lunes, 21 de julio de 2008

Cuando el verano supone hacer 60 camas diarias


Hace 15 años que Francisca cambió de vida para instalarse en la ciudad más turística de la península. Como cada mañana, llega a uno de los 267 hoteles de Benidorm, se pone el uniforme, recoge el carro con la mopa, escoba, cubo y mocho, y una batería de productos de diferentes marcas, colores y olores que no sabe que contienen, porque nadie se lo ha explicado.

Lo que sí sabe es que hoy, como otro día cualquiera de verano, hará unas 60 camas y limpiará unos 30 cuartos de baño y que en algún momento de su jornada escuchará la voz de la gobernanta del hotel pronunciando una de las frases que más odia: “Cuando subas a la tercera, acuérdate de limpiar las juntas”. Las juntas son las líneas de separación entre los baldosines del suelo, y sobre todo la línea de unión con el rodapié. El líquido que la empresa le proporciona para limpiar esas juntas le provoca irritación en los ojos y cuando lo aplica, huele tan mal, que tiene que abrir inmediatamente todas las ventanas de la habitación para no marearse.

Además, Francisca lleva años soñando con que alguien invente un mecanismo que consiga que las camas de los hoteles se eleven hasta su cintura, de forma que no tenga que dejarse “los riñones” haciendo una media de 60 camas diarias. Ese mecanismo ya está inventado y lo comercializan grandes fabricantes de camas pero ni Francisca, ni una gran mayoría de las camareras de piso, conocen su existencia.

¿Cuáles son las principales dolencias que padecen las camareras de piso y cómo percibe este colectivo los riesgos a los que está expuesto? En una encuesta a 433 trabajadores y trabajadoras del sector de hostelería y de sus resultados se desprende que un 47% de las camareras de piso afirma padecer molestias de espalda lumbar, un 42% en la zona de la nuca y el cuello, un 41% en la zona de los hombros, un 39% en la espalda dorsal y un 39% en las piernas.

Esta alta prevalencia de las molestias osteomusculares indica por sí sola la ausencia de medidas preventivas de carácter ergonómico. Unas medidas que cuando se implementan tienen gran efecto en la reducción de las mismas.

Como actividades de riesgo ergonómico las trabajadoras identifican los movimientos repetitivos durante más de un 80% de su jornada, el ritmo de trabajo elevado en más del 75% del tiempo, la manipulación manual de cargas en un 40% de su tiempo de trabajo o la adopción de posturas de trabajo forzadas durante más de la mitad de su jornada laboral.

En la encuesta, un 67% de las camareras de piso consideran que la cantidad de trabajo asignada a su jornada laboral es inadecuada, frente a sólo un 32% que considera que se ajusta bien a los recursos existentes. Un 88% califica el trabajo como “agotador” y un 75% “estresante”.

Las camareras sienten directamente la presión que supone no tener dispuestas las habitaciones para los nuevos clientes: el servicio a los clientes es señalado por un 69% como la causa que determina un trepidante ritmo de trabajo que se agudiza en estas fechas de verano. Además, según las encuestadas, este ritmo de trabajo exige un alto nivel de concentración durante la práctica totalidad de la jornada de trabajo.

Las posibilidades que las trabajadoras tienen de influir en el modo de organización del trabajo es prácticamente nula: El 60% manifiesta que no tiene ninguna capacidad de influir en la distribución y duración de las pausas y el 80% no puede influir en el contenido de las tareas.

La información sobre los productos que manejan las camareras de piso en la limpieza de habitaciones brilla por su ausencia pues, como señala, Francisca “nos dan unas botellas de plástico que se rellenan y que no contienen ningún etiquetado”. La labor sindical ha puesto de manifiesto que algunas cadenas utilizan concentraciones excesivas de amoníaco y éteres de glicol. Como se sabe, el amoniaco es una sustancia corrosiva de los ojos, la piel y el tracto respiratorio, y la inhalación de altas concentraciones puede originar edema pulmonar. Los éteres de glicol, además de provocar síntomas neurológicos agudos, algunos tienen propiedades tóxicas sobre las células de la sangre y otros son tóxicos para la reproducción.

El mayor problema es que se hace sólo prevención sobre el papel: las empresas consideran la actividad preventiva sólo en cuanto tarea burocrática para cumplir la ley y no hay prevención real. Las evaluaciones de riesgos, cuando se hacen, no tienen en cuenta las características de la población de trabajadoras, con un perfil muy feminizado, de mujeres mayores de 40 años y con más de 10 de experiencia en el sector, y la mayoría con cargas familiares y dificultades para conciliar la vida laboral y familiar.