domingo, 12 de agosto de 2007

Borbones, de nuevo...

Los Borbones están de vacaciones. Rima y todo. Como si currelasen en algo, van y se hacen fotos durante su descanso estival. Mientras ellos siguen de vacaciones, un servidor hace Historia.

Al abuelo del actual Rey lo largamos un 14 de abril. Quería introducir el fascismo en España, tomando como modelo a Mussolini. Con esta idea en su borbónica cabeza y, sin antes lavarse las manos, Alfonso XIII amasó un dictador a semejanza del Duce. El elegido no iba ser otro que Primo de Rivera.

El hijo de este primo, llamado José Antonio, en un ataque intelectual, y para acercarse al sueño borbónico del exilio, creó la Falange Española de las Jons, niños peras de camisa azul mahón y mano enguantada. Los de la Falange apoyaron de plano el baño de sangre con el que el general Franco enjuagó la memoria de los españoles. No hay que olvidar que la guerra civil la perdió el pueblo y la ganaron los herederos de la Restauración que desde el exilio tanto ayudaron a Franco. Tampoco hay que olvidar que el oro es el nervio de la guerra. Juan March subvencionó la contienda y Alfonso XIII puso unos ahorrillos.

Y luego Franco, por devolver el favor, casó a su nieta con un Borbón de primera. De vida disoluta y paladar exquisito, el Duque de Cádiz soñaba con instaurar la monarquía en España. El viejo sueño borbónico nunca dio para más. Pero el duque de Cádiz no sólo se equivocaría de mujer, también se equivocaría de sueño y de pista de esquí. El abuelo político le salió rana y el privilegio de reinar España, Franco se lo concedería a un primo borbónico del de Cádiz, Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII, bisnieto de Alfonso XII y tataranieto de aquella que fue puta mayor del reino, Isabel II.

Al fin y al cabo todo quedó en familia y así fueron pasando los años, hasta el otro día, en que Juan Carlos de Borbón, nieto de Alfonso XIII, casó a su único hijo varón con una representante de la pequeña burguesía trepadora, Letizia Ortiz. Ante el nuevo matrimonio se arrodillaron unos cuantos. Peor para ellos, pues el que se arrodilla ante un árbol genealógico de tan sangrienta raíz pasa a ser como el estiércol que le sirve de abono.