martes, 8 de mayo de 2018

SOV CNT-AIT, Madrid: crónica del 1º de Mayo 2018

 
Aunque muchas ya conocemos de dónde viene el primero de mayo, no está de más recordarlo. El 1º de mayo de 1886 se convocó una jornada de lucha que exigía la jornada laboral de 8 horas, la represión con que fue contestada la convocatoria fue brutal; centenares de detenidos y torturados, cinco obreros ejecutados; la mayoría de ellos eran migrantes, todos eran anarquistas.

No eran los primeros obreros asesinados por exigir su derecho a disfrutar de su vida, tampoco fueron ni serán los últimos. La solidaridad que siguió a estos hechos convirtió al Primero de Mayo en un día de lucha internacional.

Hoy convocamos esta manifestación bajo el lema “Trabajar menos para trabajar todas”, hoy la jornada de ocho horas está en entredicho, puede que no sobre el papel, pero si en la realidad.

Porque:

Desde que aceptamos que para mejorar nuestras vidas basta con poner una papeleta en una urna y sentarse a esperar.
Desde que los sindicatos se han convertido en gestores de la legalidad.
Desde que interiorizamos la sociedad de consumo y nos valoramos por lo que tenemos en lugar de por lo que somos.
Desde que adoptamos la moral burguesa y aceptamos mejor una mentira que un grito.
Desde que nos ofende ver un contenedor ardiendo o gritar a un esquirol, pero no ver a la policía dar porrazos a quienes aún no hemos renunciado a la lucha.
Desde que, en definitiva, nos convencieron de que somos ciudadanos y no obreros; Nuestras condiciones de vida no hacen más que empeorar.

 
Nunca fue tan cierta la frase “Los pobres cada vez más pobres, los ricos cada vez más ricos”

Reforma tras reforma, nuestros salarios son cada vez más bajos, nos vemos obligadas a trabajar más horas y nuestros empleos cada vez tienen peores condiciones, en este mundo de usar y tirar las trabajadores somos una mercancía desechable más; Recursos humanos nos llaman.

Vivimos bajo la amenaza permanente del paro, cuando no bajo el acoso de nuestros jefes, que nos presionan para que trabajemos hasta reventar. Y cuando reventamos, cuando no podemos con la ansiedad, cuando la mierda de vida que tenemos nos lleva a la depresión, nos hinchan a medicamentos psiquiátricos. Como ya pasó en los 70 y 80 con la heroína, adormecen nuestra rabia con drogas.

Arriesgamos nuestras vidas y nuestra salud por mantener unos curros que no dan para pagar el alquiler, mientras ellos se llenan los bolsillos. Nos roban las pensiones, contándonos no se qué cuentos de no se qué sostenibilidad, ¿qué sostenibilidad?, ¿la suya?, porque la nuestra no les importa.

El tema de las pensiones es tan sangrante, que una casi quisiera tener 20 años más para poder vivir una vejez en la pobreza en lugar de en la indigencia, que es lo que nos están preparando. Los ataques a nuestras condiciones de vida están siendo tan brutales que han puesto la maquinaria de la represión a funcionar sin que casi hayamos empezado a protestar; son más conscientes ellos de lo que nos están haciendo que nosotras mismas.

Para frenar una revuelta que no ha empezado encarcelan a músicos, a huelguistas, a twiteros, a manifestantes, a gente que simplemente está tomándola en un bar y tiene una pelea con quien no debe. Y es que el estado ya no acepta ninguna forma de desobediencia.

Saben que nos están apretando más de la cuenta y en lugar de soltar aprietan aún más. Por eso vuelven a machacarnos con la idea de patria, y por eso también vemos proliferar los partidos fascistas.

Bien sabe el estado que lo mejor con nosotras es dividirnos, y nosotras, con la cabeza comida con tanta televisión, con tanta avalancha de información, entramos al trapo;

Que, si unas somos de aquí y otras de allá, y lo de aquí es sólo para mí. Que si nuestro aquí es mejor que el de la vecina. Que si yo soy fija y tu temporal, que si la subcontrata, que si la ETT, que si de este turno, que si de esta empresa…. Los ricos son cada vez más ricos por que los pobres estamos cada vez más fragmentados.

