sábado, 15 de febrero de 2020

Anarquía no es caos


A menudo solemos escuchar en los medios de comunicación, como la televisión o la radio, la utilización de la palabra anarquía haciendo referencia a algo caótico, algo destructivo y peligroso. Siempre que aparece suele ser reflejada como el desorden y la desorganización más absoluta. Simplemente con prestar un poco de atención al entorno podemos observar que la anarquía es considerada como algo terrorífico y perjudicial. Esta falacia no es nada nuevo: el poder y sus estructuras vienen desde antaño patrocinando y divulgando este falso concepto de la anarquía y del anarquismo, con el fin de que no germine en la sociedad un pensamiento anarquista organizado. El porqué es evidente: la esencia de la anarquía es la consecución de la libertad del individuo y, por tanto, supone la inexistencia de cualquier estructura que limite e impida dicha consecución. Para ser exactos, la anarquía es el orden sin gobierno, lo que implica la desaparición de toda autoridad y lleva a la abolición del Estado, de la propiedad, de las leyes, etc. Y es su objetivo de generar una sociedad nueva, formada por individuos libres que convivan en armonía y basen sus relaciones en el respeto, en el apoyo mutuo y la solidaridad, llegando a acabar con cualquier tipo de esclavitud, ya sea física, moral o económica. Por tanto, la llegada de la revolución social hacia la anarquía supondría el desastre para el sistema opresor vigente; significaría el fin de la desigualdad y, por lo tanto, el fin de los valores burgueses, que sostienen los pilares del sistema económico, social y cultural en los que reposa el Estado.

Cualquier persona que pueda leer esto podrá pensar que la sociedad actual tiene cosas positivas en diversos ámbitos de la vida social, que posee la virtud de ofrecer cierto bienestar al pueblo a pesar de las injusticias que pueda generar. Podría pensar que la organización de las sociedades no es perfecta pero es lo menos perjudicial posible para la humanidad.

Nosotros, los anarquistas, no somos amantes del caos y la destrucción; no somos terroristas violentos con ansias de aniquilar todo lo que se nos ponga por delante, sino todo lo contrario. Pensamos que la sociedad actual y su sistema del llamado "bienestar" del que "disfrutamos" es la representación en sí del caos y la destrucción. Sabemos que a cualquiera le podría sonar extraño, pero sólo es necesario observar detenidamente el mundo y ver qué es lo que sucede, abrir el horizonte de nuestra mente y dejar a un lado los valores inculcados desde nuestra infancia, para sentir la violencia con la que se rigen nuestras vidas, la insolidaridad, la desigualdad, el desorden, el hambre, la muerte, la esclavitud, la aniquilación del planeta y la libertad de cualquier individuo. Conformarse con la dosis de consumismo de un Estado capitalista no supone algo positivo para nuestras vidas y resignarse a creer que la muerte de millones de seres a causa del hambre o la guerra es "lo menos malo" atiende a un posicionamiento pasivo, que siempre aflora bajo la excusa del "progreso".

Los anarquistas defendemos la idea de que todo el planeta tiene un enemigo común, un enemigo feroz, que impide el libre desarrollo de la humanidad, el asesino más violento y despiadado: el Estado.

Sea del signo que sea, su autoridad, sus valores patrióticos, su religión de turno y su correspondiente cuerpo político, legislativo y judicial no son más que la esencia de la tiranía y la negación de la libertad individual.