repetido hasta la saciedad de que el verdaderamente necesario es el socio capitalista. Quien es necesario es quien que le mete horas para que el trabajo salga adelante y quien produce verdaderamente la riqueza. Otra muy distinta es pensarse que lo ideal es permanecer así, pero escuchando muchas canciones que elogian lo guay de ser de clase obrera. 
¿Esclavitud pero orgullosa? No contéis conmigo.

Artículo extraído del periódico anarquista "Tierra y Libertad" nº 299 junio, 2013