lunes, 6 de octubre de 2008

Palizas y guiños al fascismo en Italia


La caricatura autoritaria de Berlusconi es inmediata entre sus adversarios y se habla de régimen cada vez que llega al poder.
Al margen de distorsiones, es cierto que Italia vive dos fenómenos: una ola de palizas a inmigrantes y una lenta rehabilitación del fascismo, que en la calle se nota en una mayor presencia de la extrema derecha. Las palabras benévolas hacia Mussolini de dirigentes y ministros de Alianza Nacional (AN), partido postfascista, serán de cara a la galería, pero hay quien se las toma en serio.
La última racha de agresiones comienza en Milán hace dos semanas: un chico de 19 años de Burkina Fasso fue apaleado con barras de hierro hasta la muerte por el dueño de un bar y su hijo por robar unas galletas. Esta semana un estudiante de Ghana ha denunciado a seis policías municipales de Parma por arrestarle, darle una paliza y entregarle un sobre a su nombre con la frase 'Emmanuel negro' que ha aparecido en todos los informativos. Es la misma comisaría donde hace dos meses fue fotografiada una prostituta nigeriana medio desnuda tirada en el suelo. El último episodio es de anteayer: un chino de 36 años recibió una brutal paliza de seis menores, de entre 14 y 16 años, cuando esperaba el autobús en Roma. Fueron detenidos y luego lloraban en comisaría, preocupados por la reacción de sus padres. En la misma zona fueron atacados dos africanos el lunes por otra panda de adolescentes.
La sección de incidentes racistas empieza a ser fija en los diarios, al menos en algunos. El lunes, en una escuela de Milán, una profesora indignada por el jaleo dijo a los padres adoptivos de una niña africana: «Señora, devuélvala a la selva». El jueves, un vendedor ambulante senegalés fue agredido con un bate de béisbol en un mercadillo de Milán al grito de «nos robas el trabajo». Una somalí de 51 años, italiana desde 1984, denunció ayer lo que le sucedió en el aeropuerto romano de Ciampino. La tuvieron desnuda cuatro horas, acusada de tráfico de niños y venta de droga, aunque dice que sólo era una abuela que volvía con sus nietos de Londres.
Luego están las pintadas, que en Roma son cada vez más frecuentes. Tras la muerte del africano de Milán y los seis inmigrantes asesinados por la Camorra en Castelvolturno se repitió una frase macabra: «Mínimas en Italia: Milán, -1. Castelvolturno, -6». Se ven esvásticas, cruces célticas, lemas fascistas y frases racistas. Ayer aparecieron palabras contra Anna Frank. Han llegado a tiendas de extranjeros e incluso a las placas de la masacre de Fosse Ardeatine, la matanza nazi de 335 civiles en Roma.
Discurso peligroso
El peligro de un discurso político aparentemente inofensivo e intelectual que tiene un eco real y literal en la base se ha percibido muy bien en AN, segundo partido del Gobierno. Su líder, Gianfranco Fini, se empeña hace años en reciclarlo y tras las últimas declaraciones elogiosas del fascismo del ministro de Defensa, Ignazio La Russa, o del alcalde de Roma, Gianni Alemanno, aclaró que el fascismo estaba superado. Pero era tarde, el núcleo duro ya se había emocionado. «He puesto todas mis ganas en encontrar un motivo para ser antifascista pero no lo he encontrado», le replicó el presidente de las juventudes del partido. Días después Roma apareció tapizada de pasquines: «Tengo el corazón negro, me importa un bledo y escupo en la cara al mundo entero».
En realidad, ya es el antifascismo el que se discute, pilar fundacional del Estado italiano. Junto a libros que intentan ajustar la verdad histórica y arrojar luz sobre los crímenes que también cometieron los partisanos de la Resistencia -un tabú, pues son el germen de la República-, la derecha, que arrasó en las elecciones de mayo, ha aprovechado para emprender un revisionismo del fascismo. El propio primer ministro, Silvio Berlusconi, ensalzó ante las juventudes de AN la labor del jerarca fascista Italio Balbo en Libia. Preguntado dos veces sobre el antifascismo, la primera vez no respondió. La segunda dijo: «Yo pienso sólo en trabajar, para resolver los problemas de los italianos». Sabe lo que hace, en Italia la gente están tan harta que sólo quiere resultados.