viernes, 17 de octubre de 2008

Para leer

Memorias de un libertario

Martorell Gavaldà, Alfons: Memorias de un libertario. De la República al exilio, Fundación de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo.

Cada vez que llega a mis manos una memoria anarquista, gano algo de vida. Recupero, por un lado, un pasado que me pertenece y que no me han transmitido ni en la escuela ni en medio de comunicación alguno y, por otro lado, recojo una energía y un placer por la vida que me ayudan a afrontar este presente y a combatir para mejorarlo. Porque las viejas y viejos libertarios, al contarnos su paso por la vida, además de sacar a la luz un pasado que a la memoria oficial poco interesa, nos transmiten sobre todo ganas de vivir y de luchar, ganas de estar juntos para mejorar nuestra existencia. Este es el sentimiento que nos queda al leer la memoria de Alfons Martorell, un obrero mecánico de Reus que hizo del anarquismo su filosofía de vida.

Alfons nació en 1918 y participó en acontecimientos destacados de la historia española, ofreciéndonos su visión de los mismos como testigo y protagonista. En su ciudad natal, fue miembro fundador de las Juventudes Libertarias y vivió inmerso en la efervescencia política de los años republicanos. Tomó también parte activa en la revolución colectivista de 1936 dentro de la colectividad del transporte mecánico, intervino como enlace entre las diferentes organizaciones libertarias catalanas durante los hechos sangrientos de mayo de 1937, y empuñó las armas en la Columna Durruti para defender Madrid del fascismo.

La narración de Alfons está cuajada de informaciones que no suelen aparecer en los manuales de historia académica, y su mirada de la época no es la de un investigador distante, sino la de un trabajador manual y anarquista que vive y observa los hechos desde la óptica de los que sufren el poder y no desde la perspectiva de aquéllos que lo ejercen o de los que permanecen neutrales. Echo de menos, sin embargo, que el autor no se haya extendido con más detalles en las actividades anarquistas durante el período republicano. Me quedo con la miel en los labios cuando dibuja el funcionamiento del Centre Enciclopèdic Popular o cuando señala el ambiente comunitario, lúdico y festivo de los jóvenes libertarios reusenses (págs. 57 y 58).

Son especialmente tristes y conmovedoras las páginas que dedica a los últimos momentos de la guerra, cuando se intensifican los bombardeos sobre la población civil y cuando miles de personas dan sus primeros pasos hacia un largo y penoso exilio lleno de incertidumbres. El inhumano recibimiento dispensado por el gobierno francés es memoria común de los exiliados españoles: estancia en campos de refugiados, alistamiento en la legión extranjera, participación en compañías de trabajo obligatorio. Eran muchos los refugiados que andaban por las calles sin domicilio seguro, sin papeles, pasando hambre y con el miedo a ser detenidos y deportados. Alfons cuenta el hambre atroz que pasaron en Francia a comienzos de los años cuarenta y cómo se veían obligados a robar de noche lo que encontraban por los campos para poder sobrevivir, mientras los agricultores franceses hacían guardia y los echaban como si de perros se tratase («Como éramos jóvenes, íbamos vestidos con la miserable ropa que teníamos. La gente se nos apartaba. Sólo nos querían para trabajar y rendir lo máximo posible, como las bestias de trabajo»). Leyendo estas páginas es imposible no pensar en las condiciones de vida de los inmigrantes que llegan a España jugándose el pellejo en el estrecho y que son despreciados por una legislación restrictiva y por una población cada vez menos hospitalaria.

La historia de Alfons es una historia personal y colectiva a un mismo tiempo. Su pluma no se recrea en los intríngulis individuales, sino que apunta a un quehacer comunitario. Inscribe su trayectoria biográfica en el seno del movimiento obrero libertario y por sus páginas desfilan muchos compañeros y amigos. Al hablar, por ejemplo, de Rofes, un compañero anarquista de Reus, Alfons describe con gran maestría el perfil del tipo de militante de acción y señala con ecuanimidad las virtudes y las contradicciones en que incurrían estos militantes(págs. 249-250). Especialmente emocionante resulta la carta del también libertario reusense Josep Martí Amorós, que sufrió el cautiverio en el campo de concentración nazi de Gusen y que dejó su testimonio a Alfons para que lo publicase junto a sus memorias (págs. 202-212).

Las últimas páginas del libro están dedicadas a la vida familiar en el exilio. Alfons vive junto a su compañera Manola y sus tres hijos en una masía a las afueras de Toulouse. Allí practican una vida vegetariana, cultivando un huerto sin abonos químicos ni herbicidas. Juntos crearon para sí un espacio de convivencia y libertad, un ejemplo de fraternidad minúscula y universal.

Raúl Ruano


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