miércoles, 8 de septiembre de 2010

Escuela: Cuestión de sexo


86 millones de niñas en el mundo no van a la escuela, exactamente dos tercios de los 130 millones de niños que crecen sin poder estudiar.
Muchas familias consideran que no hay retorno económico en educar a una niña, especialmente cuando su esfuerzo y trabajo se requiere en el hogar. En el México rural, menos del 40% de las niñas -entre 12 y 14 años-, que trabajan en laborales domésticas, van al colegio. En Indonesia, los datos demuestran que un hijo enfermo en casa provoca el abandono de los estudios de la hija mayor para hacerse cargo del enfermo.

Las familias tienden a priorizar los estudios de los hijos varones frente a los de las niñas. Además, en tiempos de crisis económica en el que el padre pierde el empleo y las madres necesitan incorporarse al mercado laboral, las niñas son las primeras en ser obligadas a dejar la escuela para hacerse cargo de sus hermanos y de las labores del hogar.
Una situación económica precaria global produce, además, una incorporación masiva de las niñas al mercado laboral, muchas veces en situaciones precarias y con bajo salario. En la India la mitad de las niñas en edad de ir a la escuela participan en el trabajo de casa. En América Latina, según un reciente estudio, casi el 30% de las niñas que ni estudian ni tienen un trabajo remunerado se dedican a las actividades de casa.

Explotación sexual

Existen más niñas menores de 16 años en el servicio doméstico que en cualquier otro tipo de trabajo. Además, la situación de crisis produce un incremento en la violencia doméstica y la explotación sexual en el trabajo. En Filipinas, un estudio llevado a cabo por el Centro de Recursos para las Mujeres, demuestra que en muchas ocasiones las niñas están tan desesperadas por mantener el empleo que acaban tolerando ataque sexuales.

Otro de los motivos para el abandono escolar es el matrimonio temprano. Aunque la práctica está remitiendo en muchos países, recientes estadísticas revelan que 100 millones de niñas en todo el mundo se casarán antes de los 18 años. Muchas familias casan a sus hijas a una edad temprana por tradición o porque, simplemente, no pueden mantenerlas. El hecho de tener que pagar una dote, hace que muchas familias pongan más atención en el coste de la dote que en educarlas. El matrimonio temprano conlleva embarazos tempranos. Las jóvenes madres rara vez retoman los estudios.

Deben de entender que, una niña con estudios sería una mujer con capacidad para decidir a qué edad y con quién se quiere casar, qué número de hijos quiere tener y qué profesión quiere elegir. La educación es el mejor instrumento para luchar contra prácticas como el matrimonio temprano, la mutilación femenina, el trabajo infantil y el tráfico de menores. Porque una niña que estudia será una mujer con capacidad para decidir sobre su vida, es fundamental invertir en ella. El acceso a la educación de las mujeres es un detonante económico que mejora la situación de las niñas, sus familias y comunidades.
El aumento de un 1% de mujeres en educación secundaria aumenta en un 0,3% el PIB de un país.
Cuando las mujeres reciben el mismo tipo de formación y cuentan con el mismo acceso a créditos y recursos que los hombres, son capaces de aumentar el rendimiento de la cosecha en un 22%.
En África, Asia y América Latina, las mujeres con siete o más años de educación tienen entre dos y tres hijos menos que las mujeres con menos años de estudio.