miércoles, 3 de septiembre de 2008

Anarquismo ilustrado: Nuestros carteles (XVII)

Autor: Cremona.
Edita: CNT, Federación Nacional de la Industria Ferroviaria. Comité Nacional.
Año: Entre 1936 y 1938

En la «zona republicana» y particularmente en Cataluña y Aragón, las colectivizaciones constituyeron, el fenómeno más importante en la trama de los acontecimientos revolucionarios de ese período.

Efectivamente, los comités dirigentes de la CNT-FAI lanzaron el 18 de julio, la consigna de huelga general revolucionaria para enfrentar el levantamiento fascista en Africa del Norte. El 28 del mismo mes exactamente, los mismos comités dieron la orden pura y simple de retomar el trabajo. Ahora bien, desde el 21 de julio, se producen las primeras incautaciones (tomas). El movimiento comienza en los servicios públicos. Ese mismo día, los ferroviarios catalanes colectivizan los ferrocarriles. El 25 los transportes urbanos. El 26, la electricidad, y continúan con otros.

Hasta los primeros días de agosto, la CNT no se ocupa, de manera oficial y organizada de canalizar las colectivizaciones.
En un gran movimiento entusiasta, los trabajadores, se lanzaron a la colectivización de las industrias, transportes públicos, servicios públicos, comercios y salas e industrias del espectáculo, cafés, hoteles, peluquerías, etc. Estas colectivizaciones fueron ampliamente expandidas en toda Cataluña en donde más del 70% de las empresas industriales y comerciales fueron incautadas por sus trabajadores, unos días después del alzamiento militar del 19 de julio. En algunas ciudades chicas –o pueblos- de la provincia catalana, especialmente en Aragón, se realizaron fórmulas originales en donde se unificaban colectivizaciones agrícolas e industriales, en el seno de una comuna libertaria.
Los protagonistas de esta ola revolucionaria fueron sin duda alguna los trabajadores anarquistas y anarcosindicalistas de la CNT. Ciertamente, ellos no obedecieron ninguna consigna venida de arriba. Pero esto no les ocasionó ningún problema grave de conciencia, pues aplicaban tan sólo las ideas libertarias, en particular, las del reciente congreso de Zaragoza. . Los patrones que quedaron, no fueron eliminados de la esfera social y los que aceptaron el nuevo régimen, encontraron trabajo en su antigua fábrica, en función de su calificación profesional (se estima en un 10%). Fueron ingenieros, o contadores, o agentes comerciales, o simples operadores. Sus salarios eran los mismos que los de los demás empleados que ejercían las mismas funciones. Daniel Guerín no se equivoca cuando señala que los trabajadores catalanes tuvieron suerte, con respecto a otras experiencias del mismo tipo, de haber contado con la colaboración de una cantidad relativamente importante de ingenieros y de técnicos. Durante más de cuatro meses, las empresas de Barcelona, en las que flameaba la bandera roja y negra de la CNT fueron administradas por los trabajadores agrupados en comités revolucionarios.

No obstante, en algunos sectores industriales, aparecieron rápidamente, serias dificultades dificultades originadas, entre otras, en la falta de materias primas y en la reducción de salidas, consecuencia de la guerra.
En Barcelona los servicios públicos de transportes, tranvías, subterráneos y autobuses, formaban una única empresa privada. Desde el 19 de julio, el Sindicato Único del transporte decidió la toma. La empresa fue dividida en tres sectores: tranvías, subtes y buses. A la cabeza de cada rama, se eligió un comité. La generalitat, también en este caso, nombró a un delegado, pero su rol, al menos al principio, sólo fue simbólico. La estructura organizativa creada por la sección de los tranvías sirvió de modelo para las otras secciones. Se eligió un Comité de fábrica formado por un delegado de cada rama o sección o trabajo. Cada sección tiene su comité, que organiza su trabajo en coordinación con el Comité de empresa. Unas de las medidas más importantes fue la equiparación de los salarios. Los ingenieros y técnicos que continuaban en su trabajo, por ejemplo, sufrieron una rebaja de sus sueldos, mientras que se aumentaron los salarios más bajos. Se reorganizó el trabajo, se suprimieron los puestos burocráticos, considerados inútiles. De julio de 1936 hasta el fin de la guerra los servicios de transportes urbanos de Barcelona, en manos de los trabajadores, funcionaron mejor que antes, según muchos testimonios..
Todas las redes catalanas del ferrocarril fueron colectivizadas por los ferroviarios organizados en Comités Revolucionaros de estaciones, depósitos, etc. Se les comunicó a los ex jefes de sectores que estaban licenciados. Algunos volvieron pero ya no en calidad de directores –papel asumido por los comités– sino en calidad de técnicos.