martes, 7 de abril de 2020

¿Son trabajadoras las prostitutas?


¿Son trabajadoras las prostitutas?
Fidel Manrique Garrido

Cuando decidí escribir un artículo bajo el título que antecede, sabía perfectamente que iba a tocar un tema muy polémico, pues parece evidente que ha vuelto a abrirse el viejo debate alrededor de la prostitución, especialmente entre los partidarios de su reglamentación y los de su abolición. Dicho debate se ha reabierto no solo en el ámbito nacional, sino también en el internacional, pero lo que no solo me sorprende, sino que me deja estupefacto, es el hecho de que el tema no se tenga claro en los medios libertarios (donde también ha surgido el debate), y ello es lo que me ha movido a dar mi opinión al respecto, pues no he sido nunca de los que callan cuando creen que deben decir algo, aunque ello suponga navegar en aguas procelosas, ni aunque estén infestadas de tiburones.

En la actualidad, unos quieren el reconocimiento de la prostitución como un trabajo más (con sus derechos laborales correspondientes), otros son decididos partidarios de su abolición, y aún un tercer grupo propugna su reglamentación; es decir, que no sea abolida ni se la considere una actividad laboral en sentido estricto, sino que se dicte una normativa específica que regule los lugares donde ejercitarla y las condiciones de su ejercicio (especialmente, en lo que se refiere a las condiciones higiénico-sanitarias).

En toda esta polémica, me asombra comprobar cómo hay compañeros y compañeras (algunos de larga experiencia en los medios libertarios) que, al parecer, consideran un avance cuasi revolucionario el que las prostitutas tengan la posibilidad de afiliarse a los sindicatos de la CNT-AIT, cuando -si repasamos la Historia- la prostitución ha estado siempre unida a la esclavitud, a la explotación o a la manipulación religiosa, y frecuentemente a todo ello al mismo tiempo.

Se repite, siempre que se trata del asunto, que la prostitución es la más vieja profesión del mundo, pero yo no lo creo así. Como es sabido, cuando -en el período paleolítico- el hombre era un ser cazador y recolector, si un grupo humano se encontraba con otro, y no había recursos alimenticios para los dos, surgía la lucha, y el grupo derrotado se veía obligado a desplazarse a otro lugar, suponiendo que no hubiera sido exterminado, puesto que se trataba de competidores a la hora de conseguir alimento, y por lo tanto debían abandonar el territorio controlado por los vencedores.

Sin embargo, al llegar la llamada Revolución Neolítica, el ser humano es consciente de que puede producir más de lo que necesita para el consumo diario -al haber llegado a dominar técnicas agrícolas y ganaderas-, por lo que puede acumular excedentes alimenticios, así como aprovechar productos derivados de los animales y las plantas que antes no podía o no sabía aprovechar. En ese momento, ya no elimina al enemigo (al competidor, como antes decía), sino que lo esclaviza, para obligarlo a trabajar para él; o sea, para explotarlo. 

Lógicamente, no se limitaría a esclavizar únicamente a hombres adultos, sino también a mujeres, niños y niñas. Parece evidente que las mujeres y los niños o niñas serían utilizados, en gran parte, para obtener de ellos un beneficio económico, prostituyéndolos, o para satisfacer el deseo sexual de los que les habían robado la libertad, puesto que a lo largo de la Historia -independientemente de la época y del lugar- han sido los hombres los principales usuarios de la prostitución y las mujeres y niñas sus principales víctimas. Lo que si parece claro, en cualquier caso, es que el de ganadero y el de agricultor son oficios anteriores al de la prostitución, y que el nacimiento de este último es consecuencia de la existencia previa de los otros dos.

Lo que si es cierto es que, en la antigua Sumeria, hace milenios, ya se practicaba la prostitución sagrada, al igual que después ocurriría en otras culturas, como veremos. De hecho, el Código de Hammurabi, primer conjunto de leyes de la Historia, dictado por el fundador del Imperio Babilónico, hace unos 3700 años, ya regulaba los derechos de las hieródulas, esclavas sagradas que eran obligadas a prostituirse en los templos.

Según Heródoto (1) y Tucídiles (2) la ley obligaba en Babilonia, a todas las mujeres, a acudir, al menos una vez en su vida, al templo de Ishtar, para yacer con un extranjero -como signo de hospitalidad- a cambio de una retribución económica, que iba destinada al servicio del templo.

