Respuesta al artículo de Julián Casanova titulado Ministro, anarquista y olvidado en El País.
Julián Casanova reincide en sus posiciones ya conocidas, que tienden a desfigurar la realidad de los hechos para adaptarla a su particular visión de la historia del movimiento obrero en este país, particularmente en sus vertientes libertarias.
Julián Casanova reincide en sus posiciones ya conocidas, que tienden a desfigurar la realidad de los hechos para adaptarla a su particular visión de la historia del movimiento obrero en este país, particularmente en sus vertientes libertarias.
Se podrían decir muchas cosas sobre el artículo, pero como no quiero perder demasiado tiempo con él, me centraré en lo fundamental.
En primer lugar, afirma Casanova que Peiró no goza del mismo reconocimiento en los medios libertarios (Casanova, en su permanente afán de ridiculización del anarquismo, habla en términos de religiosidad) que otros militantes de la época como Durruti o Ascaso, que también murieron en circunstancias trágicas. No es tanto una percepción personal suya como una manera de cargar contra las ideas-fuerza del anarquismo, porque el autor achaca este pretendido lugar marginal (que no es tal, decimos nosotros) al "realismo y adaptación a la realidad" de las posiciones de Peiró (no se refiere, por supuesto, a sus posiciones netamente anarcosindicalistas, las anteriores al 19 de julio).
En primer lugar, afirma Casanova que Peiró no goza del mismo reconocimiento en los medios libertarios (Casanova, en su permanente afán de ridiculización del anarquismo, habla en términos de religiosidad) que otros militantes de la época como Durruti o Ascaso, que también murieron en circunstancias trágicas. No es tanto una percepción personal suya como una manera de cargar contra las ideas-fuerza del anarquismo, porque el autor achaca este pretendido lugar marginal (que no es tal, decimos nosotros) al "realismo y adaptación a la realidad" de las posiciones de Peiró (no se refiere, por supuesto, a sus posiciones netamente anarcosindicalistas, las anteriores al 19 de julio).
Peiró, al que como de costumbre se le hace aparecer al lado de Pestaña (y hay que recordar que aunque ambos firmaron el "manifiesto de los Treinta", mantuvieron posiciones divergentes respecto a estrategias), es presentado como "partidario de una organización disciplinada", y no entendemos lo que el autor quiere decir con eso. Quizás quiera decir vaciada de sus contenidos libertarios. Y Peiró no era partidario de ello. Pensaba que la eficacia y la organización obrera no sólo eran compaginables con el anarquismo, sino que eran su condición imprescindible: sólo el anarquismo y el anarcosindicalismo podían resolver con eficacia la cuestión social, liquidando la sociedad de clases y el Estado y sólo siendo eficaces y organizando a la mayoría de l@s trabajador@s podía el anarquismo conseguir su finalidad emancipadora.
Un pequeño inciso, aclarando algo que Casanova no contribuye a despejar, sino a embrollar. García Oliver (un excelente camarero que aun en los tiempos en los que el "pacto del hambre" era más duro era reclamado para trabajar por los patrones del ramo por su profesionalidad), Francisco Ascaso (también camarero) y Durruti (mecánico ajustador), también fueron anarcosindicalistas y también tenían "oficio conocido", aunque tomaran ante la coyuntura que se abría con la llegada de la II República posiciones diferentes a las de Peiró (más relacionadas con cuestiones generacionales y bagaje militante que con el oficio desempeñado, es nuestra hipótesis) y aunque las persecuciones de las que fueron objeto no les permitieran desarrollarse profesionalmente y llevar a cabo una labor organizativa sostenida en su ramo y en su ámbito geográfico, como sí que la llevó a cabo Peiró.
Estamos seguros de que el Peiró al que homenajea Casanova (homenaje que no es tal, porque su objetivo no es ése, sino cargar contra el anarquismo) no es el partidario de la organización de fuertes sindicatos de ramo capaces de torcerle la mano a la patronal y afrontar con éxito las luchas contra la explotación, no es de la acción directa, no es el defensor del contenido y las finalidades emancipadoras del anarcosindicalismo, no es el que le puso las cosas claras a Pestaña en su "Deslinde de campos", no es el negador de los comités paritarios, tampoco el enemigo irreconciliable de la sociedad de clases.
Es un Peiró caricaturizado y expurgado convenientemente de esas aristas incómodas para servir a los fines de Casanova, del que se toman interesadamente ciertos aspectos de una etapa muy delimitada de su trayectoria y se obvian el resto.
Peiró no dedicó su vida a "adecuar el anarquismo al reloj de la historia", porque consideraba que el anarquismo mantenía toda su vigencia. En su etapa de organizador anarcosindicalista (ésa que abarca la mayor parte de su vida y que Casanova se empeña en ignorar intencionadamente), impulsó siempre los modos de hacer del movimiento obrero antiparlamentarista y de acción directa, del anarquismo tal como lo sostuvieron los pioneros de la Internacional: de lucha de clases, organizador y revolucionario. También lo defendió así en sus artículos de prensa y en sus famosas polémicas con Pestaña o Maurín.
Peiró no dedicó su vida a "adecuar el anarquismo al reloj de la historia", porque consideraba que el anarquismo mantenía toda su vigencia. En su etapa de organizador anarcosindicalista (ésa que abarca la mayor parte de su vida y que Casanova se empeña en ignorar intencionadamente), impulsó siempre los modos de hacer del movimiento obrero antiparlamentarista y de acción directa, del anarquismo tal como lo sostuvieron los pioneros de la Internacional: de lucha de clases, organizador y revolucionario. También lo defendió así en sus artículos de prensa y en sus famosas polémicas con Pestaña o Maurín.
Como de costumbre, cuando se recurre a la historia no se trata tanto del pasado como del presente y Casanova intenta presentar a Peiró poco menos que como un melifluo dirigente obrero que si viviera hoy suscribiría manifiestos a favor de ZP.
Pues no, ése no fue Joan Peiró i Belis, la figura a la que no nos avergüenza reivindicar, sino todo lo contrario, desde el anarquismo militante. Además de un hombre con unos profundos valores humanos, fue un incansable organizador, un propagandista de gran valía, un orador muy apreciado por el auditorio obrero, un hombre de acción en los conflictos sociales, un pensador profundo y un penetrante analista de temas de actualidad. Un anarcosindicalista de los pies a la cabeza. No la caricatura que nos quiere vender Casanova.
Manu García