domingo, 21 de octubre de 2007

Cien millones de víctimas


La reciente aparición en Francia de El Libro Negro del Comunismo ha puesto sobre el tapete uno de los más grandes tabúes de la vida pública europea: las responsabilidades criminales del comunismo. Los autores de esta libro demuestran, con los datos en la mano, que el número de muertos causados directamente por el comunismo en todo el mundo supera los cien millones de víctimas. A partir de ahí, las preguntas son inevitables: si el comunismo ha demostrado ser la doctrina política más criminal de la historia, ¿por qué nadie reclama un juicio para el comunismo? ¿Por qué el comunismo sigue gozando de cierta presentabilidad social? Al fondo es fácil descubrir prejuicios y tabúes. La realidad, sin embargo, es incontrovertible.

Le Livre Noir du Communisme es un estudio de tamaño considerable -846 páginas- en las que han colaborado varios autores y que está destinado a convertirse en obra de consulta obligatoria para todos aquellos que quieran profundizar en el fenómeno más trascendental del siglo XX: el comunismo. La traducción española ha corrido a cargo de un equipo dirigido por Cesar Vidal. Desde la aparición del clásico sobre el tema, la obra de Robert Conquest El gran Terror, nunca se había publicado un libro tan rico en datos como El Libro Negro del Comunismo.

LAS CIFRAS DEL TERROR

El Libro Negro es una compilación de colaboraciones de diversos especialistas. El director de la revista Comunismo, Stephane Coutois, estudioso del sistema marxista-leninista, es el autor del primer trabajo, breve pero enjundioso estudio a guisa de presentación de la obra. Se titula "Los Crímenes del Comunismo" y, entre otras cosas, ofrece esta relación del número de víctimas causadas por los sistemas y partidos comunistas en todo el mundo:

PAIS O REGION MILLONES DE MUERTOS

Unión Soviética 20

China 65

Corea del Norte 2

Camboya 2

Africa 1.7

Afganistán 1.5

Vietnam 1

Europa del Este 1

Iberoamérica 0.150

Movimiento comunista internacional y partidos comunistas en la oposición 10

Aunque en el libro se ofrecen diversas "contabilidades", el total de víctimas del comunismo supera el número de 100 millones de muertos. En proporción con el número de habitantes, la mayor cifra corresponde a Camboya, donde Pol Pot exterminó a un tercio de la población.

A estas cifras, Coutoirs suma lo que califica acertadamente como "crímenes contra la cultura". Stalin hizo demoler centenares de iglesias. Ceaucescu destruyó el corazón histórico de Bucarest para levantar nuevos edificios y trazar perspectivas megalomaníacas. Pol Pot hizo desmontar piedra a piedra la catedral de Phnom Penh y abandonó a la jungla los templos de Angkor. Durante la revolución cultural maoísta, fueron destrozados o quemados por los guardias rojos. ¿Cómo ha sido posible que los mayores genocidios de la historia no hayan merecido no ya un nuevo Nuremberg, sino, simplemente, la condena del mundo entero? Para Courtois, la impunidad de los crímenes del comunismo "no sólo fue posible por la fuerza de la Internacional Comunista y de los partidos comunistas locales", sino también por el silencio cómplice de muchos: "entre los años cincuenta y setenta, cientos de miles de hombres han incensado al gran timonel de la revolución China, por ejemplo, como antes ocurrió con Lenin y después con Stalin.

El autor señala que los métodos puestos en marcha por Lenin respecto al terror -no olvidemos que Djerzinsky crea la CHEKA a los dos meses escasos del golpe de octubre, y que el gulag es creación leninista, luego perfeccionados por Stalin y sus émulos-, no sólo recuerdan en mayor escala los métodos nazis, sino que son muy anteriores. Pero después de 1945, la designación del nazismo vencido como "mal absoluto" hizo que "la victoriosaUnión Soviética" y el comunismo basculasen casi mecánicamente en el campo del bien" Por otra parte, insiste Courtois, "sus símbolos (bandera roja, La Internacional, puño levantado) resurgen detrás de cada movimiento social de envergadura. El Ché Guevara vuelve a estar de moda". La razón última la constituye la persecución de los judíos por los Nazis. Focalizando la atención sobre una atrocidad, se logra impedir la visión de otras realidades incluso más gigantescas en el mundo comunista. "¿Como imaginar -pregunta Coutois- que aquellos que mediante su victoria han contribuido a destruir un sistema genocida (1), hayan podido practicar también esos métodos?.

