martes, 12 de agosto de 2008

Olimpiadas sanguinarias


OLIMPIADAS, EJECUCIONES Y DESUELLOS

Llegan las Olimpiadas a China cual maná caído del cielo oriental para ese País, un regalo no solo en forma de cuantiosos ingresos sino sobre todo, que representa la recuperación definitiva y oficial de la confianza por parte de otros Estados después de la condena internacional de la que fue objeto por la sangrienta matanza ocurrida en Tiananmen en 1989.

La conculcación de los derechos fundamentales también parece tener un precio: en este caso, como suele ocurrir, los intereses comerciales. China, un lugar con una mano de obra no barata, sino con sueldos miserables, es el sitio escogido por muchos inversores extranjeros para abrir sus fábricas, sin olvidar que una Población de 1300 millones de personas es un mercado potencial muy goloso. Todos los países que acuden a los Juegos Olímpicos y en especial EEUU, que es quien más favorece económicamente a China permitiendo incluso que los productos manufacturados en este País entren en territorio estadounidense pasando la aduana como si hubieran sido elaborados en suelo norteamericano, parecen no conceder la menor importancia al hecho de que en el País oriental sean ejecutadas al año más de 7000 personas, que 300 millones de sus habitantes vivan con un euro diario o que muchos chinos trabajen setenta horas a la semana en condiciones tremendas por salarios de hambre.

Pero no quiero referirme aquí a la situación de los derechos humanos en China, una realidad espantosa sabida por todos y que no supone motivo suficiente para que el “Mundo libre” ejerza una presión real efectiva sobre los responsables de tales desmanes, sino que pretendo hacer mención a un hecho menos conocido y por supuesto, que no merece condena alguna por parte de otros gobiernos: la crueldad absoluta, sin ningún tipo de control ni de legislación al respecto, con la que se trata a los animales en China.

Imagínese que va Vd. con su perro paseando por la calle y como ha habido un brote de rabia unos funcionarios se lo arrebatan y lo matan a golpes, lo electrocutan o lo entierran vivo. Eso fue lo que hicieron en 2006 matando a más de 300.000 perros de diferentes provincias en cinco días. La única reacción oficial en el exterior fue un comunicado de la OMS hablando de la necesidad de prevenir la rabia.

En China la bilis de los osos se utiliza para hacer desde medicinas que curan la impotencia hasta para elaborar vino, pasando por champús, colirios o té. Capturados en libertad o criados en granjas, son introducidos en jaulas minúsculas donde han de permanecer recostados; sin anestesia se les implanta un tubo permanente en la vesícula para que gotee por el mismo la bilis y ese es su día a día hasta que mueren, muchas veces por infecciones provocadas por el drenaje que jamás son atendidas. Sea capaz de sobrevivir semanas o años, toda su existencia se reduce a estar enjaulados en una granja con un catéter implantado en su cuerpo para satisfacer la creciente demanda de productos de todo tipo elaborados con su bilis.

Algo similar ocurre con los tigres que también viven confinados en granjas donde se les mantiene en condiciones penosas; en este caso la intención es utilizar sus huesos con aplicaciones medicinales y también para hacer vino. El Gobierno Chino aparentemente vetó este tipo de comercio en 1993, sin embargo existen numerosas pruebas de que sigue habiendo centros de reproducción y cría de tigres en el País para obtener sus huesos, además de continuar la captura de ejemplares en libertad.

La industria peletera en ese País es probablemente el sector más atroz en lo que al maltrato animal se refiere. Cerca de un tercio de las pieles provienen de animales salvajes cazados y el resto de criaturas en cautividad. Utilizan zorros, visones, mapaches, martas, conejos y en gran número, perros y gatos. La carne de los perros es comprada por restaurantes y su piel, al igual que la de los gatos, sirve tanto para hacer prendas de ropa o accesorios como juguetes; esos peluches que muchas veces compramos en España para nuestros hijos manufacturados en China, están fabricados en ocasiones con piel y pelo de perros y gatos. Suelen tener a éstos enjaulados y hacinados en lugares muy fríos para favorecer el crecimiento del pelo; habitualmente les atan las patas con alambre para sujetarlos. En el momento de desollarlos utilizan diferentes métodos, el ahorcamiento, colgarlos de un cable e introducirles con una manguera agua por la garganta hasta que se ahogan, golpearlos con barras de hierro, lanzarlos contra superficies duras o simplemente, inmovilizarlos de algún modo y con ellos vivos, comenzar a rajar su piel desde una pata en el caso de los perros o por el estómago en el de los gatos e ir separándola de la carne. Son corrientes, están documentados gráficamente y cualquiera puede ver las imágenes de los casos en los que estos animales, con toda su piel arrancada y ensangrentados, se mueven, parpadean y agonizan lentamente hasta que pasado un tiempo, mueren tras padecer una agonía inimaginable y terrible. La única preocupación de los hombres dedicados a esta industria siniestra es que la piel de estos animales salga en una sola pieza.

Estos hechos que aquí nos pueden parecer increíbles allí tienen lugar con total impunidad puesto que en China no existe Ley de Protección Animal alguna y los empresarios involucrados en este comercio nauseabundo, tienen libertad para decidir cómo crían a los animales, sus condiciones de cautiverio y el modo de matarlos; por no estar obligados no lo están ni tan siquiera a poner fin a su vida antes de arrancarles toda la piel.

Por supuesto, la visita a estos Centros de tortura y exterminio animal están prohibidas para personas ajenas y mucho más si son extranjeras. Los responsables de esta locura son conscientes de la repulsa que su conducta genera y tratan de ocultarla a los extraños, sin embargo, gracias a personas que han conseguido introducirse en esas granjas tenemos sobrados y espantosos testimonios de lo que está ocurriendo, a los que se suman los obtenidos en mercados y centros de producción al aire libre, donde podemos ser testigos de los animales enjaulados a la espera de su turno, de cómo se les mata a golpes, de su despellejamiento en vida y observar las pieles expuestas o sus cuerpos alineados a la espera de que vengan los compradores y los adquieran. Es también habitual en China ver pasar vehículos con jaulas repletas de perros o gatos vivos; sus miradas reflejan toda una existencia de dolor, de sufrimiento y la certeza de su destino, porque las muertes se llevan a cabo normalmente con los condenados todavía vivos delante.

Llegan las Olimpiadas y el deporte unirá a los Pueblos en esta ocasión sobre suelo chino. Competición, entretenimiento, diversión, alegría, festejos, toda una combinación de actos pensados para ofrecer al Mundo una imagen moderna de un País en el que si la vida humana tiene poco valor, los animales son tratados del modo más cruel y espantoso que podamos concebir.

Julio Ortega Fraile

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