Pues amarga la verdad/ quiero echarla de la boca. Y si a l´alma su hiel toca/ esconderla es necedad
Francisco de Quevedo
1. La entrevista a Durruti que nunca existió
En 1963 la Universidad de Toronto publicó la investigación de Ross Harkness sobre la vida y obra del director del The Star de Toronto, J. E. Atkinson, quien marcaba las directrices del periódico. Su trabajo toca indirectamente al corresponsal de ese diario en París, esto es, al periodista Pierre Van Paassen.
Van Passen fue corresponsal en Europa para el The Star desde marzo de 1932. Anunció el auge del nazismo y el ascenso de Hitler al poder. Anticipó la derrota del movimiento obrero alemán. Ya en marzo de 1934 Van Paassen público en “The Star” que los judíos alemanes serían condenados a muerte, esclavitud o exilio, y encima, cuando aún no se había producido, predijo la alianza entre Alemania, Italia y Japón. Tuvo el honor de ser el primer corresponsal de prensa en ser prohibido en Alemania por el nazismo.
En agosto de 1936 The Star encargó a Van Paassen la corresponsalía de la guerra de España, siempre desde París. Ross Harkness, examinando los visados del pasaporte de Van Paassen concluyó que este nunca estuvo en España durante la Guerra civil, y menos aún en Barcelona o en el frente de Aragón, por lo que la famosísima y venerada entrevista realizada a Durruti fue totalmente inventada. Esas palabras mágicas del revolucionario Buenaventura Durruti nunca estuvieron en sus labios, sino en la imaginativa pluma del periodista holandés/canadiense Pierre Van Paassen, el cual, sin duda, tenía referencias de Durruti y de lo que se estaba cociendo en Barcelona. Pero la hermosa entrevista, aunque genial y mágica, había sido inventada.
Aquellas frases tan bonitas y contundentes, como aquella que dice “llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones” no salió de boca de Buenaventura Durruti, sino de la fecunda imaginación del periodista Pierre Van Paassen.
Es muy curioso como Abel Paz descubrió y disculpó algunas incongruencias de la falsa entrevista de Van Paasen a Durruti: “el rugir de los cañones” en una Barcelona que ya había vencido a los militares sublevados. Quedó a medio paso de cuestionar la veracidad de la entrevista.
Es muy divertido leer en el libro Durruti en el laberinto cómo su autor sitúa esa entrevista, que nunca existió, en el sindicato de la metalurgia, mientras Durruti revisaba el acorazado de los camiones que al día siguiente (24 de julio de 1936) debían partir a la conquista de Zaragoza. Son las vías sin salida de un laberinto marxista-situacionista que nos extravía cuando convierte la historia en historieta de superhéroes, traidores y villanos.
Véase el certero artículo de Manel Aisa en la revista Orto, aquí:
En fin.. pues amarga la verdad, mejor echarla de la boca.
2. La frase de Durruti manipulada por Ilya Ehrenburg
Sin embargo, no fue solo esta entrevista, publicada en The Star de Toronto el 18 de agosto de 1936. la única manipulación sufrida por Buenaventura Durruti.
Nos explica Guillamón:
“Quizás no sepamos nunca cómo murió Durruti, ya que existen siete u ocho versiones distintas y contradictorias; pero es más interesante preguntarse por qué murió quince días después de hablar por la radio, desafiando con ‘bajar a Barcelona’. La alocución radiofónica de Durruti fue percibida como una peligrosa amenaza, que halló una respuesta inmediata en la reunión extraordinaria del Consejo de la Generalidad, y sobre todo en la brutalidad de la intervención de Comorera, que apenas fue suavizada por cenetistas y poumistas, que a fin de cuentas se juramentaron en la tarea común de cumplir y hacer cumplir todos los decretos. La sagrada unidad antifascista entre burócratas obreros, estalinistas y políticos burgueses no podía tolerar incontrolados de la talla de Durruti: he ahí por qué su muerte era urgente y necesaria. Al oponerse a la militarización de las milicias, Durruti personificaba la oposición y resistencia revolucionarias a la disolución de los comités, la dirección de la guerra por la burguesía y el control estatal de las empresas expropiadas en julio. Durruti murió porque se había convertido en un peligroso obstáculo para la contrarrevolución en marcha”.
Y por esa misma razón a Durruti había que matarlo dos veces. Como nos cuenta el libro Durruti sin mitos ni laberinto: “un año después, en la conmemoración del aniversario de su muerte, la todopoderosa máquina de propaganda del estalinista gobierno Negrín trabajó a pleno rendimiento para atribuirle la autoría de un eslogan, inventado originalmente por el corresponsal de guerra soviético Ilya Ehrenburg, y respaldado después por la burocracia de los comités superiores de la CNT-FAI, en el que le hacían decir lo contrario de lo que siempre dijo y pensó: ‘Renunciamos a todo, menos a la victoria’. Esto es, que Durruti renunciaba a la revolución” y se convertía en paladín del colaboracionismo…
Ni siquiera nos queda una versión completa y fidedigna del discurso de Durruti, radiado el 4 de noviembre de 1936, porque la prensa anarquista de la época, especialmente Solidaridad Obrera, dulcificó y censuró a Durruti en vida.
“Una vez muerto, Durruti ya podía ser Dios y subir a los altares como El Héroe del Pueblo. Y hasta se le ascendió a Teniente Coronel del Ejército Popular”. Era necesario asesinarlo por segunda vez, convirtiéndolo en campeón del colaboracionismo y de la ideología de sagrada unidad antifascista con la burguesía y los estalinistas.
3. CONCLUSIONES
Así pues, la famosa entrevista a Durruti de Van Paassen fue inventada y la frase más conocida de Durruti fue un eslogan de Ilya Ehrenburg, machaconamente repetido por radio y prensa en el primer aniversario del fallecimiento de Durruti.
Pero seguro que entrevista y frase seguirán definiendo y alimentando el mito Durruti. Y, sin duda alguna, surgirán nuevos mitómanos, constructores de laberintos y escribidores glosando la entrevista que nunca existió, incluso situándola en el lugar, el día, la hora y el minuto exacto en que nunca se hizo.
Balance. Cuadernos de historia