La prostitución sagrada existía, también, en la antigua Fenicia. Era practicada por hombres y mujeres, que formaban parte del personal del templo, durante toda la vida o por un largo período de tiempo; eran mantenidos y los ingresos que obtenían iban a engrosar la caja del templo.

Prostitución sagrada se dio también en Grecia. Era ejercida normalmente por esclavas, propiedad de un proxeneta, que se llevaba una parte importante de los beneficios y pagaba un impuesto proporcional a los mismos. El resto, era para el templo. Por otra parte, existía una prostitución claramente comercial, de la que vivían innumerables personas -sobre todo, mujeres y hombres jóvenes-, especialmente en las ciudades portuarias. Era una práctica totalmente legal y pagaba, por supuesto, impuestos.

Por lo que se refiere a la antigua Roma, la prostitución sagrada era practicada en numerosos templos, donde las sacerdotisas se prostituían, cobrando sus servicios en ofrendas para el templo. La prostitución, en general, era considerada en Roma un bien social y, por lo tanto, necesaria. Era ejercida legalmente tanto por hombres como por mujeres. La palabra lupa significaba tanto loba como puta, y de ella viene la palabra lupanar, como lugar donde se ejerce la prostitución. Para los romanos, el peor delito era el adulterio, si lo cometía una mujer; los hombres casados, sin embargo, podían frecuentar los prostíbulos, y ello no se consideraba adulterio, ni mucho menos. La misma palabra prostituta viene del latín pro statuare (estar colocado delante, exhibirse). A mediados del siglo I se reglamentó la actividad, teniendo que registrarse, abonar un impuesto, e incluso tenían su día festivo anual. Se calcula que en esa época podía haber en Roma más de 32000 personas dedicadas a la prostitución, y la mayoría eran obligadas a prostituirse; de hecho, muchas esclavas y esclavos eran adquiridos con el único objetivo de lucrarse con ellos, forzándoles a ejercer la prostitución.

Puesto que la lengua castellana procede del latín, no es nada extraño que muchas palabras relacionadas con la actividad sexual tengan su origen en la lengua de Roma. Así, por ejemplo, la palabra fornicar procede de fornice, que era el cuarto donde la prostituta recibía a sus clientes. Y la palabra leno, que era el proxeneta que se encargaba de mantener el orden en el burdel, y cobraba una comisión por cada servicio de las prostitutas, dio origen a la expresión casa de lenocinio, como sinónimo de burdel, prostíbulo y otras.

Por lo que se refiere al Antiguo Testamento del pueblo hebreo, condenaba no solo la práctica de la prostitución en los templos, sino también a los padres que entregaban a sus hijas a la prostitución, lo que significa que ambas cosas ocurrían frecuentemente. Cosa nada sorprendente, cuando vemos que -y son sólo dos ejemplos entre muchos- en Éxodo 20:17 se considera a la mujer como una cosa propiedad del hombre, al mismo nivel de una casa o un animal y en Éxodo 21:17 se avala el que un padre pueda vender a su hija como esclava.

Por lo que se refiere a la Edad Media, la política fue de tolerancia con la prostitución, en general, pero de auténtica segregación en las mancebías, donde estaban muy controladas las prostitutas, a las que el Código de las Siete Partidas, de Alfonso X el Sabio, llama mujeres que están en la putería e se dan a todos cuantos a ellas vienen. No obstante, los conventos de monjas eran en toda Europa, en no pocos casos, auténticos prostíbulos, hasta el punto de que Nicolás de Clemange (3) dijo: Imponer hoy en día el velo de novicia a una muchacha, equivale prácticamente a entregarla a la prostitución (4).

La doctrina cristiana, desde el siglo XIII, consideraba la prostitución una actividad pecaminosa, pero necesaria, que -eso sí- sólo podía ejercerse en las mancebías, y era prácticamente una institución municipal, con sus propias ordenanzas y con funcionarios municipales que la supervisaban. Puede verse, una vez más, la hipocresía, la doble moral, de la Iglesia, y la explotación de la prostitución por parte del poder político (municipal, en este caso).

