viernes, 7 de diciembre de 2007

Contra las elecciones a rector



Es tu derecho y tu deber ¡Participa! Con este grito se lanzan las elecciones a Rector de 2007, por tercera vez desde que entrara en vigor el nuevo sistema electivo (al que ya se acogió el insigne, o excelentísimo o ilustrísimo –pronto- ex-rector). ¿Qué hay de nuevo en esta vieja mentira? Nada, o mejor dicho, casi nada; no debemos perder de vista la creciente mediatización que suponen las elecciones, del mismo modo que crece en todos la falacia de participar en el gobierno universitario (“y dar trabajo al jefe, del jefe de tu jefe, poder optar incluso entre cuatro mequetrefes”, decían “Mamá Ladilla”).

No obstante, los orígenes de la propia institución universitaria ya nos dejan claro cual será el futuro de la misma, o por lo menos nos esbozan el camino. Mucho antes de que Foucault nos advirtiera sobre la equivalencia de saber y poder, antes incluso de que la ciencia se postulase como una creencia en sí misma, los maestros universitarios ya se habían otorgado la facultad y el derecho de decidir sobre el destino de sus “aprendices”, desde el mismo momento en que decidían quién era apto para ser acogido y quién no.
Una institución que pretende tener una finalidad “educativa” (si entendemos la reproducción del sistema y el control como tal) debe regirse por los mismos principios coercitivos y represivos que el tantas veces loado sistema democrático. Lo primero es igualarse a él en apariencia, haciendo de los órganos de gobierno de la Universidad una representación a escala del gobierno estatal, y al mismo tiempo empleando los cauces “democráticos” para la elección de los más altos mandatarios.
En segundo lugar, la universidad debe regirse por las relaciones de fuerza que existen en el Estado, estableciendo nexos entre los distintos grupos, de jerarquía y de poder. ¿Cual es si no la relación profesor-alumno?¿o la relación entre decanos y profesores?, etc, etc.
Un organismo de tal magnitud necesita de una organización –podrían argüir algunos- y no podríamos estar más de acuerdo, pero ¿a qué precio?, ¿el de hipotecar nuestra educación dejándola en manos de estúpidos y soberbios (en el mejor de los casos)? La idea de una universidad asamblearia, en la que las decisiones se toman de manera consensuada entre los implicados nos parece la más lógica, y a la vez, la que lograría un mayor consenso.
La educación es una de las herramientas de lucha más poderosas que tenemos, si la vendemos al mejor postor estamos perdidos, y si participamos en su juego significa admitir que estamos adocenados, que no nos importa la enseñanza, significa consentir que no queda otra solución, que no hay más alternativas, significa claudicar...

Uno de los temas más curiosos es el de la votación en sí, el llamado sufragio universal ponderado. ¿Qué significa? Se trata de una balanza entre los distintos sectores de la universidad (profesorado, alumnos, PAS), cada uno de los cuales posee un porcentaje diferente dentro del total. Algo que puede parecer lógico, dada la gran diferencia entre estos grupos (de permanencia, intereses...) se convierte en una mentira absurda, donde los alumnos tienen un 25%, el PAS un 12%, y el resto es para profesores (fundamentalmente).

Cuatro candidatos que se dejan la piel en promesas (inútiles, absurdas, o coherentes pero infundadas)...vuelve el populismo más activo, la lucha por el control de la universidad. En las cuatro bandas tenemos a Rafa (más) Payá (que pacá), Paquito Loleilo, Toni Campos (y playas) y Luisito (el) Rico. Por supuesto, todos ellos van a acabar con los problemas de la universidad, no hay más que echar un vistazo rápido a los programas, o a las web (demenciales, creanme) para darse cuenta de que la universidad funciona mal, pero ahí están ellos para solucionarlo. Alguno de los candidatos plantean programas infinitos e inconmensurables, imposibles de cumplir repitiendo además, las mismas promesas efectuadas otras veces. Innovación, Becas, Desarrollo, Masificación, son algunos de los temas que más se pueden oír estos días, aunque también lo son la disputa por los cartelitos que Loleilo puso antes de tiempo, o el intento por comenzar la campaña de los demás candidatos.

La ugr no se vende –rezan algunas pintadas- pero, ¿qué podemos pensar de una universidad que se convierte en empresa, donde la palabra más importante es crédito?