El retroceso en el movimiento obrero ha alcanzado tal profundidad, que no queda otra que empezar por el principio; tenemos que recuperar la confianza entre nosotras, en nuestros curros, en nuestros barrios, primero en lo cercano, y luego en lo lejano.

Tenemos que vertebrar esta confianza y convertirla en solidaridad, y conseguir que la solidaridad se transforme en lucha, y que llegue a todos los rincones del mundo. Tenemos que asumir que la lucha obrera tiene que salir del estrecho margen de lo laboral; nuestras condiciones de vida son también nuestras pensiones, nuestra salud, nuestras viviendas, nuestros barrios, la conservación y el respeto a la naturaleza.
 
 
La lucha será feminista, o no será. El feminismo será de clase o tampoco será.
 
La igualdad que queremos no puede encerrarse en ninguna frontera, no puede excluir a los excluidos, ni olvidarse de las personas presas. La igualdad que queremos no puede construirse dejando en el cajón de lo accesorio al feminismo.

Tenemos que afrontar con valentía la erradicación de todo prejuicio patriarcal, aunque esto casi siempre vaya a generar conflicto con vosotros, compañeros, que muchas veces ni siquiera sabéis los privilegios de los que disfrutáis.

Que muchas veces os negáis a ver la opresión a la que estamos sometidas, nosotras, vuestras compañeras, porque no estáis dispuestos a cuestionaros vuestra coherencia libertaria y aceptar que no hay ideología qué por sí misma sea capaz de erradicar el machismo; que evite que a veces no nos tratéis como iguales. La lucha será feminista, o no será. El feminismo será de clase o tampoco será.

La solidaridad no puede constreñirse sólo a lo laboral, sólo a lo económico, tiene que extenderse a todos los ámbitos de muestra vida. Porque cuando sentimos que detrás de nosotras están nuestras compañeras, hasta quienes están en situaciones más complicadas, o quienes no somos demasiado valientes, ganamos la confianza suficiente para enfrentarnos.

No nos queda otra que enfrentarnos, porque nunca se arrancó ninguna mejora pidiendo, ni delegando, ni votando. Es moralmente inaceptable que sigamos indiferentes a la insoportable explotación a que nuestros estados tienen sometidas a las poblaciones de los países que llaman del tercer mundo y que debiéramos llamar del expolio.
 
 
Nos explotan, se enriquecen a costa de nuestros trabajos y nuestras vidas. Nos empobrecen con su IPC, sus hipotecas, con sus leyes, y nos echan de nuestras casas.

Dejan que los fascistas nos persigan, apaleen y maten por las calles, y si alguna de nosotras se defiende, si alguna vez cae un fascista, nos encarcelan y nos criminalizan, incluso desde dentro de nuestro entorno.

Sabemos lo que hay que hacer, no hay una fórmula milagrosa, sólo tenemos seguir organizándonos. demostrando por la práctica que sólo entre nosotras, las trabajadoras podemos solucionar nuestros problemas, con la clara consciencia de que ni políticos, ni jueces, ni profesionales del “sindicalismo”, nos van a ayudar.

Las fuerzas están muy desequilibradas y el miedo es lo racional, pero tenemos que apartarlo para dejar paso a la dignidad. Tenemos que dejar salir la rabia que tenemos en las tripas para enfrentarnos, con lo poco que tenemos contra esta bestia que es el estado y el capitalismo. Es urgente parar a este capitalismo depredador porque si no nos acabará matando.

Seguiremos adelante, hasta conseguir la total igualdad, hasta
conseguir total libertad. La lucha es el único camino.

No puedo terminar este mitin, sin recordar a nuestro compañero Antonio Morillo, que murió repentinamente hace apenas dos meses, Morillo, era un compañero integro, solidario, humano. El año pasado, en el mismo sitio dónde hoy estoy yo hoy, Antonio rendía un merecido homenaje a otro gran compañero, el incansable Jose Luis García Rúa. Hoy desgraciadamente, me toca a mí recordarle a él.

Antonio, José Luis, compañeros, os echamos de menos.

Viva la CNT
Viva la revolución social
Viva la Anarquía