En el siglo XIV se inició en algunas ciudades europeas una verdadera reglamentación de la prostitución, cosa que en Castilla comenzó entre finales del siglo XV y principios del XVI. Así, por ejemplo, en 1501 se dictó la Normativa sobre Mancebías de Carmona, mediante la cual el Ayuntamiento se hacía cargo de la gestión de los prostíbulos, los cuales eran sacados a concurso público para su explotación, abonando el adjudicatario el correspondiente canon al municipio. Los propios teólogos cristianos reconocían la legitimidad de los prostíbulos regulados por la autoridad, y el mismo Tomás de Aquino (5) distinguía entre la ley divina para la cual la relación con una prostituta era pecado mortal, y la ley humana, para la que la prostitución evitaba raptos, violaciones, estupros, adulterios, actos contra natura, etc.

El Renacimiento supuso el fin de la tolerancia y reglamentación medievales y la Reforma protestante, y la consiguiente Contrarreforma católica, provocaron que en 1535 se suprimieran los lupanares en Ginebra y, en las décadas siguientes, en Alemania, Inglaterra y Francia. Por lo que respecta a España, al finalizar el Concilio de Trento en 1563, los jesuitas iniciaron una campaña contra la herejía, junto a la que colocaban los amancebamientos y los prostíbulos. La llevaron a cabo en dos fases: Entre 1580 y 1620 exigieron el cumplimiento estricto de las ordenanzas municipales que regulaban las mancebías, y a partir de 1620 creó las Casas de Arrepentidas, para las rameras que quisieran enmendarse. Además, dada su influencia sobre el Conde-Duque de Olivares y, por ende, sobre el rey Felipe IV, consiguieron que éste último promulgara una Real Pragmática, en febrero de 1623, mediante la que se ordenaba la supresión de las casas de prostitución, aunque, al parecer, no tuvo mucho éxito su aplicación (de hecho, era frecuente el que las autoridades que tenían que aplicarla se dejaran sobornar e hicieran la vista gorda), puesto que, en julio de 1661, una nueva Pragmática ordenaba que se procurara recoger a las prostitutas y llevarlas a la Casa de la Galera (cárcel de mujeres), donde permanecerían el tiempo que pareciere conveniente.

Las medidas prohibicionistas de esas Pragmáticas estuvieron vigentes hasta mediados del siglo XIX, en que -reinando Isabel II- se producen las Disposiciones de Zaragoza (1845) y el Reglamento para la represión de los excesos de la prostitución, de Madrid (1847), con lo que se inicia una época de reglamentarismo que duró hasta 1935 (casi un siglo), pues se consideraba que la prostitución era un mal menor, necesario para regular la sexualidad masculina. La reglamentación de lo que se estimaba un mal social era conveniente para el bien común, pues así se defendía el orden establecido (en primer lugar, la familia), por lo que era una medida negativa el prohibirla.

La feminista inglesa Josephine Butler (1828-1906) combatió la ley inglesa de Enfermedades Contagiosas, y criticaba a la Policía por arbitraria, denunciaba el sexismo de la reglamentación, los exámenes médicos humillantes a las prostitutas, o incluso a la simplemente sospechosas de serlo, y que se las inscribiese en un registro policial específico. Propugnaba el abolicionismo, para acabar con la demanda de prostitutas, intentando concienciar a la población sobre las relaciones de poder que subyacen (tanto de género como de clase social), responsabilizando no a las prostitutas, sino a sus clientes. Butler pretendía un cambio radical en los valores de igualdad y libertad de la mujer, incluyendo, por supuesto, el aspecto sexual.

Las sufragistas, en general, no consideraban que la prostitución fuera un acto de libertad sexual, sino una manifestación más del sometimiento femenino y del mantenimiento de privilegios masculinos. Se trataba, para ellas, pura y simplemente, de explotación sexual de la mujer.

En 1902 fue creado en España el Patronato Real para la Represión de la Trata de Blancas, para luchar contra la prostitución y la propagación de enfermedades venéreas, que existió hasta 1931. Margarita Nelken (6) fue muy crítica con dicho Patronato, porque, en su opinión, era muy ineficaz para ayudar a las mujeres.

En 1922, por otra parte, se constituyó la primera organización abolicionista en España, que se denominaba Sociedad Abolicionista Española, fundada por César Juarros, y el Estatuto Municipal de 1924 permitía a las autoridades electorales el inscribir a las mujeres mayores de 23 años para votar en las elecciones municipales, siempre y cuando no fueran prostitutas.

