miércoles, 11 de mayo de 2011

Una vela por un anarquista gijonés


Amnistía Internacional destaca que uno de los primeros casos en los que intervino su fundador, Peter Benenson, fue el de Ramón Álvarez Palomo, en 1961.

«Abra el periódico -cualquier día de la semana- y encontrará una noticia sobre cualquier lugar del mundo en el que alguien está encarcelado, está siendo torturado o va a ser ejecutado porque sus opiniones o su religión son inaceptables para su gobierno». Lo afirmó en 1994 el abogado británico Peter James Henry Solomon Benenson (1921-2005), quien en 1961 fundó Amnistía Internacional en Londres.

El pasado mes de abril, en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, Alfonso López Borgoñoz, presidente de la sección española de Amnistía Internacional, recogía el Premio Internacional Jovellanos «Resistencia y Libertad», y en el acto recordó que uno de los primeros casos en los que intervino Peter Benenson fue en favor de un anarquista gijonés, Ramón Álvarez Palomo (Gijón, 1913-2003), tras ser encarcelado en Francia, acusado de falsificador.

Aunque Amnistía Internacional no guarda el expediente relativo a Álvarez Palomo, ya hace diez años que en las páginas de la prensa gijonesa en un reportaje firmado por Chus Neira, el veterano anarquista recordaba, al cumplirse el 40.º aniversario de la fundación de Amnistía Internacional, su peripecia francesa, país en el que vivió exiliado, primero en Toulouse y luego en París, desde 1939, año en el que acabó la Guerra Civil, hasta 1976, cuando volvió a España.

Dalia Álvarez Molina, hija de Ramón Álvarez Palomo, tras escuchar en una entrevista radiofónica realizada en Gijón que Alfonso López Borgoñoz recordó el caso de su padre, le agradeció por escrito «que se haya acordado de ese suceso precisamente en tierra asturiana». A lo que el presidente en España de Amnistía Internacional le contestó que «la iniciativa de mencionar a tu padre fue fruto del excelente trabajo de los compañeros de Amnistía Internacional en Asturias, que supieron ver lo importante que sería mencionar un caso como el del señor Álvarez Palomo, como reflejo de nuestro trabajo en todo el mundo y también en la propia tierra asturiana».

Peter Benenson estudió en el prestigioso colegio Eton y luego se graduó en Historia en la Universidad de Oxford. Mientras duró la II Guerra Mundial sirvió en la oficina de prensa del Ministerio de Información y, tras la contienda, estudió Derecho.

Al cabo de varios años, abandonó el Ejército y empezó a ejercer la abogacía, siendo muy activo en la defensa de los sindicatos y de los sindicalistas. Así, a comienzos de los años cincuenta, fue enviado a España como observador de juicios seguidos por el régimen franquista contra dirigentes obreros.

Pero sería en 1960 cuando, como el propio Benenson contó, tuvo la idea de poner en marcha una organización humanitaria que cristalizaría en la fundación, al año siguiente, de Amnistía Internacional. En el obituario que la propia organización no gubernamental publicó de su fundador, en febrero de 2005, se relata que «el catalizador fue la indignación que le embargó al leer un artículo periodístico sobre la detención y reclusión de dos estudiantes que habían brindado por la libertad en un café lisboeta» durante la dictadura de António de Oliveira Salazar. Desde entonces, la vela rodeada de alambre de espino es uno de los logotipos más conocidos en todo el mundo.

En la calle de Ceán Bermúdez nació Ramón Álvarez Palomo en 1913, hijo de un panadero que militaba en la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que antes de la Guerra Civil sería el mayor y más poderoso sindicato de los que había en Gijón.

Ramón Álvarez Palomo siguió los pasos de su padre y también fue panadero y militante cenetista. Su progresión en las filas de la CNT fue imparable y en plena Segunda República, en 1933, ya fue elegido secretario general de la CNT de Asturias, León y Palencia, las tres provincias que siempre tuvieron estrechos lazos cenetistas. Su participación en los hechos de la Revolución de Octubre de 1934 obligó al anarquista gijonés a huir de su ciudad natal rumbo a Francia.

En febrero de 1936, Ramón Álvarez Palomo regresa a Gijón, donde a comienzos de la Revolución española fué el encargado de gestionar la Secretaría de Movilización dentro de la Comisión de Defensa. Posteriormente, Álvarez Palomo entró a formar parte del Consejo de Asturias y León como consejero de Pesca. Con la derrota republicana, en 1939, Ramón Álvarez Palomo emprendió, como cientos de miles de españoles, el camino del exilio al norte de los Pirineos.

El 12 de octubre de 1961, entonces «Día de la Raza» en España, agentes policiales franceses entraron en el piso del anarquista gijonés de la rue Jacques Louvel-Tessier, de París. Fue detenido bajo la acusación de falsificar documentos de identidad para que exiliados antifascistas españoles pudieran entrar y salir de España.

Parece ser, a tenor de lo que hace diez años declaró a Chus Neira el propio Ramón Álvarez Palomo, que hubo una «filtración» desde dentro de la organización. Las autoridades francesas alegaron que la operación contra los círculos anarquistas españoles en París obedecían al rumor de que la CNT estaba preparando un atentado contra la Embajada de España para el mismo día 12 de octubre. Entonces ya era presidente de la República el general Charles de Gaulle, que había sido el alma de la Resistencia francesa contra la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial, en la que los antifascistas españoles tuvieron un destacadísimo papel cada vez más olvidado con el paso del tiempo.

Álvarez Palomo pasó un mes en la prisión de Fresnes, aunque en el exterior el exilio español puso en marcha una poderosa campaña de información para dar a conocer a la opinión pública que el anarquista gijonés no era un delincuente común, todo lo contrario, un luchador antifranquista y por el retorno de la democracia a su país natal, así como para evitar una posible extradición a España.

Algunos diarios franceses como «France Soir», curiosamente un periódico que nació en 1944 clandestino y vinculado a la Resistencia francesa, tuvo que rectificar sus primeras informaciones, en las que mostraba al gijonés como un vulgar delincuente, para relatar la verdadera versión de su actividad política en Francia. Al final, Álvarez Palomo fue puesto en libertad y en abril de 1962 un Juzgado de París archivó el asunto.