EL CASO SOVIÉTICO

Después de tan sustancioso prefacio, Nicolás Werth, profesor de historia dedicado al estudio de la URSS, titula la primera parte de la obra: "Un Estado contra su pueblo". En ella analiza las violencias, las represiones y el terror en la Unión Soviética. La tragedia sufrida por el pueblo ruso desde la implantación del terror rojo hasta la salida del estalinismo queda descrita con rigor y minuciosidad. El análisis del terror desde el establecimiento de la CHEKA -que posteriormente sería la GPU, la OGPU, el NKVD, la KGB.está muy pormenorizado. El autor lo señala como un terror no ciego y brutal, sino científica y fríamente aplicado. Nada de pasiones; habrá "excesos de celo", pero el terror será organizado. Y dirigido no sólo contra los combatientes del campo enemigo, sino contra los "enemigos del pueblo". Concepto tan amplio que permitirá exterminar a cualquier opositor. El objetivo no es exterminar sólo al enemigo combatiente, sino a la entera clase social a la que pertenece. Así, en las instrucciones a los chekistas se les dirá que no deben plantearse si el detenido es culpable o inocente, sino cual es su clase social. Por otra parte, este concepto de "enemigo de clase" será elástico, y e n él también se incluirá a los trabajadores que osan discrepar del poder soviético y se defienden con el arma de la huelga: entre el 12 y el 14 de marzo de 1919, vencida ya la resistencia de los " Guardias Blancos", se ejecutará a unos dos mil obreros de Astraján -cerca de la desembocadura del Volga- que estaban en huelga. Para que el escarmiento sea mayor, se embarca a los huelguistas junto a prisioneros blancos, se les cuelga una piedra al cuello y se les arroja al Volga. Un procedimiento que tiene antecedentes en la Revolución francesa, en la represión de La Vendée. También serán comunes las represiones contra los mineros y los marinos, como los de Kronstadt.

Werth especifica con claridad y amplitud los métodos de la represión, su dureza, su acentuación con la guerra civil, la utilización del hambre como arma política, métodos que Stalin perfeccionaría a mayor escala en los años treinta. Así se procede -señala el autor- a la "masiva confiscación de las cartillas de racionamiento, pues una de las armas mas eficaces del poder bolchevique será el arma del hambre". Este capítulo del hambre programada requiere mayor comentario. Ya antes de la revolución, Lenin había afirmado la necesidad de "destruir la economía campesina y provocar el hambre", pues esto nos acercará a nuestra meta socialista. El hambre destruye no solamente la fe en el Zar, sino también la fe en Dios". En 1922 declarará que el hambre era beneficiosa porque "golpea mortalmente la cabeza del enemigo", que era entonces la Iglesia Ortodoxa. Las crisis de las cosechas de 1927 y 1928 permitieron a Stalin abrirse camino hacia el poder absoluto e imponer la colectivización agraria forzosa. El hambre planificada en Ucrania entre 1932 y 1933 causará nada menos que seis millones de muertos.

Los campos de concentración datan de fecha tan temprana como 1922. Se establecen en el archipiélago de las Solovki, cinco islas del Mar Blanco. "Los campos especiales del archipiélago de las Solovky -escribe Werth- serán la matriz de otro archipiélago en gestación, un archipiélago inmenso a la escala del país continente entero: el archipiélago Gulag". El autor aporta documentos originales, entre otros los correspondientes a la época del gran terror de los años 1936-38. El dossier de un acusado entre millones resulta esclarecedor: un modesto campesino es acusado porque su padre fue un rico comerciante- luego empobrecido- treinta y cuatro años atrás; por tal "razón" se le considera hostil al sistema soviético, es detenido, juzgado y ejecutado.

Mención aparte merecen los desplazamientos de poblaciones enteras, como los efectuados durante la "deskulakización" de 1930 (los kulaks eran campesinos libres, no siempre de posición holgada, pero que sólo dependían de sí mismos). Los presos fueron transportados a miles de kilómetros de sus tierras en lentos trenes de mercancías en el interior de vagones de ganado donde se hacinaban cuarenta personas y de los que no salían durante semanas. La mortandad fue terrible por la falta de higiene, el hambre, las enfermedades y el frío, durante semanas permanecían detenidos los vagones en estaciones de clasificación. Cada tren constaba de 53 vagones. Estos transportes se perfeccionarían en los años siguientes, y especialmente entre el periodo 1943-44 cuando fueron deportados pueblos enteros (tártaros, Kirguises, kalmukos) sospechosos de connivencia con el invasor alemán.