El 1 de julio de 1931, el Gobierno de la II República española abolió el Patronato para la Represión de la Trata de Blancas, que fue sustituido -el 11 de septiembre del mismo año- por el Patronato de Protección de la Mujer, prometiendo trabajar en favor de la abolición de la prostitución en España. En abril de 1932 se eliminó la posibilidad de gravar con impuestos la práctica de la prostitución, aun en el caso de que se destinaran a servicios antivenéreos. El 4 de agosto de 1933 es aprobada la Ley de Vagos y Maleantes, que consideraba delincuentes -junto a los mendigos- a los proxenetas y a las prostitutas. Y ya en 1935, la República tomó un camino decididamente abolicionista. En aquellos momentos, se calculaba que las víctimas de la prostitución eran, en un 80%, mujeres menores de edad. La República no consideraba a la prostitución un medio lícito de vida.

La regulación abolicionista de la República fue derogada por la Dictadura franquista en 1941, pero España volvió a convertirse en abolicionista en 1962, y se aplica a continuación el Decreto 168, de 24 de enero de 1963, que modificó el Código Penal, adaptándolo a la Convención de la ONU de 1949 para la supresión del tráfico de personas y de la explotación de la prostitución por otros. Las personas que se prostituían eran consideradas víctimas de explotación sexual y se defendía el castigo de sus explotadores, rechazando distinguir entre prostitución voluntaria o coaccionada.

Quienes defienden la sindicación de prostitutas en un sindicato anarcosindicalista como es la CNT-AIT, llegan a afirmar que destacados militantes del anarquismo apoyaban la prostitución en su época, pero nada más lejos de la verdad. Si repasamos la obra de algunos de ellos, veremos que no consideraban la prostitución una ocupación digna, sino todo lo contrario. Así, por ejemplo, Pedro Kropotkin dice: El gobernado, el engañado, el explotado, la prostituta, etc., hieren ante todo nuestros sentimientos de igualdad. En el nombre de la Igualdad, no queremos ya ni prostitutas, ni explotados, ni engañados, ni gobernados (7).

Por lo que se refiere a Emma Goldman, invocada por no pocos de esos partidarios de la prostitución, no he visto en ningún lugar que fuera favorable a ella. La única relación de Emma Goldman con la prostitución -si relación puede llamarse- fue la ocasión en que, en julio de 1892, decide prostituirse para comprar una pistola con la que Alexander Berkman pensaba atentar contra el empresario Frick, responsable de la muerte de 10 huelguistas de la Acería Carnegie & :Company, en Pensilvania, y el intento fue un auténtico fracaso, porque no se atrevía a ofrecerse a los hombres. La actividad de Goldman no tuvo nunca nada que ver con la prostitución; su labor era de tipo neomalthusiano, de control de nacimientos y de propaganda anticonceptiva (8). De hecho, el número de nacimientos descendió, lo que un reaccionario como era Theodore Roosevelt consideró que suponía el suicidio de la raza (9).

Por lo que respecta a Federica Montseny, durante su breve paso por el Ministerio de Sanidad instituyó los Liberatorios de Prostitución (10), lugares en los que las mujeres que desearan abandonar la prostitución podían tener la posibilidad de lograr las condiciones indispensables para encontrar alojamiento y trabajo. Precisamente han sido los enemigos del mundo libertario los que llegaron a decir que los liberatorios eran lugares donde se ejercía libremente la prostitución, pero nada más contrario a la realidad, puesto que la propia Federica no habla con entusiasmo, precisamente, de las prostitutas desmelenadas, que hacían gestos obscenos a los guardianes y se peleaban entre sí, echándose en cara malas faenas hechas, como quitarse unas a otras “clientes” (11).

Por lo que se refiere a Lola Iturbe, (12) también se refiere a los liberatorios de prostitución, mediante los que la organización Mujeres Libres pretendía educar a las prostitutas e iniciarlas en el trabajo, enseñándoles una carrera o un oficio, como antes dije. Por otra parte, hace referencia a la obra Autopsia de Alemania. La mujer en los campos de extermino nazis, del Dr. Diego Ruiz, en la que el autor expone como las rojas eran destinadas a la prostitución, y los propios presos exterminables satisfacían sus apetitos sexuales, pagando una tarifa que recaudaba la administración del campo (13). Hace, además, una apología del amor libre, que -como cualquier anarquista sabe- nada tiene que ver, ni mucho menos, con la prostitución, y sí con el amor y la afinidad ideológica (14).

