Mayo de 1937 fue la derrota del
proletariado revolucionario más avanzado, que la contrarrevolución
estalinista y el reformismo republicano necesitaban. Companys y Comorera sólo jugaban
con la baraja de la provocación a la CNT para acabar con la organización anarquista. El presidente de la Generalitat llegó a ordenar a
la aviación el bombardeo de todos los cuarteles y edificios en poder de
los cenetistas.
Mayo del 37 fue la derrota del proletariado revolucionario más avanzado, que la contrarrevolución estalinista y el reformismo republicano burgués necesitaban y buscaban para desarmar la amenaza de los comités de defensa sobre las instituciones burguesas y desencadenar una represión selectiva, que integrase a los comités superiores en el aparato estatal y aniquilase a los revolucionarios.
Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos. Pero aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no; y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la CNT.
Esos comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un Comité Revolucionario de la CNT (Merino, Ruano y Manzana), al mismo tiempo que se formaba una delegación, encabezada por Santillán, para negociar en el Palau de la Generalitat. Pero muy pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro de burócratas. Companys y Comorera sólo jugaban con la baraja de la provocación a la CNT para destruirla y conseguir así un gobierno fuerte. El presidente de la Generalitat llegó a ordenar a la aviación el bombardeo de todos los cuarteles y edificios en poder de los cenetistas.
Por primera vez en la historia, se dio el caso de una insurrección iniciada y sostenida contra la voluntad de los líderes a que perteneció la inmensa mayoría de los insurrectos. Pero aunque una insurrección puede improvisarse, una victoria no; y aún menos cuando todas las organizaciones obreras antifascistas se mostraron hostiles al proletariado revolucionario: desde la UGT hasta los comités superiores de la CNT.
Esos comités superiores llegaron a jugar con dos barajas, permitiendo la formación de un Comité Revolucionario de la CNT (Merino, Ruano y Manzana), al mismo tiempo que se formaba una delegación, encabezada por Santillán, para negociar en el Palau de la Generalitat. Pero muy pronto abandonaron la carta insurreccional por los ases del alto al fuego, que aseguraban su futuro de burócratas. Companys y Comorera sólo jugaban con la baraja de la provocación a la CNT para destruirla y conseguir así un gobierno fuerte. El presidente de la Generalitat llegó a ordenar a la aviación el bombardeo de todos los cuarteles y edificios en poder de los cenetistas.