EUROPA

Respecto a la parte dedicada a España, demasiado sumaria, el estudio está muy bien documentado de lo que concierne a la represión comunista contra la ultraizquierda durante la guerra civil: los anarquistas catalanes, el POUM, el asesinato de Andrés Nin. se evidencian los excesos represivos de Líster y el Campesino en Castilla. Se subraya cómo el ministro soviético Rosemberg asistía a los Consejos de Ministros del gobierno en 1938. Y se aportan tres datos esenciales: se confirma que la policía política del bando republicano se hallaba completamente controlada por la NKVD soviética; se insiste en el funesto papel de Dolores Ibárruri ( de la que se cita una ilustrativa frase: "Más vale condenar a cien inocentes, antes de que escape un solo culpable") y se demuestra el carácter total, única y exclusivamente estalinista de las Brigadas Internacionales. Es comprensible que los medios de la cultura oficial española, que todavía hace pocos meses homenajeaban sin continencia a las Brigadas Internacionales y la Pasionaria, hayan aireado poco el contenido de este Libro Negro.

La parte tercera de la obra: "La Otra Europa, Víctima del Comunismo" está a cargo de Andrzej Paczkowsky, vicedirector del Instituto de Estudios Políticos de la Academia de Ciencias de Polonia y del Historiador checo Karel Bartosek. El primero de ellos analiza el terrible drama de su patria, Polonia, considerada por los soviéticos "nación enemiga". Paczowsky relata cómo incluso el propio partido comunista polaco fue objeto de purgas hasta un grado desconocido en otras latitudes; eliminado y deshecho por los camaradas de Moscú. Respecto a Bartosek, analiza la represión comunista en los otros países de la Europa del este: el exterminio de aquellos no ya opuestos al marxismo-leninismo, sino, simplemente, considerados "enemigos de clase", en Hungría, Rumania, Checoslovaquia, Bulgaria, Yugoslavia. Bartosek se interroga por qué los enormes crímenes cometidos permanecen impunes, abundando en la opinión de quienes sugieren un nuevo Nuremberg. Se ha afirmado hasta la saciedad que los "crímenes contra la humanidad" no prescriben, pero lo cierto -escribe Bartosek- es que "el castigo de los culpables no ha sido aplicado a tiempo ni de modo apropiado". El autor propone, a título personal, una solución que puede parecer algo utópica, como el procedimiento realizado en Alemania al abrir los archivos de la Stasi, la antigua policía política de la República democrática: responsabilizar a cada uno, a cada ciudadano, de instruir su propio proceso.

ASIA: MASACRE Y REEDUCACIÓN

Los comisarios de Asia ("Entre la Reeducación y la Masacre") constituyen la cuarta parte de la obra. Los historiadores Jean Louis Margolin y Pierre Rigoulot examinan el terror en China, Vietnam, Camboya y Laos. Los comunismos asiáticos, respecto a los europeos, presentan ciertas características especiales: la simbiosis entre sus particularidades propias y el marxismo-leninismo, la mezcla de soviétismo y nacionalismo. Así, quien porcentualmente ha sido tal vez el mayor criminal de la historia, el camboyano Pol Pot, unía a un marxismo-leninismo primitivo, poco adulterado, una peculiaridad del grupo jemer nada marxista sino clasista y aun discriminatorio, pues los jemeres se consideraban superiores a otras etnias camboyanas. Esta extraña combinación creó algo nuevo. Poseído por el afán de crear un hombre nuevo mediante el exterminio de gran parte de la sociedad, Pol Pot llevó su furor a consecuencias extremas. En Camboya se detiene y ejecuta de forma crudelísima a los "contrarrevolucionarios": antiguos políticos, militares, periodistas, policías, funcionarios, profesores. Todos eran sospechosos simplemente por haber cursado estudios primarios. Algunos incluso -y esto resulta casi increíble-, por llevar gafas, pues tal cosa para Pol Pot, denotaba pertenecer a la intelligentsia , clase que debería ser exterminada para que los jemeres rojos creasen una nueva Camboya. En 1975, cuando Pol Pot toma el poder, la población camboyana se calculaba en unos seis millones de personas; en 1997, la población se reducía a tres millones ochocientos mil habitantes. Más del 30 por ciento de la población fue exterminada. De tal proporción que no hay Parangón en la historia. Los autores de esta cuarta parte dedican una especial y lógica atención al comunismo chino, y a esa trágica figura que fue Mao Tse Tung (Mao Zedong en la nueva grafía impuesta por el sistema comunista): sus numerosos crímenes, la implantación del Laogai --l gulag Chino- y su peculiar sistema de fábricas-prisión, donde a la vez que se ejerce la reeducación de los presos, se les hace trabajar en condiciones infrahumanas para elaborar productos frecuentemente destinados a la exportación.