El destacado militante francés Sebastián Faure (15) dejó escrito, por otro lado, que el burgués utiliza a la prostituta y la desprecia, añadiendo que la prostitución es el fruto envenenado del árbol capitalista y no desaparecerá si no es con el árbol mismo, árbol que hay que cortar de raíz, árbol cuyas raíces es preciso arrojar a los cuatro vientos. Solamente entonces no habrá prostitutas ni prostitución (16). Parece evidente que Faure estaba en contra de la prostitución, porque la consideraba uno de los muchos males que tenían su origen en el sistema capitalista.

Eugen Relgis (17) afirma que el hombre y la mujer se prostituyen cuando entregan su cuerpo por intereses mezquinos, para crearse una fortuna o para aumentarla, e incluso para conquistar “una posición social” (18).

Los acuerdos del Congreso de Zaragoza de CNT, de mayo de 1936, en el punto sobre “La familia y las relaciones sexuales”, proclaman la independencia económica de los seres sin distinción de sexos (no de géneros, como ahora se dice, erróneamente, en mi opinión); es decir, la igualdad de los dos sexos, tanto en derechos como en deberes. Y, además, se proclama el amor libre, sin más regulación que la voluntad del hombre y de la mujer. Pero, desde luego, para nada se refirieron los anarcosindicalistas a la prostitución (19).

Por lo que se refiere a Amparo Poch y Gascón (20) -la que fue Directora General de Asistencia Social durante el período en el que Federica Montseny fue Ministra de Sanidad-, elogiando el amor libre, que propugnaban los anarquistas, tanto hombres como mujeres, dejó escrito que la Vida está harta de la Mujer-prostituta, a la que ya no queda sino la raíz escuetamente animal (21). Además, realizó una encuesta, entre centenares de embarazadas, por la que pudo constatar -y lo criticó- no solo que preferían tener un hijo varón, sino que consideraban necesaria la prostitución para servir los instintos degenerados y no les preocupaba ni disgustaba que sus hijos deformaran su alma concurriendo a ella . Y es que habla Poch y Gascón de que la asidua concurrencia a los prostíbulos deforma la psicología masculina, y llama a la mujer al combate contra el régimen social que fomenta la prostitución y los numerosos vicios que a ella se orientan o de ella se derivan (22).

En el punto V (Principios, Tácticas y Finalidades), del V Congreso de la CNT, se afirma que no habrá verdadera libertad mientras una sola persona permanezca sometida a otros semejantes. Es cierto que se habla en relación a la opresión política y a la explotación económica, y no concretamente de la prostitución, pero ¿hay mayor sometimiento que el de la prostituta, no ya solo a los deseos de quien paga por sus servicios, sino, además -y peor aún- a quienes la fuerzan, en no pocos casos, a prostituirse? Se dice, a continuación, que el anarcosindicalismo contrapondrá a los valores de la sociedad establecida sus propios valores, entre los que no parece aventurado incluir la oposición a la prostitución, si nos atenemos a lo dicho y escrito por los anarquistas y anarcosindicalistas antes citados (23).

En tiempos aún más recientes, un miembro jienense de la CNT recordaba las campañas del movimiento libertario contra el alcoholismo o la prostitución, entre otros problemas sociales, en los años 30 (24), y, refiriéndose a los presos, decía que suelen responder a patrones de marginalidad (cita, entre otras cosas, la prostitución), que van acompañados de alguna circunstancia relacionada con las drogas (25). Y, además, afirma que los traficantes de drogas suelen tener ramificados sus negocios en el tráfico de armas y la prostitución (26). Concluye -en mi opinión con toda lógica- que luchar contra el narcotráfico y, por ende, contra la prostitución, es una cuestión revolucionaria encaminada a eliminar las cadenas que oprimen al pueblo (27).

Además de los nazis, sus socios japoneses -también durante la II Guerra Mundial, obviamente- forzaron a decenas de miles de mujeres a ejercer la prostitución en Asia Oriental y Sudeste Asiático.

En la actualidad -y como muestra del debate que existe en el seno del anarcosindicalismo, del que antes hablaba- el periódico “Fragua Social”, de la Regional de Levante de CNT-AIT, publicaba dos artículos: uno a favor de que se considere la prostitución como un trabajo más, titulado “Anarkofem y Putas” (28), y otro a favor claramente de la abolición, titulado, precisamente, “Por la abolición, siempre” (29). El primero considera, además, que la postura abolicionista en sí, es una postura autoritaria, punitivista y paternalista, adjetivos todos ellos que me parecen rechazables, y más aún cuando van dirigidos a compañeros y compañeras del movimiento libertario. Hace mención, además, a que se ha organizado el sindicato OTRAS. Pues, bueno, que se organice la gente como quiera, pero ello no quiere decir que haya que abrirles la puerta de CNT-AIT, lo mismo que no se la abrimos a otros colectivos o individuos.

Por lo que se refiere al segundo de los artículos mencionados, no voy a entresacar nada de él, por la sencilla razón de que lo asumo íntegramente; estoy de acuerdo con él de principio a fin. De hecho, viene a decir, con otras palabras, lo mismo que un Manifiesto por la Abolición de la Prostitución, del que el sindicato en el que milito es firmante, junto con otros varios sindicatos de CNT-AIT.

La CNT-AIT, organización que considero la única central anarcosindicalista de España, no puede ser como la UGT, que llegó a justificar con facturas falsas algunas orgías celebradas en prostíbulos de varias provincias andaluzas (30).

Por lo que respecta al consumo de pornografía por parte de niños y jóvenes, el primer estudio realizado en España sobre el tema (llevado a cabo por profesores universitarios) ha llegado a conclusiones demoledoras, no solo sobre la edad de inicio de dicho consumo -en no pocos casos, en plena infancia-, sino también porque se ha comprobado que se han disparado la prostitución y las prácticas sexuales de riesgo para la salud. Hay que resaltar que el video porno más visto, según ese estudio, escenifica una violación en grupo con notable violencia (31). ¿Cómo no van a existir manadas de violadores (que cada vez abundan más, por cierto) y violencia de la llamada de género?


Una sentencia reciente del Tribunal Supremo habla de los clubes de alterne, repartidos por toda la geografía española, como lugares en los que se obliga a ejercer la prostitución a mujeres extranjeras, a las que se convierte en seres cosificados. El tribunal considera que no hace falta irse a lejanos países para observar la esclavitud del siglo XXI de cerca; basta con ir a los clubes de alterne. A las prostitutas -sigue la sentencia- se las compra y vende entre los distintos establecimientos. En consecuencia, condena a cinco miembros de una organización criminal -por obligar a ejercer la prostitución a cuatro nigerianas, dos de ellas niñas- a penas de entre 39 años y dos meses y 36 años y dos meses. ¿Hay libertarios que son más permisivos con esas conductas intolerables que el Tribunal Supremo? Realmente asombroso.

Coincidiendo con el Día Mundial contra la Trata, que se celebra el 30 de julio de cada año, María Eugenia Gay Rosell publicó un artículo (32) en el que -con toda lógica- califica, como uno de los más execrables, el delito de tráfico de personas con fines de explotación sexual, resaltando que el 65% de las mujeres obligadas a prostituirse empezaron a ser explotadas sexualmente cuando aún eran menores, porcentaje que va creciendo de año en año. De ese porcentaje, el 27% eran menores de 15 años. La autora, finalmente, afirma que, además de perseguir la explotación hay que concienciar a la ciudadanía y que se ofrezca a las víctimas una asistencia plena a través de recursos formativos, sanitarios, terapéuticos y de asesoramiento jurídico. O sea, más o menos lo que propugnaban los anarquistas históricamente, y lo que mantenemos los abolicionistas actualmente.

En Alemania, ser lo que llaman trabajadora del sexo es completamente legal desde 2002, lo que ha provocado casos como el de una joven trabajadora a la que el Servicio alemán de desempleo sancionó con la pérdida del subsidio de paro, por negarse a aceptar una oferta de trabajo en un burdel. ¿Vamos a permitir -o incluso favorecer- que se llegue a atentar tan gravemente en España contra la dignidad de las trabajadoras? Conmigo, desde luego, que no cuenten.