Bajo las órdenes personales de Mao (el gran timonel) se elimina a todos los habitantes de Keichek, "enemigos de clase" , tras vencer en guerra civil a Chiang Kai Chek. Antes, durante la guerra con Japón, mientras las tropas de Chiang se desangraban frente al invasor Nipón, Mao se inhibe de la guerra y se reorganiza, se hace más fuerte y dedica el ochenta por ciento de sus fuerzas a afianzarse y a eliminar a los oponentes futuros. Después el triunfo maoísta en la guerra civil producirá millones de muertos en ejecuciones sumarias, generalmente públicas -tal y como se sigue haciendo en China en 1999- a modo de escarmiento, para atemorizar a cualquier hipotético disidente. En 1957, Mao, con el estúpido aplauso de los compañeros de viaje occidentales y tantos "tontos útiles", lanza el movimiento de las cien flores: "Dejad que cien flores florezcan", que cien escuelas de pensamiento discutan". Así asoman a la luz pública numerosos intelectuales con sus criticas al partido. Y entonces Mao golpea de forma inmisericorde a aquellos intelectuales que se atrevieron a romper su silencio. Unos cien mil intelectuales descubiertos como "derechistas" fueron enviados a Laogai.

Capítulo aparte merecería la denominada revolución cultural de 1966, cuyo verdadero motivo era la "purga" en el interior del partido comunista y la aniquilación de los oponentes de Mao. La revolución cultural lanza a los "guardias rojos" -que ,a su vez ,serán aplastados en 1968 por sus "excesos" a la más tremenda destrucción: se pierden milenarias obras de arte, se destruye cualquier vestigio de confucianismo, se persigue a cualquier individuo que simplemente haya exteriorizado gustos refinados. Es el caso de un profesor de Música que interpretaba a Mozart: los guardias rojos le romperán las muñecas para purgar su delito. El Laogai se llena no sólo de "reeducados teng" , burgueses, sino de altos cuadros del partido: el mismo Deng Xiaopin será humillado públicamente y ridiculizado ante cientos de guardias rojos. A los intelectuales -catedráticos, investigadores, químicos, médicos, etc.- se los destina sistemáticamente a limpiar las letrinas de los campos de concentración. Y aún tendrán suerte: un millón de personas serán ejecutadas.

TERCER MUNDO

La quinta y última parte del Libro Negro está dedicada al tercer mundo. Sus autores son Pascal Fontaine , periodista especializado en Iberoamérica; el historiador Yves Santamaría, y Sylvain Boulouque. Resulta especialmente llamativo el caso del totalitarismo cubano, cuya eficacia en la represión sigue los acreditados métodos soviéticos. En lo relativo a los campos de concentración, en Cuba se crea una adaptación de las fábricas prisión Chinas o del gulag soviético: las UMAP (Unidad Militar de Ayuda a la Producción) donde son internados tanto los "enemigos de clase" como los "desviacionistas" en el seno del partido, sometidos a una durísima disciplina, torturas, subalimentación, etc. Las UMAP terminarían siendo cambiadas de nombre y transformadas en prisiones de seguridad bajo el control de la policía política.

También se analiza el fracaso del proyecto totalitario de Nicaragua, el terror -con evidentes similitudes camboyanas- de Sendero Luminoso peruano, los afrocomunismos de Etiopía, Angola y Mozambique, y el sufrimiento impuesto al pueblo de Afganistán.

En definitiva El Libro Negro Comunismo es una obra de importancia capital. Naturalmente, la "policía del pensamiento" ha intentado silenciarlo, ya que no es posible negar las evidencias resaltadas: la "reeeducación" para conseguir el "hombre nuevo" ha sido una característica básica de la Unión Soviética de Stalin, de la China de Mao, de la Cuba de Castro; los crímenes de Pol Pot son horrendos, los inmensos sufrimientos causados al pueblo son innegables, no admiten discusión. Pero, por gigantesco que haya sido el daño, por enormes que hayan sido las cotas históricas de inhumanidad alcanzadas, los teóricos del " hombre nuevo" seguirán considerando que se trata simplemente, del duro precio a pagar -cueste lo que cueste- para lograr su objetivo.

En una discusión mantenida por Lenin con algunos miembros del Comité Central, éstos le reprochaban que un determinado proyecto leninista se oponía a la realidad. Lenin les contestó: "lo siento por la realidad". Similar es la actitud de quienes, aun a estas alturas, siguen cerrando los ojos ante los crímenes del comunismo