Aunque hay personas que se autodenominan anarquistas y defienden el libre ejercicio de la prostitución, parece evidente que se está atentando no solo contra la dignidad de muchísimas mujeres, sino también contra su libertad, pues -además de obligarlas a prostituirse- en no pocos casos están recluidas en los prostíbulos contra su voluntad, sin pisar apenas la calle, y, cuando lo hacen, custodiadas por matones. Más de 1670 burdeles, esparcidos por toda España -se dice, porque pueden ser muchos más- satisfacen la demanda de prostitución de un país que sólo está detrás de Tailandia y Puerto Rico en este siniestro ranking de países puteros (33).

Aún hoy, en la India, se sigue consagrando jovencitas como prostitutas en no pocos templos -igual que en las culturas más antiguas-, y se aborta a los fetos femeninos, al tiempo que se gestan y paren varones muy pobres, que sólo encontrarán ante sí la salida de la prostitución, para ir sobreviviendo; son los hijras, los muchachos del placer, de los que existen unos cuatro millones. La eliminación de fetos femeninos ha ocasionado que existan en la India 50 millones menos de mujeres que de hombres, cuando en cualquier país donde la natalidad sigue su curso natural el número de mujeres es ligeramente superior al de varones. Y lo mismo que en la India, hay brechas de sexo en China y Pakistán (34).

Volviendo a España, uno se pregunta: ¿Cómo es posible que, en un lugar céntrico de Madrid, casi todos los pisos de un edificio (Paseo de las Delicias, 127) estén dedicados a la prostitución? (35). Pues porque parece que a los políticos sólo les interesa sacar a las putas de la calle, que no se las vea; lo que ocurra en los pisos, no les interesa. Quizás por eso, cada vez se ejerce menos la prostitución callejera y mucho más en los pisos, o a domicilio del demandante de ella. De hecho, así lo confirma un reportaje aparecido en la prensa, según el cual los pisos son cada vez más utilizados por los proxenetas, porque saben de la dificultad de dar con ellos, añadiendo que es importante apelar a la conciencia de los vecinos (36).

Recientemente, supimos que el Ayuntamiento de Santander había firmado un convenio de colaboración con Cáritas Diocesanas, para la atención a las mujeres que ejercen la prostitución en la ciudad (37). Esperemos que no ocurra como en el tristemente célebre “caso Carioca”, de Lugo, en el que, cuando mujeres inmigrantes eran liberadas de su situación de esclavitud en puticlubes de la provincia, nada menos que el jefe del Equipo de la Mujer y Menor de la Guardia Civil acudía a la residencia de Cáritas donde estaban acogidas y, sin presentar documentación oficial alguna, se las volvía a llevar y las redistribuía por los al menos doce clubes que él mismo controlaba. Para decirlo más claramente: cerraba los prostíbulos que no le daban mordida, y trasladaba a las prostitutas forzadas a aquellos que sí se la daban (38). Por cierto, que superiores suyos, incluido el subdelegado del Gobierno, también fueron investigados. ¿Será que también recibían su comisión?

Que instituciones del Estado se lucren con la prostitución -o, al menos, la toleren- no puede sorprendernos, si sabemos que eso viene ocurriendo desde tiempo inmemorial, pero lo que sorprende es que eso siga ocurriendo en pleno siglo XXI. Pero sí ocurre, puesto que, según admitió el IMAS (Institut Mallorquí d’Afers Socials), hasta 16 menores fueron explotados sexualmente, encontrándose internos en centros en los que, teóricamente, se les protegía. En vista de semejante protección, quizás hubieran estado mejor en el seno de su familia, por muy desestructurada que estuviera (39). Pero es que, además, un informe de UNICEF de 2017 ya alertaba de que había casos de explotación sexual en centros de siete de las nueve comunidades autónomas estudiadas. Es decir, que el grave problema está generalizado (40).

Además de quienes son partidarios de que la prostitución sea considerada como una forma de trabajo más, hay otros muchos libertarios -quiero creer que una mayoría- absolutamente contrarios a ella. Así, por ejemplo, el Grupo Anarquista “Higinio Carrocera” hizo pública su postura mediante un escrito en el que preguntan a esos sindicalistas partidarios de la afiliación de prostitutas a la CNT-AIT con qué patronal negociarían y si respaldarían la prostitución de embarazadas. Además, recuerdan lo que, en plena Revolución Social, decía la organización libertaria Mujeres Libres: Las casas de prostitución siguen abarrotadas de pañuelos rojinegros. Es una incomprensible incoherencia moral que nuestros milicianos sean en la retaguardia los que sustenten y aún extiendan la depravación burguesa en una de sus más penosas formas de esclavitud, la prostitución de la mujer (41).

Hemos podido ver, pues, a lo largo de este modesto trabajo, cómo en cualquier época histórica, y en cualquier lugar, la prostitución ha ido unida a la esclavitud, a la explotación o a la manipulación religiosa, como decía al principio; y así continúa. Los partidarios de la prostitución como trabajo sexual nos presentan un mundo idílico, en el que parece ser que todas las personas que se prostituyen lo hacen por libre elección, porque son una especie de trabajadores autónomos que venden sus servicios al precio más alto que puedan conseguir en el mercado, pero la realidad es muy distinta: la inmensa mayoría de las personas son prostituidas con engaños, a la fuerza, y mantenidas en esa situación contra su voluntad, y sólo una ínfima minoría son putas, o putos, por vocación; es decir, porque no tienen inconveniente en venderse por dinero para vivir por encima del nivel de vida que tendrían, normalmente, con arreglo al trabajo que podrían conseguir de acuerdo con su nivel de conocimientos y preparación profesional. Por si hubiera alguna duda, según un estudio de 2009, el 90% de las prostitutas son inmigrantes, de las cuales el 80% son hispanoamericanas.

No sé si quienes defienden la sindicación de prostitutas conocen la realidad del mundo de la prostitución en nuestro país, ni sé si conocerán algún burdel por dentro o habrán hablado con las que allí ejercen, aunque supongo que sí, dada la rotundidad con la que hablan del tema. Pero yo me pregunto: ¿Se prostituyen voluntariamente esas personas que propugnan la sindicación? En caso contrario, ¿por qué no lo hacen, si tan bueno es? ¿Estarían dispuestas -si no lo hacen ellas mismas- a que lo hicieran sus familiares más cercanos? ¿Estarían orgullosas si sus hijas fueran putas y sus hijos chaperos (nombre coloquial de los prostitutos, sobre todo jóvenes)? Ahí quedan esas preguntas.

Lo cierto es que, desde el punto de vista de la ética libertaria, la defensa de la prostitución como una forma más de trabajo es una auténtica aberración. Nadie que se considere anarquista puede defender una de las formas de esclavitud más horribles. Ni siquiera puede servir como justificación una supuesta función preventiva de la prostitución, con la que se evitarían delitos de tipo sexual, porque un violador sólo recurrirá a los servicios de una prostituta como último remedio, porque lo que realmente le excita sexualmente, lo que le pone, es el sometimiento de la mujer. La violación es un acto de supremo autoritarismo, de auténtica conversión de la mujer en un objeto, en una cosa, de la que el violador toma posesión y a la que utiliza a su antojo.

Para terminar: El sindicato en el que milito, en la misma asamblea en la que acordó suscribir el manifiesto “Por la abolición, siempre”, ya mencionado, tomó también el acuerdo de rechazar la afiliación al mismo de prostitutas. Ambos acuerdos se adoptaron por unanimidad, y así pensamos continuar.



NOTAS

Heródoto de Halicarnaso (484-425 a. C.). Historiador y filósofo griego, considerado el padre de la Historia.
Tucídides (460-397 a. C.). Historiador y militar griego, autor de “Historia de la Guerra del Peloponeso.
Nicolás de Clemange. Teólogo y filósofo francés. Fue rector de la Universidad de París.
Bruno Servet, Sexualidad y cristianismo. Publicaciones Ácratas “El Sembrador”, mayo de 2009. Pág. 8.
Tomás de Aquino (1225-1274). Italiano.Teólogo y filósofo de la Orden de Predicadores.
Margarita Nelken (1894-1968). Escritora, crítica de arte y política española. Fue diputada por el PSOE en la II República. En diciembre de 1936 se afilió al Partido Comunista.
Pedro Kropotkin, La Moral Anarquista. Ediciones Júcar, 1977, pág. 37
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(10) Federica Montseny. Mis primeros 40 años. Plaza & Janés Editores, marzo 1987, pág 132.

(11) op. cit., pág 223.
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cit., pág. 220
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cit., pág. 124
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